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Conoce la fascinante historia del primer cardenal de Paraguay

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Adalberto Martínez Flores

Nando baez, CC BY-SA 4.0 , via Wikimedia Commons

El neo cardenal Martínez Flores, junto a una imagen de Chiquitunga

I.Media en exclusiva para Aleteia Vaticano - publicado el 14/08/22

La historia del Cardenal Adalberto Martínez Flores está ligada tanto a Estados Unidos como a Argentina, y muchos lugares intermedios

El 27 de agosto, a pocos meses de su nombramiento como arzobispo de Asunción el 17 de febrero de 2022, Adalberto Martínez Flores se convertirá en el primer cardenal de la historia de Paraguay.

Su país, sin salida al mar entre Brasil, Argentina y Bolivia, recibió la visita del Papa Francisco en 2015.

El obispo de 71 años, de gran experiencia y que actualmente administra su quinta diócesis, es amigo íntimo del cardenal Seán O’Malley, arzobispo de Boston, que acompaña su vocación desde la década de 1970.

Vocación tardía

Nacido en la capital paraguaya en 1951, Adalberto Martínez Flores no siguió el currículo clásico del seminario menor y mayor, sino que se volcó al sacerdocio como una vocación tardía.

Después de asistir a una escuela secundaria vocacional con un enfoque en comercio, estudió economía a principios de la década de 1970 en la Universidad Nacional de Asunción y luego se fue a Washington, D.C., para estudiar inglés y filosofía.

Luego se involucró en el cuidado pastoral de los migrantes latinoamericanos, en conexión con el entonces padre Seán Patrick O’Malley. O’Malley era un joven fraile capuchino en ese momento; había sido ordenado sacerdote en 1970 después de una experiencia misionera en la Isla de Pascua, un territorio chileno aislado en el Océano Pacífico.

El religioso estadounidense fundó el Centro Católico Hispano en 1973 cuando solo tenía 28 años. Y recibió la ayuda del estudiante paraguayo para asistir a refugiados e inmigrantes que habían venido a buscar refugio a la capital federal estadounidense; en el contexto de las dictaduras y guerras que entonces afectaban a muchos países del continente.

Amistad con Seán O’Malley

Adalberto Martínez Flores luego se encaminó al sacerdocio. Se unió a la Escuela Internacional para Sacerdotes del Movimiento de los Focolares en Frascati, Italia en 1977, mientras estudiaba teología en la Universidad Lateranense.

A principios de la década de 1980, el seminarista participó en la organización de varios congresos sobre vocaciones en Roma y Buenos Aires.

El futuro cardenal paraguayo inició su sacerdocio bajo la égida de su amigo estadounidense. En 1985, Sean Patrick O’Malley se convirtió en obispo de la Diócesis de St. Thomas, en las Islas Vírgenes de los Estados Unidos.

El joven obispo estadounidense, que en ese momento tenía solo 41 años, viajó a Asunción el 24 de agosto de 1985 para ordenar sacerdote a Adalberto Martínez Flores, a quien integraría al clero de su diócesis insular. Este archipiélago caribeño, con una población aproximada de 100.000 habitantes, es administrado por Estados Unidos desde 1917, año en que adquirió el territorio a Dinamarca.

Regreso a Paraguay después de la dictadura

Después de nueve años de servicio parroquial en Saint Croix y Saint Thomas, el sacerdote paraguayo dejó las Islas Vírgenes de EE. UU.; dos años después que el obispo O’Malley, quien se había convertido en obispo de Fall River, Massachusetts.

Así, en 1994, el P. Adalberto Martínez Flores regresó a su diócesis natal de Asunción, donde se convirtió en párroco y ministro de jóvenes. También fue secretario del primer sínodo diocesano organizado en este país sin salida al mar. Paraguay acababa de salir de la larga dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989), cuyo partido colorado seguía controlando el estado.

Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Asunción en 1997. Luego se convirtió en el primer obispo de la diócesis de San Lorenzo cuando se fundó en 2000; y en 2007 fue trasladado a San Pedro, donde participó en el desarrollo de este territorio en colaboración con empresas y asociaciones locales.

Su antecesor en esta diócesis rural y paupérrima fue Fernando Lugo, obispo laicizado por reconocimiento de paternidad; éste, un año después se convertiría en presidente de la República al frente de una coalición de izquierda.

Obispo de las Fuerzas Armadas

Precisamente, en presencia del presidente Lugo – poco antes de su derrocamiento – monseñor Martínez Flores fue instalado como obispo de las Fuerzas Armadas en 2012. En este frágil país, el ejército es una institución fundamental para garantizar cierta continuidad del poder público; y el obispo logró asegurar su servicio en un contexto de grave inestabilidad política, mientras se sucedían tres presidentes al frente del país.

Reconocido como cercano a los pobres, también se involucró en el área de la salud y el bienestar social como presidente de la organización social San Roque González de Santa Cruz, fundación que ayuda a personas con enfermedades renales, e involucrado en otros colectivos.

