La misa en la Basílica de San Pedro tuvo como invitados de honor a los pobres, vestidos de dignidad, humildes en la oración, agradecidos a Dios.
Y también al papa Francisco que hace 6 años, en el Jubileo de la Misericordia de 2016, decidió abrir las puertas del grandioso templo vaticano con la sola intención de abrir los corazones del mundo a los más necesitados y vulnerables.
El 13 de noviembre de 2022, la Basílica Vaticana estaba repleta de obispos, sacerdotes y fieles, en su mayoría, familias pobres, algunas personas sin techo, inmigrantes y discapacitados, acompañados por voluntarios de la Cáritas y otras asociaciones.
El Papa invitó a dejar de mirar los majestuosos y colorados mármoles y piedras del templo, para ver al ser humano, que es "el templo de Dios".
De esta manera será posible, como pide el mismo Jesús en el Evangelio de hoy, leer los "eventos turbulentos y dramáticos que marcan la historia humana" sin dejarse engañar y dando testimonio.
Francisco llama a no dejarse engañar por el miedo, a no ceder al derrotismo, sino a aprender a leer con los ojos de la fe, los acontecimientos dramáticos.
No a la superstición y al engaño
Eventos y dificultades, dice Francisco, que no deben alarmar o preocupar. Como dice Jesús "no se dejen engañar" por suplantadores. No se alarmen "cuando oigan hablar de guerras y revoluciones".
En otras palabras, se trata de no caer en la "tentación de leer los hechos más dramáticos de manera supersticiosa o catastrófica" y pensando en un supuesto fin de mundo, dejar de hacer el bien.
"Si pensamos de esta manera, nos dejamos guiar por el miedo, y quizás luego buscamos respuestas con curiosidad morbosa en las fábulas de magos u horóscopos, que nunca faltan; o bien, confiamos en fantasiosas teorías propuestas por algún "mesías" de última hora, generalmente siempre derrotistas y conspirativas. Aquí no está el Espíritu del Señor".
No a la resignación y el desaliento
El llamado, subraya el Papa, es a no dejarse deslumbrar por "curiosidades ridículas", a no dejarse engañar por el miedo, a no ceder al derrotismo, sino aprender a leer con los ojos de la fe los acontecimientos dramáticos, las situaciones de dolor, guerras, revoluciones y calamidades. Porque como dice Jesús, "todo esto no es el final".
El discípulo del Señor no se deja atrofiar por la resignación, no cede al desaliento ni siquiera en las situaciones más difíciles, porque su Dios es el Dios de la resurrección y de la esperanza, que siempre reanima, con Él siempre se puede levantar la mirada, empezar de nuevo y volver a caminar.
No al victimismo
Con esta perspectiva, ante las crisis, ante las cosas malas que ocurren y generan pobreza y sufrimiento, el cristiano debe preguntarse qué puede hacer, en lugar de quedarse "como víctimas de lo que sucede".
Y aprovechar la oportunidad para hacer el bien y construir también a partir de situaciones negativas. Porque cada crisis es una posibilidad y ofrece oportunidades de crecimiento.
Familias necesitadas, ancianos solos, personas sin techo, inmigrantes, voluntarios y fieles asistieron a la misa por la Jornada Mundial de los Pobres.
No a la sordera interior, a corazones adormecidos
"Hermanos y hermanas, esta Jornada Mundial de los Pobres la Palabra de Jesús es una fuerte advertencia para romper esa sordera interior que nos impide escuchar el grito sofocado de dolor de los más débiles", exclama el papa Francisco.
Y recuerda que vivimos en sociedades heridas y asistimos a escenarios de violencia, injusticia y persecución.
Asistimos a una guerra cruel y despiadada como la de Ucrania "que provoca la muerte de tantos inocentes y multiplica el veneno del odio".
Presenciamos, dice el Papa, la crisis del cambio climático, los miles de personas que emigran en busca de esperanza y muchas otras que viven en precariedad por la falta de empleo, en condiciones injustas e indignas.
"Y también hoy los pobres son las víctimas más penalizadas de cada crisis. Pero si nuestro corazón permanece adormecido e insensible, no logramos escuchar su débil grito de dolor, llorar con ellos y por ellos, ver cuánta soledad y angustia se esconden también en los rincones más olvidados de nuestras ciudades".
No al populismo, a la marginación
Ante este panorama desolador, el Papa exhorta a dar testimonio del Evangelio y a "encender luces de esperanza en medio de la oscuridad", a comprometerse con valentía por la justicia, la legalidad y la paz, estando del lado de los débiles.
"No escuchemos a los profetas de desventura; no nos dejemos seducir por los cantos de sirena del populismo, que instrumentaliza las necesidades del pueblo proponiendo soluciones demasiado fáciles y apresuradas. No sigamos a los falsos "mesías" que, en nombre de la ganancia, proclaman recetas útiles solo para aumentar la riqueza de unos pocos, condenando a los pobres a la marginación".
Somos el templo de Dios
Al concluir su homilía, el Papa recordó que la fuerza para seguir adelante es abrir nuestro corazón para aumentar nuestra capacidad de amar.
Es confiar en Dios conscientes de que nos conoce, está a nuestro lado y cuida de nosotros.
Entonces, amados por Él – exhortó Francisco -decidámonos a amar a los hijos más descartados, cuidemos de los pobres, en quienes está Jesús, que se hizo pobre por nosotros:
"No podemos quedarnos, como aquellos de los que habla el Evangelio, admirando las hermosas piedras del templo, sin reconocer el verdadero templo de Dios, que es el ser humano, especialmente el pobre, en cuyo rostro, en cuya historia, en cuyas heridas está Jesús. Él lo dijo. Nunca lo olvidemos".