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El papel del médico de familia para humanizar la sociedad

Alejandro Martín Carrero, médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, doctor en Farmacodependencias

Matilde Latorre

Alejandro Martín Carrero, médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, doctor en Farmacodependencias

Matilde Latorre - publicado el 24/12/22 - actualizado el 19/05/23

Entrevista con el doctor Alejandro Martín Carrero, quien ha dedicado buena parte de su prolongada vida profesional a la humanización de los sistemas de salud en España, América y África. ¿La clave? Recuperar la relación médico-paciente. Una misión que el Papa Francisco está apoyando decididamente

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La crisis del sistema sanitario se está convirtiendo en uno de los síntomas más preocupantes de la crisis de humanización que atraviesan las sociedades del tercer milenio, incluidos países ricos o pobres. 

El papa Francisco ha puesto el dedo en la llaga recientemente cuando denunciaba que «lamentablemente, por varios motivos, la figura del médico de familia casi ha desaparecido«.

El riesgo, siguió afirmando, consiste en que «se descuide la buena calidad de los servicios territoriales sanitarios; o que estos resulten tan burocratizados e informatizados, que las personas ancianas o poco formadas se encuentren de hecho excluidas o marginadas» (14 de noviembre de 2022).

Para comprender mejor el papel del médico de familia y su carácter humanizador de la sociedad, Aleteia ha entrevistado a Alejandro Martín Carrero, médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, doctor en Farmacodependencias, con una prolongada experiencia profesional tanto en España como en Colombia, Mauritania y otros países. 

El médico de familia debe ser el centro del sistema sanitario

– ¿Qué función tiene el médico de familia? 

Alejandro Martín Carrero: Es un poco el centro del sistema sanitario. No solo es la puerta de entrada, es el centro. Porque no es solo ayuda al paciente en un momento puntual, sino que conoce toda la patología que padece dicho paciente y le acompaña en todo el trayecto vital. Intenta conseguir que el paciente tenga una suficiente calidad de vida y que pueda desarrollar bien todas sus actitudes.

Y eso es labor del médico de familia, por tanto, es un médico un tanto especial. Es un poco amigo de pacientes, hay que estar cerca de ellos. Lo importante es conseguir ese fin, esa proximidad entre médico y paciente. 

El médico, yo así lo siento, es una marioneta en manos de Dios.

– Ser médico de familia, ¿es más vocacional que ser médico de otra especialidad?

Sí, es verdad. Ser médico de familia es una auténtica vocación. Es un servicio. Quizá, por eso, en este momento, hay un déficit importante de médicos de familia.

Ante todo, porque no se les ha valorado especialmente bien. En segundo lugar, porque ni son funcionarios del Estado, ni son plumíferos para escribir y transcribir lo que dicen otros médicos.

En cierto sentido, deben ser los que coordinen la acción de todos los médicos que intervienen sobre un paciente. Pero eso requiere algo que no se está fomentando: que sea un médico con una vocación real.

Yo me siento como una marioneta que hace años me regaló mi hermana, cuando me hicieron doctor honoris causa en Colombia. El médico, yo así lo siento, es una marioneta en manos de Dios.

Aproximarte a la persona que sufre supone una cuestión de humanidad.

– Tienes una trayectoria profesional impresionante: médico militar, y también puestos importantes en el gobierno de España, incluso en varios países de América y África. Ahora eres médico de familia. Esta etapa es la menos mediática, ¿pero tal vez la más gratificante?

Es infinitamente la más importante, sin duda alguna.  Yo tengo todavía mi primera tarjeta de visita, con mi número de teléfono y dirección. Abajo ponía: «médico». Me la regaló mi padre el día en que acabé la carrera.

La primera tarjeta se la escribí a una de mis abuelas y ponía: «Ya he conseguido la primera parte de lo que quería hacer, lo más complicado viene ahora: conseguir ser un buen médico».

Es mi vivencia. Quizás sea de los últimos románticos. Yo me formé leyendo novelas de A. J. Cronin y de autores norteamericanos.

En medicina, yo considero que lo que tienes que hacer es aproximarte a la persona que sufre y eso supone una cuestión de humanidad. 

El médico solo puede establecer una relación si escucha bien al paciente

– Tú no escondes que eres católico. Lo primero que ve un paciente al entrar en tu consulta es tu Cruz en el cuello. Expones el Belén todo el año. ¿Por qué lo haces? ¿Has sentido alguna vez rechazo por llevar la Cruz?

Soy católico y no lo escondo, y si a alguien no le gusta, es lo que hay. Esto es lo que soy.

Es muy importante que el paciente sienta respeto, y atención. Entonces solo se puede establecer una relación si escuchas bien al paciente, si sabes cuáles son sus características, sus limitaciones…

Ser médico no es solo saber una serie de textos, comprender una serie de teorías, o conocer muchas cosas que se van publicando en el día a día. Se trata, ante todo, de saber escuchar. 

– Entre las organizaciones que están promoviendo la visión del médico de familia que propone el papa Francisco cabe mencionar SOMOS Community Care. En octubre, participaste en el congreso internacional de esta asociación en Madrid, que reúne a más de 2.200 médicos de Nueva York. Se afrontó un tema fundamental, la necesidad de una revolución: poner al médico en el centro del mundo sanitario, primer paso para lograr una sanidad justa para todos. ¿Cuál es tu postura?

Fue una suerte poder compartir ese encuentro de SOMOS Community Care, con médicos tan comprometidos con sus pacientes.

En su justa medida, yo creo que el derecho a la salud es de los más importantes para el ser humano.

