La reapertura, tras siete años de cierre, del paso por el simbólico puente que divide la frontera entre Colombia y Venezuela es la medida más esperada, no solo por las poblaciones fronterizas de ambos países sino por el comercio que una vez llegó a ser sumamente importante para estas naciones.
Es común escuchar decir que si Venezuela se resfría, Colombia tose y viceversa. Y es exactamente lo que ocurre cuando dos territorios hermanos, donde cada familia tiene un colombiano y un venezolano en su haber, donde el cardiólogo puede estar de un lado y el dentista del otro y donde las relaciones de negocios están a la orden del día, son bloqueados por una decisión política ajena sus necesidades.
Ha sido, ciertamente, un cierre de fronteras largo, doloroso y de graves consecuencias. Pero lo peor, injustificado y camuflajeado detrás de un incidente menor cuando en realidad se trataba de un pase de factura política. Fue un tema de conveniencia para el régimen venezolano.
Al final, son los pueblos los que sufren porque las economías se desaceleran. Una situación así termina fortaleciendo las mafias de frontera, el contrabando, el desabastecimiento y otros males derivados de esas “vedas”.
¿Farsa o necesidad?
En la frontera, el cierre del comercio formal y del paso regular, clausurado desde el 2015, derivó en una situación de crimen organizado donde participan grupos armados al margen de la ley y funcionarios de la administración pública y de los diversos organismos de seguridad del estado.
Es público, notorio y comunicacional la existencia de las «trochas», así como el cobro que guerrilla y funcionarios hacen a los ciudadanos por el tránsito de mercancías y personas en las mismas.
«A pesar de ello Maduro- comenta el exgobernador del Táchira y dirigente democristiano César Pérez Vivas- no abrió la frontera. Lo de la apertura fue una burla la ciudadanía, a la sociedad venezolana y colombiana, y muy especialmente a las comunidades fronterizas”. Calificó el hecho como una "farsa"».
«Desde otra perspectiva, la apertura ya comenzó –apunta el analista político venezolano Manuel F. Sierra- porque es necesario y la requieren los dos países. Sobre todo la apertura económica. Más Colombia que Venezuela. La suspensión de las relaciones, la ruptura, afecta a la economía colombiana más que a la venezolana». Y es lógico pues la economía colombiana está pujante mientras Venezuela está deprimida y paralizada.
Una desigualdad que se abre con la frontera
Hace pocos días se anunció y materializó la reapertura del vital paso y ha surgido mucha especulación política al acudir el presidente Gustavo Petro y no Nicolás Maduro. Y allí está parte de la explicación, en los intereses que son comunes pero también contradictorios. La economía venezolana está deprimida y la colombiana activa. A pocos días del anuncio, se ven gandolas y camiones con mercancía pasando desde Colombia, mientras que desde Venezuela no hay mucho que aportar.
Cuando se rompieron las relaciones existía cierto equilibrio comercial entre ambos países, pero cayó la economía venezolana, mientras que la colombiana ha continuado su proceso de consolidación. Hay una desigualdad importante allí que se va a reflejar ahora. Es por ello que antes de abrir las fronteras hubo el precedente de afinar las condiciones en que ello se haría en las Cámaras de Comercio de ambos países, cuando los empresarios tuvieron parte en el restablecimiento de esas relaciones.
Hay un dato importante: el promedio de las relaciones comerciales entre Venezuela y Colombia en los últimos años fue de 8 mil millones de dólares. El año pasado –frontera cerrada- fue de 400 millones de dólares. Una caída sensible. Eso es recuperable. Las empresas que no producían para Colombia seguramente se mantienen en capacidad de reanudar su producción. Ello, no obstante, implica un proceso de restablecimiento de la economía venezolana mientras la colombiana ya está restablecida.
Por ello se habla de que será para fines de año cuando el intercambio pueda realmente verificarse y llegar a unos 2 mil millones, lo que será, fundamentalmente, liderado por Colombia cuya capacidad de exportar es hoy muy superior. En Venezuela el cuadro económico es muy difícil. Baste señalar que el 90% del transporte pesado, de carga, se encuentra paralizado por falta de gasolina, repuestos y otras necesidades. Sin mencionar que el transporte pesado es fundamental en una frontera terrestre.
