Este mes se estrena en España este documental, premiado en los César. Detrás del proyecto y delante de las cámaras figura el escritor francés Sylvain Tesson, autor de libros como el ensayo “Un verano con Homero”, el maravilloso diario “La vida simple” o “El leopardo de las nieves”, que escribió tras el viaje y la experiencia mostrados en la película homónima.
Si este libro se anunciaba como “un elogio de la paciencia, la lentitud y el silencio”, el documental alcanza esos propósitos e incluso va más allá porque la belleza de las imágenes filmadas nos transmite todo el esplendor de la naturaleza, todo aquello de lo que, en palabras de los protagonistas, hemos huido, lo que hemos dejado atrás.
El fotógrafo Vincent Munier propuso al escritor Sylvain Tesson que le acompañara por la meseta del Tibet en su búsqueda de un animal legendario, como un fantasma que pocos logran ver: el leopardo de las nieves.
Junto a ellos iría la directora Marie Amiguet con la cámara. A ella nunca la vemos. Munier y Tesson hablan en susurros, se sientan a esperar y luego el primero hace fotografías mientras el segundo toma notas en su libreta. Las anotaciones le servirían para alumbrar el libro homónimo, que recibió el Premio Renaudot 2019 (publicado aquí por Taurus). Munier también escribió su propia obra, “El leopardo de las nieves o la promesa de lo invisible” (publicada en Errata Naturae).
La paciencia: una virtud suprema
Al principio parece un choque entre contrarios. Tesson, en sus viajes, suele ser un hombre inquieto, de acción: locuaz, impaciente, trotamundos. Munier, por el contrario, es alguien que se sirve de la técnica del rececho, consistente en “camuflarse hasta hacerse invisible a la espera de un animal”.
El fotógrafo enseña al escritor que necesitan de esa virtud suprema, la paciencia, para conseguir sus propósitos. O incluso para fracasar, pues nada garantiza que, tras varias horas esperando en silencio en la nieve, en mitad de un risco, se obtenga algún fruto. Tesson nos habla de Munier como alguien capaz de permanecer quieto en un paisaje nevado durante día y noche para mantener la fe en ese principio que guía sus pasos.
A veces la voz de Tesson actúa como narradora: “Ignora el dolor, desprecia el tiempo y nunca dudes: obtendrás lo que deseas”. Durante sus conversaciones, ambos viajeros demuestran el abismo que hay entre la pureza y la serenidad de los parajes naturales y el espectáculo falso de las ciudades, y el poco aprecio que muchas personas manifiestan por el medio ambiente.
Munier le cuenta que, alrededor de su hogar, siempre ha percibido un respeto nulo por la vida. Habla del deterioro y la decadencia. Por eso, para ellos, lugares remotos donde sólo se ven animales y algún pastor nómada suponen un soplo de aire fresco. Aquí, por el contrario, reside el espectáculo de la creación.
“Una serenidad casi religiosa”
Algunos críticos han señalado que el documental está lleno de “una serenidad casi religiosa”. “Esperar”, dice Tesson, “era una oración”. Y encontrarse con los animales salvajes les ayuda a rejuvenecer. Cuando, en un bosque, uno se tropieza con cualquier animal no dominado por humanos, siente una descarga de adrenalina difícil de describir.
El fotógrafo también le enseña a leer el paisaje, a descubrir los movimientos de los animales y sus conductas estudiando las pistas, las huellas, el pelo que se ha quedado prendido en las rocas, las camas de maleza donde algunos duermen… Hay un momento perfecto en el que una serie de cabras azules se recortan sobre una loma y Munier dice que parecen “una línea de escritura”.
Tesson aprende de la paciencia, logra alcanzar una especie de espíritu filosófico y eso le ayuda a amar el mundo. Durante sus viajes (el documental refleja varios trayectos en temporadas distintas) ven osos, cabras, zorros, lechuzas, gatos salvajes… y, finalmente, el leopardo. Una criatura deslumbrante, que hipnotiza y a la vez da miedo. Un animal que también les observa a ellos. Un fantasma que pocas veces se deja ver. De fondo, la exquisita, serena música compuesta por Nick Cave y Warren Ellis.