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El papa Francisco desencadenó una serie de reflexiones en varios medios de comunicación y comentarios en redes sociales tras realizar sus consideraciones sobre la epidemia del «consumo» de pornografía digital por parte de sacerdotes, seminaristas y religiosas.
La «pornografía que hoy está a la orden del día» y «es un vicio que tienen muchos laicos, y también sacerdotes y monjas». Y -agregó el Papa- la tentación de la pornografía digital «debilita el alma. El diablo entra por ahí: debilita el corazón sacerdotal» (27.10.2022).
El contexto ha sido una audiencia - sin discursos preparados - concedida por el Sucesor de Pedro a los seminaristas y sacerdotes que residen en Roma del pasado 24 de octubre, cuyo texto fue publicado unos días después por el Vaticano (26.10.2022).
El pontífice también les dijo que «el corazón puro, el que recibe a Jesús cada día, no puede recibir esta pornografía» y que si tienen porno en su teléfono móvil que lo eliminen para «que no tengan la tentación a mano».
¿Exagera el Papa?
«La pornografía digital es una amenaza muy real, como advierte el Papa», dijo a Aleteia la religiosa María Rosaura González Casas, STJ, psicóloga con más de treinta años de experiencia, especializada en el acompañamiento de consagradas y consagrados, profesora del Instituto de Psicología de la Pontificia Universidad Gregoriana (P.U.G.) de Roma.
«Un cuestionario llenado por 1417 religiosas de América Latina y el Caribe, llevado a cabo por la Comisión de Protección de menores de la CLAR, demuestra que una de cada tres consagradas ha tenido un problema relacionado a la pornografía en Internet».
El fenómeno del consumo de pornografía se disparó con la pandemia. Y es posible que haya aumentado la adicción a la pornografía. Se considera adicción, es decir que no se puede controlar, cuando se consumen diez horas a la semana de pornografía, según la experta.
Durante el periodo de confinamiento, el Internet se convirtió en un lugar de encuentro para algunos. Pero para otros de escape, evasión y hasta de refugio.
«Porno y tráfico de personas son las dos industrias más lucrativas del mundo y conviven juntas. En un solo día en 2018, 92 millones de personas visitaron un solo sitio pornográfico», dijo la psicóloga. Netflix o Amazon Prime, u otras plataformas streaming de entretenimiento convencional, en ese periodo soñaban con lograr dichas cifras de alcance en una jornada.
Material porno accesible
Aplicado el análisis al consumo de contenido para adultos por parte de religiosas y religiosos, el promedio de edad está alrededor de los 30 a 50 años, indicó González Casas.
«Los y las jóvenes que entran a los seminarios y a la vida religiosa provienen del mismo ambiente que vive la sociedad, y es posible que algunos de ellos antes de entrar al seminario y a la vida religiosa ya hubiesen tenido algún contacto con espacios donde aparece la pornografía ya que en el Internet se dá una invasión de contenidos sexuales».
Está presente en la mayoría del web, aunque si no de manera directa, en forma de anuncios o a tres clic. La psicoterapeuta sostiene que «alrededor de 7% son los sacerdotes o seminaristas y 3% las religiosas que se encuentran en dificultades por este problema. Los religiosos y las religiosas acceden a estos espacios cibernéticos por distintos motivos», aclara.
Porno, droga del milenio
La pornografía es la droga del milenio. Esta se «difunde muy fácilmente porque es accesible para todos, porque es gratuita, porque mantiene el anonimato, porque es interactiva y porque es personalizada, aunque despersonaliza a las personas y crea adicción».
El problema es grave en la sociedad y radica - según la experta - «en que 50% de los jóvenes adultos visitan regularmente espacios pornográficos, y el 70% de los chicos y chicas, alguna vez, ha recibido imágenes pornográficas» vía web.
La epidemia del porno necesita un control por parte de las grandes compañías tecnológicas del web, opina la hermana González Casas, pues, afirma que «es un daño no solo para los religiosos, seminaristas, sacerdotes, también para toda la juventud: Siete de cada diez adolescentes consumen pornografía».
Material porno como la cocaína
De la visión de contenidos sexuales explícitos por accidente o por curiosidad - que puede ocurrir - se puede llegar a «la adicción que destruye todo», insiste la también profesora del curso de Experiencia de la integración pisco-espiritual en la P.U.G., de Roma.
«Ver pornografía libera en el cerebro varias sustancias (dopamina, serotonina, oxitocina, entre otras), con efectos, muy semejantes a los de la cocaína, las drogas y esto es los que crea la adicción».
«Digamos que es el contacto con el mal porque usa a las personas ‘como objetos’ para el propio placer y consumo. En la pornografía se ejercita un poder sobre otras personas para usarlas según el propio antojo, aunque sea de manera digital, y eso destruye la posibilidad de relaciones dignas y de respeto entre las personas».
¿La pornografía envenena el alma?
La psicóloga considera que la adicción a la pornografía es un «mal gravísimo» que afecta el cerebro; «al proceso cognitivo, como la memoria, la reflexión, la capacidad de concentración, la atención, la fantasía, la imaginación». Y además impacta en la voluntad al crear dependencia.
La experta indica que la adicción a la pornografía «asocia emociones y sentimientos que son incompatibles» que hacen un gran daño a la persona. «Por ejemplo, la excitación sexual con la rabia, con el miedo, con el sentido de impotencia, con la culpa».
Y «el daño tan grave que es para las relaciones el uso de imágenes o representación de personas donde no hay un vínculo real que potencia la fantasía de dominar totalmente a la persona». La adicción a la pornografía «crea una sensación al mismo tiempo de vacío, de anestesia del dolor».
Próximamente en Aleteia, la segunda parte de este especial: El consumo de porno por parte de mujeres consagradas. Y la tercera entrega: El abuso de pornografía por parte de seminaristas.