En una iglesia de la diócesis de Milán se acogió la invitación del Papa Francisco: "La participación activa en la catequesis de las personas con discapacidad constituye una gran riqueza para la vida de toda la parroquia"
La fe nos pide que seamos testigos, que mostremos con nuestra presencia la compañía de un Dios –Padre– que nos ha sacado de las tinieblas. Por lo tanto, no es una cuestión de habilidades, sino de experiencia.
¿Y quién de nosotros podría sentirse preparado para explicar la Buena Nueva, si se fuese una cuestión de argumentos, de conducta irreprochable, de pureza intelectual?
A menudo es este el obstáculo, terminamos reduciendo precisamente esa fe, que profesamos sinceramente, a un objeto de disertación en lugar de experiencia.
Por esta razón, es realmente bienvenida la iniciativa de la parroquia de Sant’Antonio Maria Zaccaria en el distrito de Chiesa Rossa al sur de Milán, pidiendo a dos personas con discapacidad cognitiva que fueran catequistas.
Catequistas, para donar a los demás el bien recibido
Y la formulación de esta última frase tiene un sentido preciso. El paso no fue el de “queremos incluirte”, sino el de “¿quieres ayudarnos?”.
Y entre una y otra prospectiva hay un abismo, el abismo de la libertad de la persona que simplemente no debe sentirse obligada, sino debe mirar la unicidad preciosa de la contribución que puede aportar.
Nora Buccheri y Paola Colombo dijeron sí a esta propuesta. Desde hace un año son catequistas de la promoción de 5º grado. ¿Por qué aceptaron?
“Estoy feliz de ser catequista porque puedo transmitir a los niños las cosas importantes que me fascinaban cuando era niña”
Paola y Nora, ambas con discapacidad cognitiva, forman parte desde hace muchos años de la asociación Fede e Luce (Fe y Luz) que, se ocupa de la inclusión social de las personas con discapacidad.
Pero la experiencia de esta comunidad es sobre todo la de una amistad entre familias.
Fede e Luce surgió con la intención de sacar a las familias de esta tentación de aislarse, de aislarse de la vida “normal”, para que gradualmente descubran que su hijo más frágil puede ser una fuente de solidaridad y unión con los demás.
Por eso me gusta llamar a Fede e Luce un “camino” de personas muy diferentes (padres, discapacitados y amigos de todas las edades y clases) que se acercan unos a otros, sin distinción entre los que dan y los que reciben, porque todos dan y reciben al mismo tiempo.
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