Papa Francisco envía un mensaje con motivo del Día Internacional de la Personas con discapacidad y las califica de "magisterio de la fragilidad": "si fuera escuchado, haría nuestras sociedades más humanas y fraternas, induciendo a cada uno de nosotros a comprender que la felicidad es un pan que no se come a solas".
Comienza Papa Francisco su mensaje invitando a comprender que "nuestra fragilidad no ofusca de ningún modo el resplandor del «Evangelio de la gloria de Cristo», más bien revela «que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios» (2 Co4,4.7)" y recuerda que "comunicar el evangelio no es una tarea reservada sólo a algunos, sino que es una necesidad imprescindible de cualquier persona que haya experimentado el encuentro y la amistad con Jesús".
Confianza en el Señor
"La confianza en el Señor, la experiencia de su ternura, el consuelo de su compañía no son privilegios reservados a unos pocos, ni prerrogativas de quienes han recibido una formación cuidadosa y prolongada. Por el contrario, su misericordia se deja conocer y encontrar de manera muy particular a quienes no se fían de sí mismos y sienten la necesidad de abandonarse en el Señor y de compartir con los hermanos", afirma el Papa que muestra que esta conciencia: "nos libera de la tristeza de la queja —incluso cuando hay motivos— y permite al corazón abrirse a la alabanza".
"¡Cuánto nos ayudaría la conciencia de necesitarnos los unos a los otros para tener relaciones menos hostiles con quienes están a nuestro lado! Y la constatación de que tampoco los pueblos se salvan solos, ¡cuánto nos impulsaría a buscar soluciones para los conflictos insensatos que estamos viviendo!", explica el Papa.
En su mensaje no quiso olvidarse del sufrimiento de Ucrania
"¿Cuántas personas —en Ucrania y en los otros escenarios de guerra— permanecen confinadas en los lugares donde se combate y ni siquiera tienen la posibilidad de huir? Es necesario brindarles una atención especial y facilitarles el acceso a las ayudas humanitarias por todos los medios."
Papa Francisco alertó de un grave peligro "imitar el modo en que la sociedad deja de lado a estas personas. Las formas de discriminación enumeradas —la falta de escucha, la violación del derecho a elegir dónde y con quién vivir, la negación de los sacramentos, la acusación de brujería, los abusos— y otras, describen la cultura del descarte en relación a las personas con discapacidad. No surgen por casualidad, sino que tienen en común la misma raíz: la idea de que la vida de las personas con discapacidad valga menos que la de los demás".
Termina su mensaje pidiendo "mirar la realidad con ojos nuevos" y nos damos cuenta de "la necesidad de derribar también esas barreras que antes parecían insignificantes" . Recordó que "cualquier condición de discapacidad —temporal, adquirida o permanente— no modifica de ninguna manera nuestra naturaleza de hijos del único Padre ni altera nuestra dignidad. El Señor nos ama a todos con el mismo amor tierno, paternal e incondicional".