En 2018 asumió como obispo de Villarrica del Espíritu Santo, cargo que combinó con la presidencia de la Conferencia Episcopal.

Situaciones delicadas

Nuevamente ante la inestabilidad política, agravada por la crisis económica ligada a la pandemia de la COVID-19, logró hacer del obispado un órgano imprescindible para restablecer el vínculo entre la sociedad civil y las instituciones. Según la prensa paraguaya, el obispo muestra una imagen de Iglesia cercana a los pobres, atenta a los derechos de los campesinos e indígenas.

La historia contemporánea de la Iglesia en Paraguay ha estado marcada por serias fracturas en el episcopado; sobre todo en 2014 con la destitución del obispo de Ciudad del Este, Rogelio Rivieres Plano. Monseñor Rivieres fue cuestionado por la gestión de su seminario; y por la protección dada a su vicario general, un desertor de los lefebvrianos, que fue condenado por abuso.

Hoy la situación es más tranquila y el episcopado paraguayo ha logrado mostrarse unido frente a las convulsiones políticas y sociales del país.

El cariño del Papa argentino por Paraguay

Tras su reciente traslado a la diócesis de Asunción, la creación de monseñor Martínez Flores como cardenal parece ser una nueva señal de atención a las periferias por parte del Papa desde Argentina; país cuyas relaciones con Paraguay han sido muchas veces belicosas.

La Guerra de la Triple Alianza, entre 1865 y 1870, fue un verdadero genocidio en el que casi todos los paraguayos adultos fueron asesinados por una poderosa coalición de Argentina, Brasil y Uruguay. Después de esta guerra no se inició ningún proceso de perdón y reconocimiento; y las relaciones de Paraguay con sus vecinos siguen marcadas por esta profunda herida.

El racismo antiparaguayo también está muy arraigado en Argentina. La elección del Papa Francisco de visitar Paraguay en 2015, cuando aún no ha realizado un viaje apostólico a su Argentina natal, fue una decisión impactante para muchos argentinos.

Pero el Papa ha expresado muchas veces su afecto por Paraguay, un país de la “periferia”, con el que tuvo muchos contactos cuando era provincial de los jesuitas en Argentina.

Siglos de espera

La diócesis de la capital paraguaya ha esperado precisamente 475 años para convertirse en sede cardenalicia.

De hecho, la diócesis de Asunción fue erigida en 1547 por la bula Episcopatum Paraguensis del papa Paulo III; más de 70 años antes que la diócesis de Buenos Aires, que no fue fundada hasta 1620.

La historia del cristianismo en este país estuvo marcada por la aventura de las “reducciones” jesuíticas; aldeas comunitarias en las que los misioneros de la Compañía de Jesús capacitaron a los indígenas guaraníes en técnicas avanzadas de artesanía, agricultura, arte, música y liturgia.

En el siglo XVIII, la autonomía política que tomaron estos pueblos entró en conflicto con los intereses de las potencias coloniales de la época, España y Portugal. La disolución violenta de las reducciones jesuíticas se narra en la película La Misión, ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes en 1986.

Este hecho se ha mantenido como un elemento central en la memoria paraguaya y en su relación con el catolicismo, asociado desde hace mucho tiempo a la dominación europea. .

El Sínodo sobre la Amazonía en 2019 ayudó a renovar el respeto por la sensibilidad histórica de los pueblos indígenas; y a restaurar la credibilidad de la Iglesia como una institución que da sentido, respeto por lo sagrado y el vínculo entre generaciones, temas que son importantes para los pueblos indígenas.

Es también a la luz de esta evolución y de esta nueva madurez del catolicismo latinoamericano que podemos interpretar el ingreso de un representante de Paraguay en el Sagrado Colegio.

Paraguay, un país frágil pero portador de nuevas dinámicas

Un detalle sorprendente: si el cardenal designado Adalberto Martínez Flores será el primer representante directo de Paraguay en el Sacro Colegio, no será el único. El cardenal Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat en Marruecos, tiene doble nacionalidad española y paraguaya; pues obtuvo el pasaporte del país latinoamericano cuando fue misionero allí entre 1984 y 2002.

Este salesiano arraigó tanto allí que llegó a ser presidente de la Conferencia Nacional de Religiosos; también fundó la Asociación de Periodistas Católicos, antes de mudarse a Marruecos en la década de 2000.

En caso de un cónclave, con dos nacionales, habría tantos paraguayos como argentinos: los cardenales Poli y Sandri.

Con dos cardenales electores, Paraguay tiene más miembros en el Colegio que los países europeos más poblados de Bélgica, Austria, Suiza y Hungría; cada uno de los cuales tiene un solo cardenal elector.

La creación del primer cardenal paraguayo, quien fue misionero en los Estados Unidos, es otra señal del cambio hacia el sur de los polos dinámicos del catolicismo.

El recorrido original del futuro cardenal Adalberto Martínez Flores muestra que el testimonio misionero ya no se vive sólo de norte a sur, sino también de sur a norte; y que las comunidades de migrantes pueden reavivar Iglesias que pierden impulso.

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