Empezando por España, la sanidad no es igual para todos. Dentro de una misma nación, donde todo el mundo paga impuestos, todos deben de tener igualdad ante la salud, al igual que la tienen ante la ley.

Es necesario volver a descubrir el papel del médico de familia, capaz de crear una relación personal con el paciente, permitirle tener la disponibilidad para acoger y escuchar. 

En un mundo cada día más globalizado, no puede entenderse que vaya a un país, como Mauritania, en el que he trabajado, o Túnez, antes de la revolución, y constatar que la calidad de la asistencia sanitaria depende del dinero del paciente.

En Colombia, donde he trabajado mucho, la calidad de la atención no tiene nada que ver con la que se tiene aquí. 

Hay una serie de derechos humanos que no se están respetando, y esto es preocupante.

Lo podemos ver en cómo se ha hecho frente al tratamiento del COVID19: esos derechos, han sido desiguales.

Pero podemos cambiar todo volviendo a poner la relación médico-paciente en el centro del sistema. 

Un cuento de Navidad como acto de amor al paciente

– Cada Navidad sorprendes a tus pacientes con un cuento de Navidad. ¿Cómo surgió esa idea?

He tratado de ejercer la medicina, como yo creía que se debía ejercer: muy cerca del paciente.

Muchos me han llamado loco por abrazar a un paciente con hepatitis o con SIDA. Y lo hacía porque no hay nada que le pueda ofrecer un médico a un paciente más bonito que tenderle la mano.

Por lo menos, el paciente se va a encontrar bien atendido, tranquilo y confiado en su médico. Necesita hablar con su médico y contarle sus problemas. Forma parte también del tratamiento.

En los primeros años de ejercicio, lo pasaba a veces muy mal. Porque los Reyes Magos a mis hijos les llegaban por triple: llegaba un paciente y les traía una bicicleta para cada uno, yo no podía responder a las múltiples atenciones que los pacientes tenían conmigo.

Lo único que podía hacer era mandar una postal de Navidad diseñada por Juan Ferrándiz, que me gustaba mucho, escrita a mano, para cada uno de mis pacientes.

Un día me llegó una señora mayor y me dijo: «Doctor, las felicitaciones de Navidad son tan bonitas que yo las guardo«.

Aquella idea primera ya empezaba a tomar unas cotas impresionantes. Un día se me ocurrió hacer un cuento, fotocopiarlo y mandárselo a los pacientes, a cada uno por correo, no electrónico, con sello.

Así fue surgiendo la idea hasta que ya se creó una tradición. Solo un par de años por causas muy específicas no he podido escribir el cuento de Navidad.

Esta es mi manera de agradecer a los pacientes sus atenciones conmigo, que son muchas más de las que merezco.

Es una manera de darles algo, un poco mío, que les haga reflexionar: soy un enamorado de la Navidad.

Es algo que debe permanecer vivo en el corazón de las personas durante todo el año. En mi consulta, hay unos cuantos nacimientos, todo el año. ¿Por qué? Porque siempre me recuerdan que debemos llevar la Navidad en el corazón, todo el año.

Me ayuda mucho con los pacientes más complicados a cambiar actitudes defensivas por mi parte. Me ayuda a aproximarme más a ellos.

Por tanto, me empeñé en que cada año debía escribir un cuento de Navidad. Sin actitudes de moralina, sino simplemente una narración.

La inspiración de algo que me ha pasado con un paciente, de alguien que ya falleció o de una anécdota graciosa.

– ¿Cómo va a ser el cuento que recibirán este año tus pacientes?

Este año me lo he inventado. El cuento es una historia entre el amor y la tristeza de alguien que se ha ido. Es la historia de alguien al que le falta a su esposa, que falleció por una leucemia.

En un momento determinado, el viudo se plantea qué va a hacer en adelante con su vida. Decide volver a su pueblo y establecer una relación de servicio, fundamentalmente con el párroco.

Poco a poco va fomentando, creciendo y eso lo ve traducido, en una serie de beneficios para su comunidad. Uno de esos pueblos aislados de España, que cada día se quedan más solos.

El hombre era un gran escultor y pintor y cuando fallece, su pueblo agradecido va a cantar villancicos alrededor de su tumba y la de su esposa el día de Navidad.

La vida se nos da y la merecemos dándola

– Con todo lo que nos has contado, surge una pregunta espontánea: ¿de dónde surge tu vocación de médico?

Yo aprendí de mis padres dos lecciones. 

De mi padre, una frase que siempre me quedará grabada. El día antes de mi boda me dijo: «a partir de ahora, acuérdate de una cosa, no seas tan egoísta que seas incapaz de recibir«. 

Y de mi madre, que era amante del escritor y poeta Rudyard Kipling y murió muy joven por un cáncer de mama de larga evolución, aprendí esta frase que siempre me decía: «La vida se nos da y la merecemos dándola».

Ese es mensaje del cuento este año: aunque te hayas quedado solo, recordar que vivimos en una comunidad, que no estamos solos y que, si nos damos, podemos hacer partícipe a los demás de lo mejor de nosotros, y entonces es cuando las cosas cambian. 

Es un mensaje de esperanza y de futuro. Eso cabe dentro de nuestra conciencia personal y dentro de unas creencias, de esos valores y principios que están cada día más olvidados. Sin embargo, creo que son fundamentales para cualquier tipo de sociedad.

Mi vida como médico puede resumirse en lo que le escribí a mi abuela cuando acabé la carrera: es algo tan sencillo como ser un buen médico y un médico bueno.

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