El cielo no es capaz de albergar a Dios, y mucho menos el hombre. Es imposible. Sin embargo, Dios mismo trasciende este límite.
Jesús dice en el Evangelio que puede habitar permanentemente en el hombre. Sólo hay ciertas condiciones.
El griego original del Evangelio utiliza la palabra mone, que significa no sólo un lugar de estancia temporal, sino habitar permanentemente.
Dios quiere unirse al hombre para siempre. No quiere que nada rompa este vínculo de amor. Sin embargo, Él deja a cada persona libre albedrío.
Amar y obedecer
Hay dos condiciones para que Dios habite en mí: el amor y guardar sus enseñanzas.
Dios mismo nos da la receta de cómo amar a Dios y a las personas en Su Palabra, especialmente en el mandamiento del amor y en los 10 mandamientos de Dios.
Guardar la enseñanza de Dios significa prestar atención a lo que Dios dice en el Evangelio y en la Iglesia y conservar la enseñanza de Dios en el corazón.
El amor y la obediencia a Dios abren la puerta de par en par para que Dios habite en nosotros permanentemente.
El Espíritu Santo nos acompaña
Jesús nunca nos deja solos, aunque no podamos verlo ni sentirlo. Dios Padre nos envía el Espíritu Santo en nombre de Jesús.
Jesús lo llama con la palabra griega Parakaleo, que literalmente significa alguien que habla en nombre de otro. El Espíritu Santo nos habla en nombre de Dios y habla en nuestro nombre a Dios.
El Paráclito, el Consolador, no sólo trae consuelo emocional, sino que nos acompaña constantemente, nos anima a perseverar en nuestra fe, defiende en nosotros la verdad del Evangelio y la certeza de que Jesús vive.
El Espíritu Santo está presente y activo en la comunidad de la Iglesia. Nos recuerda constantemente las palabras de Jesús.
Jesús quiere regalarnos su paz
Escuchamos esta frase del evangelio durante la misa. Jesús nos recuerda antes de recibir la Sagrada Comunión que quiere darnos su paz.
Muchas cosas en este mundo querrán derribar nuestra paz. Jesús dice que esta paz que él da no depende de condiciones externas. Nadie ni nada puede quitárnosla. El Espíritu Santo defenderá la paz en nuestro interior.
Dios desea habitar en mí para siempre. ¿Cuál es mi reacción a este deseo de Dios? ¿Qué me impide abrir de par en par las puertas de mi vida a Dios?
Pediré al Espíritu Santo que me enseñe a escuchar a Jesús y a no tener miedo de abrir de par en par mi corazón y mi vida para Él.