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Meditación de Navidad, según «una mística de nuestro tiempo»

ojos de rey

Public Domain

Rostro de rey, detalle, Giotto, capilla de los Scrovegni (Padua)

Matilde Latorre - publicado el 15/12/22

Sor María de Gracia, monja del Convento de Santa Marta de Córdoba, nos ofrece una meditación para vivir la Navidad con nuevos ojos: los ojos de Dios Padre. En esta religiosa jerónima, poesía y unión con Dios se tocan.

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«Una mística de nuestro tiempo». Así ha presentado la directora de comunicación de la Fundación DeClausura, Blanca de Ugarte, a sor María de Gracia, monja del  Convento de Santa Marta, el más antiguo de clausura de Córdoba (España).

La religiosa jerónima, maestra de contemplación de la Palabra de Dios para miles de personas gracias a sus meditaciones diarias de «lectio divina» (lectura orante de la Biblia), dirigió el XVI encuentro en el claustro, una videoconferencia virtual por Zoom, celebrada este  14 de diciembre, con la participación de personas de numerosos países de habla hispana.

Sor María de Gracia se ha convertido en una referencia desde la reciente publicación de su libro Tu palabra me da vida (editorial Almuzara). En él ofrece una propuesta de meditación diaria refleja su experiencia de Dios y de la vida. 

Poesía inspirada por el amor a Dios

Su originalidad consiste en contemplar (no elucubrar) la Palabra de Dios, de manera original y espontánea, sin metodologías ni técnicas complicadas. De hecho, en sus reflexiones, no hay otro libro de partida que no sea la Biblia. Su poesía se inspira en su amor por Dios y los demás. 

La  periodista Blanca de Ugarte, al introducir a sor María de Gracia, mostró la gran paradoja de su vida. Como religiosa de clausura de la Orden de San Jerónimo, vive su consagración a Dios entre los muros de su convento.  Ahora bien, su capacidad para contemplar a Dios, reflejada en sus meditaciones sobre la Palabra, están llegando a todos los continentes, incluida China, país que estuvo representado en la videoconferencia.

«Soy monja de clausura, pero me debo al mundo. Es algo tan sencillo que ponerlo en palabras cuesta mucho», confesó sor María de Gracia al introducir una meditación espontánea de preparación de la Navidad. 

Oración cósmica

Sor María de Gracia, con su oración y poesía. acaricia a cada hermano de todos los tiempos, lenguas y naciones, a la Iglesia y a los sacerdotes, a los niños, a los legisladores, a las madres que dan a luz y a las que abortan, a los pobres, solos y enfermos, «los despojados, predilectos del Despojado». 

La monja jerónima, como explica la presentación de su libro, «ve concentrada en el patio de su monasterio la belleza de la creación entera, el silencio y la grandeza del Misterio. Disfruta la gloria de Dios en las noches estrelladas, en la serenidad de su música callada». 

Esta monja siente desde su clausura, tan absurda para el mundo, la palpitación de los hermanos de este mundo. Sin salir del claustro, sor María de Gracia, como tantas monjas contemplativas, eleva al Señor una oración cósmica, ofreciendo el mundo al Dios que lo creó y ofreciéndose ella misma con ese mundo, en unión con Cristo y en Cristo. 

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Sor María de Gracia

«Silencio, belleza, anchura interior, virginidad de alma y de cuerpo, alegría, pobreza, fraternidad, optimismo existencial, osadía profética». Todo esto y mucho más puede percibir quien se acerca a las meditaciones de esta mujer consagrada a Dios en la oración y el trabajo.

Como regalo de Navidad a los lectores de Aleteia, ofrecemos una antigua meditación navideña compuesta por sor María de Gracia.

El color de los ojos de Dios

«El Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros» (Juan 1, 14). 

Padre Dios, me impresiona, al despertar, el color de tus ojos, tu luz, tu verdad y tu amor. Esto lo veo con los ojos del alma, abierta en tu presencia. ¿Por qué ese color encarnado de tu mirada hoy, Señor? ¿Será porque el Hijo se ha «desprendido» de la Trinidad? ¡Qué misterio! 

Es un misterio de «dolor-gozo-amor». El misterio del amor de Dios no puedo alcanzarlo, pero me lanzo, atrevida, por ese camino, intentando profundizar más y más en ese Misterio adorable. 

Sí, me impresiona mucho el color de tus ojos, Señor. Tu luz, tu verdad y tu amor me envuelven y me conducen en pura esperanza, hacia tu Reino de belleza, de luz y de paz. Me siento profundamente atraída por la Encarnación de tu Hijo. 

«En distintas ocasiones y de muchas maneras, habló Dios a nuestros padres por los profetas. En esta etapa final nos ha hablado por el Hijo» (Hebreos 1, 1). 

¡Misterio del Amor! ¡Ver a Dios tan pendiente de nosotros, tan ocupado en amarnos!

Durante toda la historia procura atraernos con cuerdas de amor. No se cansa… Nos ha escrito una carta amorosa, la Biblia, para que nos enteremos de cómo es Él y lo que desea. 

Al llegar la plenitud de los tiempos, la Trinidad se «desprende» de la Segunda Persona… Deseo ser muy consciente de esta realidad para no fabricarme ídolos que me impidan vivir el Misterio. 

A través de toda la historia, Dios ha tratado de comunicarse con sus hijos de todos los tiempos. Les ha mandado mensajes con sus profetas. No se les ha escuchado. Han sido asesinados o retirados. Pero Dios no se ha cansado de enviarnos sus noticias. Ni nos hemos cansado de retirar a sus mensajeros. Su amor sin límites no lo entendemos. Y Dios sigue mandando mensajeros hasta hoy, sigue amándonos… 

«El mundo fue hecho por Él y el mundo no lo conoció. Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron» (Juan 1, 10-11). 

Todo esto me impresiona tanto que no sé decir nada, solo puedo intuir el amor de Dios tan diferente del nuestro. Su amor es un océano inmenso, infinito… 

Las generaciones, los imperios nacen, llegan a su plenitud, decaen y mueren. Dios permanece. 

Esta generación nuestra se encuentra en trance de profunda purificación, y transformación. Si no responde a las llamadas de Dios, se descompondrá y será el abono que alimente el brote nuevo de una nueva generación… 

«Algo nuevo está naciendo. ¿No lo veis?» (Isaías 43, 19). 

Vengo del patio central [del convento], bellísimo en este momento. Lo veo envuelto en una luz y un aroma de misterio. Sencillamente abierto a lo que le caiga: la lluvia, la oscuridad, el viento… Así deseo yo estar ante Dios. 

Señor Dios, hoy te pido perdón por todos los hermanos de todos los tiempos, por todos los pecados cometidos en la historia. Te doy gracias porque conoces nuestro corazón, te acuerdas de que somos barro (Salmo 103, 14). 

Danos el poder de profundizar en tu Misterio y acoger tu amor para que podamos salir de nuestras tinieblas y de las trampas que nos tiende el mal. 

Gracias, Señor, porque no te cansas de amarnos. Amén.

(Meditación para el día de Navidad tomada del libro Tu palabra me da vida (editorial Almuzara)
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