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De Quebec para las Américas

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Photo by Vincenzo PINTO / AFP

Papa Francisco en su viaje a Canadá

Jaime Septién - publicado el 31/07/22

¿Cuál es el camino para la reconciliación de la Iglesia con los pueblos originarios?

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El Papa Francisco ha concluido un “viaje penitencial” a Canadá para reconciliar a la Iglesia católica con los pueblos originarios de ese extenso y multicultural país del norte del continente americano. Y, de paso, dar una lección de calidad humana y de profunda adhesión a Cristo a quienes han querido seguir atizando el fuego de los pecados de la Iglesia en la colonización de las Américas

Con motivo de los escándalos de las tumbas sin nombre de escuelas residenciales administradas por casi un siglo por diversas congregaciones católicas (a pedido del Gobierno de Canadá), Francisco ha decidido hablarle a todos los pueblos originarios, desde Alaska a Tierra del Fuego.

Y enfrentando el disputado tema de la colonización, los pecados y los excesos de los hombres de la Iglesia aprovechó para responder –no directamente, desde luego– a las personas que, antes de la Misa celebrada en el Santuario Nacional de Sainte-Anne-de-Beaupré, en Quebec el 28 de junio, le pidieron que «rescinda la doctrina» que fundamentó la evangelización de América.

Del fracaso a la esperanza ha sido el tema que resume la homilía del Papa Francisco, quizá como un apretadísimo resumen de lo que ha consistido el largo proceso de colonización de las Américas y la esperanza que nace de tender puentes con los pueblos indígenas que habitaban estas tierras antes de 1492.

¿Cuántos pueblos indígenas hay en América Latina?

Datos de la UNICEF recabados por National Geographic muestran que en América Latina existen actualmente 522 pueblos indígenas que van desde la Patagonia hasta el norte de México, pasando por distintas áreas geográficas como Amazonía, Andes, Caribe Continental, Baja Centroamérica y Mesoamérica.

Por países, Brasil es el que tiene más diversidad de pueblos indígenas con 241, que representa una población de 734,127 personas. Colombia, con 83 (1,392,623 habitantes) es el segundo país con más cantidad de pueblos, seguido por México con 67 (9,504,184 personas) y en cuarta posición Perú con 43 (3,919,314 individuos).

En el otro extremo está El Salvador con tan sólo tres pueblos indígenas (13,310 personas), Belice con 4 (38,562 habitantes) y Surinam con 5 (6,601 individuos). En el caso del Caribe insular, como Antigua y Barbuda y Santa Lucía, hay pocos datos sobre la supervivencia de pueblos nativos.

México, Bolivia, Guatemala, Perú y Colombia reúnen al 87% de indígenas de América Latina y el Caribe. El restante 13% de la población indígena reside en veinte estados distintos. Destacan cinco pueblos con varios millones de personas como los Quechua, Nahua, Aymara, Maya yucateco y Ki’che, y seis con poblaciones entre medio y un millón de habitantes como los Mapuche, Maya q’eqchí, Kaqchikel, Mam, Mixteco y Otomí.

¿Cuántos pueblos indígenas hay en Canadá y en Estados Unidos?

Los pueblos indígenas de Canadá se denominan colectivamente “pueblos aborígenes”. La Ley Constitucional de 1982 reconoce tres grupos de pueblos aborígenes: indios, Inuit y mestizos. que representaban el 4,9% de la población total. 977.230 personas identificadas como personas de las Primeras Naciones aborígenes.

En total se trata de naciones y pueblos diversos, que representan más de 600 Primeras Naciones distintas y abarcan más de 60 idiomas, lo que da una prueba del inmenso mosaico al que habló el Papa Francisco, justamente, en Canadá donde muchos consideraron su visita como “poco significativa”.

Mientras tanto, en Estados Unidos, la población indígena se cifra entre 2,5 y 6 millones de personas, de los cuales el 20% vive en áreas indias americanas o aldeas nativas de Alaska. A los pueblos indígenas de Estados Unidos se les denomina más comúnmente como grupos nativos.

