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“Los anillos de poder”: Nada es malvado al principio

EL SEÑOR DE LOS ANILLOS
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José Ángel Barrueco - publicado el 08/09/22
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Con la precuela de ‘El Señor de los Anillos’ regresa la lucha entre la luz y la oscuridad

Por fin se han estrenado en Amazon Prime los dos primeros episodios de “El Señor de los Anillos: Los anillos de poder”, dirigidos por el cineasta español J. A. Bayona con su habitual destreza técnica y narrativa y algunos guiños a Peter Jackson y su manera de filmar, y el resultado es, por el momento, tan prometedor como espectacular.

Partiendo de los apéndices de los libros y de las historias paralelas que J. R. R. Tolkien fue gestando para introducir a los lectores en la Tierra Media, los responsables directos de la serie, Patrick McKay y John D. Payne, al parecer expertos en el autor de “El hobbit”, se han propuesto ofrecernos cinco temporadas con personajes que no habíamos visto en las películas de Peter Jackson y otros héroes que vuelven con un rostro más joven (es el caso de Elrond o de Galadriel, su protagonista: aquí interpretada por Morfydd Clark, relevo de Cate Blanchett).

EL SEÑOR DE LOS ANILLOS

Tolkien, como ya sabemos sus fans y sus lectores, era católico hasta la médula, y su obra más célebre, “El Señor de los Anillos”, novela compuesta por varios libros y dividida en tres partes, contenía elementos religiosos y católicos, además de alusiones veladas al impacto de la Segunda Guerra Mundial y a los cuentos de hadas. Es por eso que el prólogo del primer episodio de “Los anillos de poder”, titulado “Una sombra del pasado”, comienza directamente con una alegoría sobre la luz, el bien y el entorno pacífico de una tierra que remite al Paraíso terrenal, y la frase de Galadriel con voz en off que dice: “Nada es malvado al principio. Y hubo un tiempo en que el mundo era tan joven que no había amanecido aún. Pero aun así había luz”.

“Una sombra del pasado”

En ese introito conocemos a Galadriel de niña, y a su hermano mayor como un consejero sabio que trata de alertarla sobre los peligros de no distinguir entre la luz y la oscuridad y le explica por qué un barco flota en el agua pero una piedra no. El barco sería la persona que elige el bien, la luz y el sol; la piedra, la persona que se hunde en el agua atraída por el mal y la oscuridad.

EL SEÑOR DE LOS ANILLOS

Esa luminosidad, en una tierra en la que ni siquiera tenían “un nombre para la muerte”, se vio anulada por Morgoth, el Enemigo Oscuro, y su legión de orcos, que son como demonios o ángeles caídos. “¿Cómo sabré qué luz seguir?”, pregunta Galadriel. “A veces no puedes saberlo hasta tocar la oscuridad”, responde su hermano.

Durante ambos episodios, esas sensaciones de tensión y de lucha entre las luces y las sombras serán casi continuas. “¿Cuánto puede resistir la carne donde hasta la luz del sol teme pisar?”, dice uno de los personajes. Poco a poco irán encontrando huellas, rastros, señales, del regreso de los orcos, que simbolizan el mal en estado puro. El cometido de Galadriel será encontrar a Sauron y destruirlo, aunque para ello tenga que contravenir las órdenes de los elfos.

“A la deriva”

En el segundo episodio nos encontramos con más personajes: enanos monarcas y guerreros, el más grande de los herreros elfos, un montaraz que va en una balsa a la deriva e incluso un hombre alto y misterioso caído del cielo a la que recogen dos pelosas (sub-raza que precede a los hobbits). Una vez presentadas las tramas principales en el primero, este segundo capítulo es un poco más dinámico, con más escaramuzas y persecuciones, como suele ocurrir en las series en las que confluyen tantas tramas y tantos personajes.

EL SEÑOR DE LOS ANILLOS

Hay voluntad de perdón entre Elrond y el Príncipe Durin. Hay alianza entre elfos y hombres. Hay necesidad de confiar unos en otros por la amenaza que se cierne sobre la Tierra Media.

Pero también hay comunidades que se van descomponiendo ante la llegada del mal: cada miembro responde de una manera a la inminencia del peligro y no siempre se logran acuerdos. Elrond, aludiendo a un árbol que ha nacido sin problemas en el reino de los enanos, dictamina: “Donde hay amor no existe la oscuridad”.

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Ese amor como fuerza motora que puede destruir a los enemigos es otro de los pilares de esta ambiciosa serie. Otra de sus virtudes es que, vistas sus dos primeras partes, dan ganas de releer a Tolkien, uno de los grandes sostenes de nuestras infancias lectoras.

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