Una hermosa estatua de la reina que cambió el devenir del mundo, en el corazón de los Estados Unidos
Miles de turistas se acercan cada año a Washington para visitar sus monumentos más emblemáticos. Memoriales y estatuas erigidas en honor a personalidades como Abraham Lincoln o a los soldados caídos en las guerras de Corea o Vietnam. En la explanada del Capitolio, todos contemplan a un lado y otro del obelisco a Washington la monumentalidad de estas obras. A pocos pasos de allí y a escasos metros de la Casa Blanca, una figura de bronce honra la figura de Isabel I, reina de Castilla, cuyo papel en el devenir de la humanidad fue clave en la era moderna.
Pocos en los Estados Unidos conocen realmente la figura de Isabel la Católica dentro de la historia del descubrimiento de América. La figura principal de aquellos hechos es Cristóbal Colón y, dado su supuesto origen italiano, muchos identifican el inicio del descubrimiento como una hazaña italiana. Pero la verdadera historia esconde el carácter visionario de una reina que, a diferencia del resto de monarcas reinantes en su tiempo a los que se dirigió el navegante, no le cerró las puertas. Isabel, entonces en plena campaña contra el reino nazarí de Granada, escuchó las palabras de Colón y apoyó su proyecto de navegar hacia el oeste en busca de las Indias, proyecto que se formalizaría en las Capitulaciones de Santa Fe, firmadas el 17 de abril de 1492.