El factor político
Existe una relación política, no ideológica con Colombia. El gobierno de Petro se mueve con factores del sistema, no se aferra a errores del pasado, al menos hasta ahora. El sacerdote jesuita Luis Ugalde, respetado analista en temas de América Latina, comentó:
«Antes de ganar, ya estaba Petro midiendo las palabras. De lo contrario, no dura seis meses. En contra de lo que dice la gente más pesimista, veo que Petro anda con pies de plomo. Ha puesto un ministro de Exteriores que es del partido Conservador; el de Hacienda es el hombre de más prestigio en Economía, que vive en Estados Unidos y al cual personalmente conozco, quien era del equipo adversario en las elecciones. Cualquiera que sea inteligente sabe que no le reporta nada arrimarse a Venezuela. Lo dijo Petro en la campaña, “no tengo nada que ver con eso”. Montarse en el tren de Venezuela es firmar el fracaso de antemano».
Y así parece que está ocurriendo de cara a las relaciones con el vecino más significativo, Venezuela. A Colombia le importan sus intereses comerciales. Ya sabemos que hace tiempo la diplomacia es económica y comercial más que política. Pero también le importa su posicionamiento internacional -sobre todo en momentos críticos para la humanidad donde las alianzas internacionales son cruciales- lo cual no sacrificará por amarrarse a un régimen fracasado, cuestionado y aislado como el de Venezuela.
De manera que esta reapertura implica más beneficios para Colombia que para Venezuela pero el régimen venezolano no puede resistirse a ella pues sus posibilidades son mínimas de mantenerse respirando si se prolonga de esta realidad.
«El Presidente de Colombia, Gustavo Petro – recuerda Pérez Vivas- se presentó en el puente Simón Bolívar, el más antiguo de los que nos comunican con la vecina nación, para dejar establecido nuevamente el flujo comercial, vehicular y humano que desde los tiempos fundacionales de la República hemos sostenido. Maduro hizo mutis en la escena. Alegando razones de seguridad no se presentó. Envío a su comisario político para la región, a pesar de que esa frontera está llena de militares y además cuenta con la presencia de sus aliados del ELN, el señor dejó embarcado al presidente de Colombia».
Alianzas que se mantienen, con o sin puente
No hay que olvidar, en estos análisis, que Colombia es el principal aliado de Estados Unidos en América Latina. Lo es, no de manera política simplemente, lo cual es frágil, sino mediante acuerdos muy fuertes. Estados Unidos apoyó el ingreso de Colombia a la OTAN, así que hoy es miembro asociado del organismo y mantiene fuertes alianzas militares. Después de Israel, el segundo país con mayor presencia norteamericana es Colombia. Ello obedeció al tema de la lucha contra el narcotráfico, el Plan Colombia y todo aquello; pero están las fuerzas allí y hay acuerdos suscritos entre ambos países que no pueden ser ignorados ni parece que vayan a serlo.
Hay otra arista a considerar en la ausencia de Maduro en la reapertura del paso fronterizo y lo señala Sierra:
«La presencia de Maduro allí iba a caer muy mal en Colombia, donde hay muchas resistencias y reparos contra el mandatario venezolano. Tan así fue que Maduro también hizo un gesto diplomático de molestia pues al no poder acudir él, no envió a la vicepresidenta, tampoco al canciller, que habría sido lo usual. No fue nadie sino el ministro de Transporte que igual se encontraba en el lugar. Si lo vemos desde el punto de vista del equilibrio diplomático, Petro es el presidente y la contraparte allí era un ministro que ni siquiera era representativo para el momento y el acto».
Aún para restablecer las relaciones económicas se han presentado problemas. El caso de Conviasa, línea aérea bandera del Estado venezolano, no puede ser autorizada por Colombia pues tiene el veto de Estado Unidos. Y acá en Venezuela, el gobierno de Maduro asegura que si no puede volar Conviasa no lo hará nadie más.
