El pasado domingo 5 de junio, en Nigeria, más de 50 católicos fueron asesinados por causa de sus creencias religiosas al finalizar la misa de Pentecostés.
Monseñor Jude Arogundade, obispo de Ondo, lugar donde fue perpetrada la masacre, señaló que el principal objetivo de los terroristas “fue aterrorizar a los cristianos y matar todos los que era posible”.
De acuerdo a la ONG Puertas abiertas, entidad que se dedica a elaborar anualmente la lista de persecución a los cristianos en el mundo, en la actualidad hay 360 millones de cristianos en el mundo que sufren “altos niveles de persecución y discriminación por su fe”.
Igualmente, esta ONG señala que 1 de cada 7 cristianos en el mundo sufre algún tipo de persecución. Esto hace de los cristianos el grupo de mayor persecución en el mundo actualmente.
¿De dónde viene la fuerza de los mártires?
Tras estas estadísticas reveladoras y que muestran una realidad terrible, hay una señal que creo debe ser leída para estos tiempos.
¿Qué hace que millones de hombres y mujeres estén dispuestos a dar su vida por la fe y su seguimiento a Jesucristo?
Recuerdo haber participado de una conferencia de un sacerdote argentino que se encontraba de misión en uno de los países que más ha sufrido los ataques y persecución de Al-Qaeda e Isis.
El tema de la charla era: ¿Qué te enseñan ellos?, es decir los cristianos perseguidos.
Y es que “resulta increíble ver a estos católicos cristianos de todas las edades y condición defender su fe a pesar de todo lo que les pueda ocurrir a sus familias".
Pudieron haber renegado de su fe, abandonar a Dios pero permanecieron fieles a Dios. Y han dado, con su sangre, un testimonio de fortaleza que nos llena a nosotros de admiración, gratitud y asombro.
Todos somos llamados allá donde estamos
Es necesario recordar que todos estamos llamados a ser testigos -y eso es lo que significa la palabra mártir- de Jesús: en nuestra vida diaria, en nuestra vida familiar, laboral, social, política y económica.
Estamos llamados a tomar la cruz, a negarnos a nosotros mismos, y seguir a Jesús (Mt 16,24).
Sin embargo, en estos millones de cristianos hay algo que sobresale y es la virtud de la fortaleza. Esta ha sido definida como la disposición para sufrir la persecución e incluso la muerte por Cristo y por la verdad de su Evangelio.
San Agustin la ha definido como “el gusto por soportar todo de buena gana por Dios”.
¿Por qué hoy somos tan débiles?
Sin embargo, hoy día se constata una pérdida de las virtudes en general, y en particular de la virtud de la fortaleza.
Sin querer hacer un análisis de esta crisis que afecta a nuestra sociedad, se pueden mencionar diversas causas.
Como la dictadura del relativismo, donde ya no hay verdades, sino opiniones. Y por ello el seguimiento a Cristo ya no se basa en criterios objetivos sino en ideas subjetivas de cada uno de acuerdo a los deseos que se tienen en determinado momento.
Otra causa es la idea de una libertad que se entiende como una autonomía radical de todo lo que venga fuera de la persona.
Son varias las voces que han hablado de este ausencia de fortaleza, de manera particular en Occidente.
El novelista y premio Nobel de literatura ruso Alexandr Solzhenitsin, en un discurso pronunciado en la Universidad de Harvard, afirmaba esta falta de fortaleza como la nota característica en la sociedad occidental.
Algo similar constataba el filósofo norteamericano Peter Kreeft al decir que es la virtud (la fortaleza) mas conspicuamente ausente de la mayoría de las personas actuales que viven en sociedades tecnológicamente desarrollas y relativamente libres del dolor.
De la comodidad a la grandeza
Sin embargo, uno podría preguntarse si esto es realmente serio o qué gravedad puede tener para la vida, si, de todas maneras, llevamos una vida cómoda.
En este sentido cabe recordar lo que Benedicto XVI decía: “El mundo nos ofrece comodidad, pero no fuimos hechos para la comodidad, sino para la grandeza”.
Y el arzobispo mexicano Luis Maria Martinez escribía que “el cielo pertenece a los fuertes, y por esta razón hay relativamente pocos santos: pues pocos tienen la fortaleza para hacer los esfuerzos y sacrificios que requiere la perfección”.
La fortaleza te lleva a buscar realizar cosas grandes, la comodidad, por el contrario te quita fuerza para buscar ese gran ideal.
Jesús pide renuncia y cruz
Jesús quiere hombre fuertes, capaces de alcanzar cosas grandes. Hay leyendas negras formuladas a lo largo de la historia según las cuales el cristianismo convierte a los hombres en algo que no es propio de un hombre.
Nietzsche argumentaba que el cristianismo hizo a los hombres débiles. Y para Marx, la fe era el opio que adormecía a los creyentes.
Nada más falso y equivocado. Jesús mismo exige a los que quieran seguirlo una fortaleza tal que los lleve a cargar la cruz y renunciar a sí mismos.
Benedicto XVI lo recordaba al decir:
La ausencia de fortaleza impide llevar una vida auténtica, plena y realizada.
La ayuda de los ángeles
En este camino, los ángeles, te ayudan a alcanzar esta virtud para que logres esta vida plena que Dios mismo ha puesto en tu corazón.
A ellos les pedimos que nos alcancen su fortaleza en el sufrimiento y en la penuria. Está san Gabriel Arcángel suyo nombre significa “Fortaleza de Dios”.
Para alcanzar esta virtud de enorme importancia, con la ayuda y guía de los santos ángeles, te presento algunas sugerencia breves y prácticas.