El Estado con mayor población nativa es California y el lugar donde reside el mayor número de nativos es la ciudad de Nueva York. Aunque los indicadores socioeconómicos varían ampliamente entre las diferentes regiones, el índice de pobreza para quienes se identifican como indios americanos o nativos de Alaska ronda aproximadamente el 27%.

Como en la calzada de Emaús

Tomando como punto de partida a los discípulos de Emaús, el Papa hizo una analogía con el camino de cada uno de nosotros y en la vida de la fe. Al tiempo que llevamos adelante proyectos y esperanzas, experimentamos nuestras debilidades “y tantas veces quedamos bloqueados por un sentimiento de fracaso que nos paraliza”.

El Evangelio de Lucas muestra “que, precisamente en ese momento, no estamos solos, el Señor sale a nuestro encuentro, se pone a nuestro lado, recorre nuestro mismo camino con la discreción de un transeúnte amable que nos quiere abrir los ojos y hacer arder nuestro corazón”.

En el contexto del continente americano, la Iglesia católica, a pesar de ser la Iglesia de Cristo ante la desilusión, la caída y el fracaso de algunas iniciativas de evangelización, ante el misterio del mal, las preguntas surgen: “¿qué ha pasado?, ¿por qué ha sucedido?, ¿cómo ha podido ocurrir?”

La tentación de huir y la esperanza

Las preguntas sobre el pasado, la evangelización y los hechos ocurridos en las escuelas residenciales “son también cuestiones candentes que resuenan en el corazón de la Iglesia que peregrina en Canadá, en este arduo camino de sanación y reconciliación que está realizando”.

Se trata de un “escándalo del mal” que se ha realizado en contra del “Cuerpo de Cristo herido en la carne de nuestros hermanos indígenas” y que ha hecho que, como Iglesia, “nos hemos sumergido en la amargura y sentimos el peso de la caída”. Y ante ello no queda más que preguntar: “ ¿Cómo pudo ocurrir algo así en la comunidad de los seguidores de Jesús?”

Frente a estas preguntas existe, siempre, “la tentación de la huída”. El reclamo de una cobardía disfrazada de “buscar un lugar tranquilo” donde no re-pensar el pasado desde el corazón. “Es una tentación del enemigo, que amenaza nuestro camino espiritual y el camino de la Iglesia”.

Pero el Evangelio nos muestra que cuando “experimentamos atónitos la violencia del mal y la vergüenza de la culpa, cuando el río de nuestra vida se seca a causa del pecado y del fracaso, cuando desnudos de todo nos parece que ya no nos queda nada, precisamente allí es cuando el Señor sale a nuestro encuentro y camina con nosotros”.

Releer la historia y encontrar el camino de la reconciliación

A los discípulos de Emaús, Cristo no los consuela con palabras genéricas de aliento, sino que les habla del misterio de su Muerte y Resurrección que ilumina toda la historia humana “De ese modo, abre los ojos de ellos para ver las cosas con una nueva mirada” y les devuelve la esperanza.

Luego, parte con ellos el Pan y desde la Eucaristía nos surge la pregunta, sobre todo con respecto a los problemas generados por la colonización y el misterio del mal encarnado en algunas acciones de los seguidores de Jesús en el llamado “continente de la esperanza”

¿Qué hacer mientras nos afligimos por las distintas pruebas espirituales y materiales, mientras buscamos el camino hacia una sociedad más justa y fraterna, mientras deseamos recuperarnos de nuestras decepciones y cansancios, mientras esperamos sanarnos de las heridas del pasado y reconciliarnos con Dios y entre nosotros?

“Sólo hay un camino, una sola vía, es la vía de Jesús, ese camino que es Jesús mismo (cf. Jn 14,6). Creamos que Jesús se une a nuestro camino y dejémosle que nos alcance, dejemos que sea su Palabra la que interprete la historia que vivimos como individuos y como comunidad, y la que nos indique el camino para sanar y para reconciliarnos”.

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