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¿Podemos estar en todas partes? El don de la ubicuidad espiritual

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Jean-Michel Castaing - publicado el 27/09/22

“Seguir al Cordero por dondequiera que vaya” (Ap 14, 4), ¿cómo es esto posible? Edith Stein responde que en Cristo, el amor cristiano no conoce límites de tiempo y espacio

Algunas veces quisiéramos estar en un lugar y en otro al mismo tiempo, pero ¿acaso es posible estar en todas partes?

Dios es todopoderoso y nos ama. Por lo tanto, un cristiano tiene derecho a pedirle… ¡lo imposible!

“¡No puedes rechazar lo que te pido porque tienes tanto el Poder como el Querer!”, se podría exclamar en oración.

Sigue siendo necesario que el objeto de la petición sea compatible con la caridad, que es el criterio decisivo para juzgar los méritos de una oración.

En el caso de que una persona pida a Dios el don de la ubicuidad, ¿puede el Todopoderoso conceder su petición?

Sí, pero a condición de que esté motivada por el deseo de ayudar a sus hermanos y hermanas en necesidad.

Ubicuidad, una cualidad divina

De hecho, sólo Dios está presente en todas partes al mismo tiempo. Esta es la definición de ubicuidad.

¿Cómo podríamos entonces adquirir este don nosotros, que somos tan limitados? ¡Simplemente uniéndonos a Él!

La lógica es imparable: ¡siendo uno con Aquel que está presente en varios lugares al mismo tiempo, me beneficio a cambio del mismo don de la ubicuidad!

Un amor que desea estar en todos los frentes

Esta es la intuición que han tenido ciertos santos del Carmelo. ¿Por qué ellos?

Quizás porque su padre fue el profeta Elías, el más radical y celoso de los santos de la Antigua Alianza, y el único entre ellos que no conoció la muerte (junto con Enoc) (2 Reyes, 2, 11).

Así vemos a Teresa de Lisieux desear ser al mismo tiempo misionera, mártir, confesora de la fe, sacerdote, en fin, ser todo y en todas partes, antes de comprender que esta vocación multifacética se actualizará en el Amor que es el corazón de todos los estados de vida y todas las misiones.

¿No puedes estar en todas partes?

Otra santa del Carmen teorizará esta ubicuidad del alma cuando se une a su divino Esposo, Jesucristo: se trata deEdith Stein, Teresa Benedicta de la Cruz en la religión. Esto dice ella sobre la ubicuidad espiritual:

“¿Oyes el gemido de los heridos en todos los campos de batalla de Oeste a Este? No eres ni médico ni enfermero y no puedes curar sus heridas. Estás encerrado en tu celda y no puedes alcanzarlos.

¿Oyes el grito de angustia de los moribundos? Te gustaría ser sacerdote y ayudarlos.

¿Te conmueve la difícil situación de las viudas y los huérfanos? Te gustaría ser un ángel consolador y acudir en su ayuda.

Mira hacia arriba al Crucificado. Si eres su esposa, en la fiel observancia de tus votos, su preciosa sangre también será tuya.

Vinculado a él, estarás presente en todas partes, como él también. No aquí o allá, como el médico, la enfermera o el sacerdote, sino en todos los frentes, en todos los lugares desolados, presentes, en la fuerza de la Cruz.

Vuestro amor compasivo, el amor que viene del Corazón divino, os llevará por todas partes, y por todas partes derramará su sangre preciosa, que alivia, que cura, que salva.

Exaltación de la Cruz, 14 de septiembre de 1939

Una exigencia del amor que Cristo nos ha transfundido

No es necesario ser religioso para estar unido al Corazón de Cristo para moverse sobre las alas del Espíritu y “seguir al Cordero por dondequiera que vaya” (Ap 14,4).

Tampoco es una exageración mística. En la Constitución Apostólica Sponsa Christi (1950), Pío XII afirmó:

“Entiendan bien todas las Monjas que su vocación es plena y enteramente apostólica, no circunscrita a límite alguno de tiempo, lugar o cosa, sino que se extiende, siempre y en todas partes, a todo lo que de cualquier modo atañe al honor de su Esposo y al bien de las almas”.

Así, adquirir este don de la ubicuidad según la fe cristiana no resulta de un deseo de omnipotencia sino de una exigencia de amor que, a medida que crece, desea extender sus beneficios al mayor número posible de personas a su alrededor.

Sin límites

El Amor que Cristo nos enseñó, mejor aún, que hizo correr por nuestras venas espirituales, ¡es insaciable y no conoce descanso!

Con Jesús puedo estar presente en todos los continentes, y mi oración puede referirse tanto a un joven colombiano como a un anciano paquistaní, a un matrimonio ruso o incluso a la paz en una determinada región del mundo.

Al mismo tiempo, puedo orar para acelerar el acceso al Paraíso de una persona que murió hace un siglo.

¡En el Espíritu de Jesús, vuelo sobre el tiempo y el espacio! ¡Un privilegio de usar sin moderación!

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