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El alcalde con ELA que se convirtió y es feliz ayudando a la gente

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Gentileza José Ramón Amores.

José Ramón Amores con su hijo, que quiere ser científico para curarle.

Benito Rodríguez - publicado el 28/11/22

Juan Ramón Amores es un luchador incansable contra el ELA. Se reconoce feliz y afortunado. Es regidor de La Roda (Albacete, España). A pesar de ir en silla de ruedas y estar limitado por la enfermedad, no rebaja su agenda de servicio a los vecinos. Es un ejemplo para sus vecinos. Su familia es el motor de su vida. En esta difícil etapa de su vida se ha reencontrado con Dios

El ELA no le detiene. Ocurrió hace siete años. El 13 de noviembre de 2015. Juan Ramón recibía la mala noticia: padece ELA. Le dan tres años de vida y le recomiendan hacer un testamento vital. “

“Fue un palo muy duro”, recuerda, pero “me fui a trabajar dos horas después”. Desde el primer momento tenía claro que él iba a seguir con su vida de la mejor manera posible: “Tenía claro que iba a seguir trabajando”.

Gana las elecciones

Con la enfermedad, su vocación de servicio público se acentuó más si cabe. Entonces era director general de Deportes de la Junta de Castilla la Mancha.

“Quiero hacer el bien, solucionar problemas de la gente”.

Y en eso está. Cuatro años después de ser diagnosticado, se presentó a la alcaldía de La Roda, un famoso municipio de Albacete. Y ganó las elecciones.

Fue investido alcalde el 15 de junio de 2019, ya con efectos muy visibles del ELA.

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En el acto de investidura como alcalde.

El más notorio, que andaba con dificultad: “Me caí y me di un golpe en la cara. Pensaba que me iba a derrumbar en el discurso de investidura, pero me quedó bonito. Ahora veo las fotos y se me nota el golpe”.

Recuerda cómo ese día fue otro ejemplo de superación.

Desde entonces, sigue con su agenda. Hoy por hoy, en silla de ruedas y con problemas para hablar con normalidad, sigue con una ajetreada agenda de alcalde, con actos, plenos y siempre abierto a los vecinos. “Voy por el pueblo, muchos me dan ánimos. Otros me cuentan sus quejas. Algunos me critican. La gente viene a contarme lo que le pasa, los problemas que tienen”. Y él, con su enfermedad, sigue para ellos.

La familia, su gran apoyo

Pero esta dedicación no es posible sin su familia. Juan Ramón está casado con Mónica Varela, con quien tiene dos hijos: Iván, de 8 años y Jimena de 5.

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Su esposa Mónica peinando a Jimena, la pequeña.

Fue un valiente porque su segunda hija nació con él ya enfermo:

“Si hubiera hecho caso al médico, no hubiera tenido a Jimena. Pero no quería dejar a Iván sólo”.

Tanto él como su esposa saben de la riqueza que es una familia grande, el apoyo entre hermanos. “Al principio nos daba miedo, pero ahora cuando los veo juntos, disfruto mucho”. Y ellos de él. “Vamos al parque, uno monta conmigo en la silla y el otro detrás. Queremos ser una familia normal.”

Y por eso en su agenda, siempre, cada día, hay un rato marcado en rojo:

“Yo trabajo muchas horas en la alcaldía, pero siempre dedico un rato a estar con mis hijos, cada día, para jugar con ellos.” 

El sueño de su hijo

Juan Ramón habla con sus hijos de forma natural del ELA, de la vida. “Nadie sabe dónde vas a estar mañana”, les dice.

Se centra en “darles una herencia en forma de superación. Que en el futuro se sientan orgullosos de su padre”. Pero ya lo están. Tanto que su hijo Iván tiene claro qué quiere ser de mayor.

Ya el año pasado, cuando tuvo que hacer una redacción para el colegio con la pregunta de qué les gustaría ser en el futuro, dijo que “científico para curar la enfermedad de mi padre y ayudar a todo el mundo.”

Mónica, su esposa

Si hay alguien fundamental en la vida de Juan Ramón es Mónica. Se nota la emoción de Juan Ramón cuando habla de ella:

“Si no fuera por ella no podría hacer nada. Ella ha tenido que dejar de trabajar para que yo pueda seguir trabajando.”

No tiene palabras para agradecer ese trabajo silencioso pero constante. Siempre está ahí, con él, y con los niños. Llega a todo, dedicación completa por amor.

Reencuentro con Dios

Como tantos niños en España, Juan Ramón fue bautizado, hizo la Primera Comunión y después la Confirmación. Fue educado en la fe, pero en la juventud la fue abandonando. “Yo había perdido la fe -reconoce- pero en los últimos años me he acercado a Dios. Cada día tengo más fe y estoy más dentro de la Iglesia”, asegura.

La enfermedad ha servido para un reencuentro con el Señor, que le acompaña en esta etapa de su vida.

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Juan Ramón con sus hijos.

Vivir, disfrutar y ayudar

Juan Ramón quiere que se conozca su historia para que la gente piense que “le puede tocar a cualquiera, da igual la vida que lleves”.

Su mensaje es claro: “La vida es un regalo”. Por eso pide hacer el esfuerzo de disfrutarla, de ser felices, y él da su fórmula para alcanzar esa felicidad: “Ayudando a la gente”.

“El presente es muy bonito, hay que vivirlo y disfrutarlo, el futuro no existe. Pensamos demasiado en el futuro y lo que queremos tener y no nos damos cuenta de lo que ya tenemos y no lo disfrutamos.”  

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