En pocas palabras, los venezolanos, para ir a Colombia que está a tiro de piedra, tenemos que seguir subiendo a Panamá o desviándonos a República Dominicana para llegar hasta Bogotá o Medellín. Otra vez, sufre la gente y nuestra dignidad y urgencias son lo menos importantes para estos tejemanejes. Pero Colombia debe respetar sus convenios con Estados Unidos y ello incluye a las sanciones que pesan sobre el régimen chavo madurista.
La paz puede ser el vínculo más viable
El 7 de octubre en Bogotá comenzó un evento de gran significación para los esfuerzos que ya Petro anuncia serán adelantados para conseguir la anhelada paz, aún en ascuas después de la deuda derivada de aquel diálogo en Cuba. Se trata – tal como informa la Conferencia Episcopal – de un espacio de encuentro y concertación social en el que participarán cerca de 200 líderes provenientes de 14 de los territorios más afectados por la violencia.
Mucha agua ha corrido bajo los puentes –y no sólo el Simón Bolívar- para intentar encontrar maneras de concretar y anclar una verdadera paz en Colombia. Venezuela debe sumarse pues para nadie es un secreto que nuestro país es, desde hace mucho tiempo, un aliviadero para los contingentes guerrilleros colombianos que se mantienen activos.
Es por ello que Colombia ha propuesto a Venezuela -como antes lo hiciera el gobierno de Santos con Cuba- para que sea la sede de los diálogos que siguen buscando una paz duradera y definitiva. No falta quienes, con lógica, alertan que no se puede confiar esa tarea a quien es parte del problema, caso de Maduro. Aun así, la propuesta se mantiene.
Y es que la violencia delictiva, las bandas, narcos, grupos militares disidentes y sus desmanes, violencia trasladada de Colombia Venezuela, de diversas formas, representa un problema para los dos gobiernos. De tal manera que, el acuerdo de paz total que proclama Petro, espera y probablemente obtendrá la colaboración de Venezuela. Deben asumir los dos gobiernos. No es fácil, recordemos que la violencia colombiana no es política, sino social, de larga data y mezclada con el narcotráfico, lo cual añade un factor de complejidad que no vemos en otros países.
La Iglesia en funciones
Buscar salidas políticas y negociadas al conflicto armado está en el interés de la Iglesia católica. Por eso es que la Conferencia Episcopal de Colombia, a través de su Comisión de Conciliación Nacional, el Secretariado Nacional de Pastoral Social y el delegado para las Relaciones Iglesia – Estado, monseñor Héctor Fabio Henao Gaviria, será parte en la Segunda Cumbre Humanitaria que se desarrolla a partir del 7 de octubre en Bogotá.
Los obispos venezolanos hacen su parte. Los prelados de Venezuela, especialmente el obispo del Táchira y, en general, los obispos fronterizos, están trabajando de manera mancomunada para, no solo atender al problema de los migrantes y refugiados, sino para propiciar encuentros de paz y conciliación. El obispo de Cúcuta ha sido especialmente colaborador y receptivo para prestar asistencia a los venezolanos que pasan al lado colombiano.
Una jornada binacional se llevó a cabo hace pocos días en la llamada «Tierra de nadie», una pequeña zona «liberada». El objetivo de dicha jornada era afianzar la hermandad y cooperación humanitaria y espiritual con motivo del 108 Día Mundial del Migrante y del Refugiado, convocado por el papa Francisco. A la jornada asistieron el arzobispo de Maracaibo, monseñor José Luis Azuaje Ayala, y monseñor Francisco Antonio Ceballos, obispo de Riohacha. También delegaciones de Cáritas y la Red Clamor de ambos países.
Por Colombia y Venezuela, monseñor Azuaje, arzobispo de Maracaibo, entregó un cirio pascual encendido a monseñor Ceballos. A su vez, el prelado de Riohacha le obsequió un envase contentivo de sal. Fue una jornada de gestos y símbolos con los que la Iglesia suele manifestar grandes propósitos que acompañan las angustias y aspiraciones de los pueblos.