Una madre de familia numerosa, muy numerosa, me contó una vez cómo organizaba las comidas del día de Reyes, un día complicado en el que tienes que cocinar entre miles de cajas, niños nerviosos, y adolescentes desilusionados… Y, me gustó tanto su solución, que la adopté para nuestro hogar, para mis twelve: organizar un estupendo brunch.
Brunch es un término anglosajón que cada vez encontrarás en las cartas de más cafeterías. Su nombre es una combinación de las comidas de la mañana y el mediodía. Las dos primeras letras son de breakfast, desayuno, y las cuatro últimas de lunch, almuerzo.
El origen de este concepto
El origen de este concepto se encuentra en la comida que, después de una mañana de caza, tomaban algunas familias de la clase alta. Así se entienden esas mesas con platos dulces y salados, fruta, termos con reconfortantes bebidas calientes, etc.
Así que el brunch pasó, en mi caso, a ser la mejor opción para un día en el que dormimos poco, y en el que tenemos que dedicarnos a montar un barco pirata o una cocinita, entre fichas de construcción y papel de regalo esparcido por el suelo.
Dejar la mesa preparada, organizada, el día anterior, y con las recetas encauzadas, te dará libertad de movimientos en el día de Reyes. Pero, ¿qué ponemos en la mesa de nuestra casa? Pues tabla de embutidos, tabla de quesos, distintos tipos de pan, dos tortillas, gofres, bizcochos, yogur natural con fruta y cereales, empanada, blinis de salmón, un par de quiches, croissants de jamón y queso, y, como colofón, un rosco de Reyes.
De esta manera, abrimos los regalos con el día solucionado a nivel de intendencia.
La mesa se queda puesta durante todo el día, como si fuese la mesa del catering de un set de grabación. Y puedes ir comprobando cómo, poco a poco, se van terminando las viandas. Así, consigues que sea un día en el que te vuelves a sentar en el suelo, en el que vuelves a mirar al mundo con ojos de niño, y en el que vuelves a abrir cajas de juguetes.
Mi regalo para estos Reyes
Que, ¿cuál ha sido el regalo que me he pedido abrir la mañana de un día de Reyes? He pedido una sola cosa: esperanza. La esperanza que da luz a cualquier túnel, la que abriga cualquier noche, la que consigue que te vuelvas a levantar después de una derrota.
Y ese regalo, ese paquete con mi nombre escrito en la etiqueta, sé dónde me lo han dejado Sus Majestades: en la iglesia, para que lo abra durante la Santa Misa en mi parroquia (no te olvides de que el 6 de enero es día de precepto). La esperanza la regala el Señor, y los Reyes Magos saben que "mejor, cuanto más cerca". Por eso nos dejan allí los paquetes de este tipo de regalos.
Sin esa esperanza, no entenderé que "lo que viene, conviene". Sin ella, no seré capaz de encajar todo lo que este año nuevo me va a ofrecer, ni de aceptar el omnia in bonum ("todo es para bien").
Hace unos años, escribía en Calendario de Adviento:
"Quiero una máquina pulidora que saque brillo a los días negros, sabiendo que, con el brillo de esos días, conseguiré apreciar los infinitos colores diferentes que tienen los días anodinos".
Omnia in bonum: el dolor, la contrariedad y el sufrimiento tienen un sentido en nuestra vida; normalmente, haciéndola más valiosa. Pero, sin la esperanza, no sabremos confiar, no podremos mirar… y ver más allá.
Sin esa esperanza, sería un drama recoger la decoración navideña. Es esa esperanza la que me recuerda que, pase lo que pase, venga lo que venga en este nuevo año, la batalla está ganada. Sólo hay que perseverar. ¿Añadimos una ración doble de esperanza en la carta a Sus Majestades? Why not?