1Dios envía un ángel porque te ama
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que la vida humana está rodeada de la custodia, la intercesión de los ángeles (Cat. 336).
Un ángel que contempla continuamente el rostro de Dios (Mt. 18,10) está siempre a tu lado. Estás siempre ante los ojos de un ángel que te guarda, que intercede por ti y que vela junto a ti mientras duermes.
Y esto porque eres pensado y creado por el amor de Dios. Y esta experiencia de tener un compañero espiritual te recordará este amor que te ha creado, te sustenta y te llama a responder con amor a Aquel que tanto te ha amado.
El amor de los ángeles por ti es un amor fuerte y fiel; aunque caigas en pecado, este buen amigo permanece a tu lado.
Te enseña a que el amor es una decisión y no un sentimiento y te da la fuerza para ser fuerte en el camino del amor.
2La unión a los ángeles nos fortalece, nos purifica y nos hace mejores en todo (Santo Tomás)
Crecer en la fortaleza implica cultivar una actitud de humildad, es decir reconocer que nuestra fuerza humana es una ilusión, y saber que Dios es la fuente de toda fuerza y poder.
El maestro en espiritualidad Adolphe Tanquerey escribía que “el secreto de nuestra fuerza radica en la desconfianza de uno mismo y en la confianza absoluta en Dios”.
Hacia esta humildad nos llevan los santos ángeles, quienes son los fieles y humildes servidores de Dios.
Ellos nos enseñan a cultivar esta humildad, desde san Miguel, príncipe de la milicia celestial.
Él no confió en sus propias fuerzas sino que se mantuvo fiel fue precisamente reconociendo el señorío, el poder de Dios: ¿Quién como Dios?
3Los ángeles nos llevan a tener la fortaleza para soportar los sufrimientos y los costos que conlleva el seguimiento de Cristo
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que “de la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles” (Cat. 333).
El cardenal Jean Danielou ha puesto de presente ese servicio de los ángeles en la vida y misión de Nuestro Señor. “Todo el mundo de los ángeles -escribe- está para servirle a Cristo”.
De esta manera, así como dieron fortaleza a Cristo en el momento de la hora de la pasión en el Huerto (Lc. 22,43), así también vienen estos seres espirituales a darnos la fortaleza para asumir ese seguimiento que, en algunas ocasiones, comporta entrar al Huerto de los Olivos.
4El ángel de la guarda nos lleva a la oración
La oración, como ha sido descrita, es el oxígeno para el alma. Nuestra vida moral, dice Monseñor José H. Gómez, depende, en todo de ella, y con esta puede comenzar y terminar, surgir y caer.
Es necesario buscar en la oración crecer en las virtudes, acogiéndonos a la promesa de Nuestro Señor: “Buscad y encontrareis, pedid y se os dará” (Lc. 5, 11-13).
La Madre Teresa enseñaba que había que orar y pedir el valor para dar, para dar hasta que duela.
De esta ayuda e intercesión que nos ofrecen los ángeles para nuestra vida de oración da testimonio el libro de Tobías con innumerables enseñanzas en este aspecto.
San Rafael Arcángel enseña a Tobías y a Sara a orar al momento de unirse como esposos. Es el ángel que presenta sus oraciones ante el trono del Señor (Tb. 6).
Igualmente el libro del Apocalipsis habla del ángel que presenta, junto con perfumes, las oraciones de los santos sobre el altar de oro colocado delante del trono (Ap. 8).
Y es que los ángeles están para Dios y en Dios. Son mensajeros de Dios, y quieren llevarnos a Dios, para lo cual abren las puertas del cielo.
Estos buenos compañeros celestiales, guiándonos, invitándonos a orar, dejan que descubras lo que constituye tu verdadero ser que, muchas veces, ha sido encubierto por el mundo y el pecado.
Ellos vienen de parte de Dios para darnos esa fuerza que viene de reconocernos desde Dios y en la unión con Dios a partir de la oración.
En esta camino de oración, acuérdate de orar a tu buen ángel, de invocarlo a lo largo del día, pues su sola presencia te fortalece.
Así como la presencia de una buena persona ejerce una influencia positiva sobre el ambiente y aquellos que la rodean, así también, y de manera mucho mayor, los santos ángeles que son los mensajeros de Dos y están en su presencia.
5El ángel te exhorta a hacer pequeños y cotidianos actos de sacrificio
La virtud de la fortaleza no se reserva únicamente para momentos extremos o heroicos, sino que ella se va construyendo en el día a día con pequeños actos de renuncia y abnegación.
En este sentido, hay que entender que los ángeles no nos van a guardar de las tribulaciones, luchas y dificultades del día a día. Ellos nos van a prestar su fuerza para abrazarlas.
Y también nos prestan su fuerza para realizar y terminar los trabajos y tareas en los que nos comprometimos .
Es en ese día a día en que los ángeles nos prestan su fuerza para ir al campo de batalla por el amor a Dios.
Y es precisamente ese amor el que levanta nuestro deseo de ofrecer reparaciones y sacrificios a ese amor divino que ha sido ofendido por nuestro pecado, y para que otros también experimenten ese amor que Dios les tiene.
Los ángeles, en este aspecto, nos llevan a ser cuidadosos con las cosas pequeñas de la vida, a no despreciarlas, y a un cumplimiento de nuestro deber de manera fiel, perseverante y humilde.
Y así como los santos ángeles han acompañado al sufrimiento salvífico de Nuestro Señor, así ellos te llevan a ofrecer pequeñas renuncias y sacrificios para unirte a ese acto de amor de Jesús por la humanidad
Espero que con estos consejos, y con la ayuda y compañía de tu ángel de la guarda, puedas seguir los caminos de Nuestro Señor con un corazón valiente (2 Cro. 17,6)