Pocos cuidan la intimidad de su ser, con sus heridas y alegrías. Hay una exposición del yo que olvida lo hermosa que es cada persona y el respeto que merece
«Estamos llegando al fin de una civilización, sin tiempo para reflexionar, en la que se ha impuesto una especie de impudor que nos ha llegado a convencer de que la privacidad no existe». (José Saramago)
Hace unas décadas, la intimidad presentaba una importancia nítida que defendía con barreras infranqueables el espacio del alma solo dedicado a los más cercanos y de confianza.