San Juan de Ávila vivió en el siglo XVI. Profundo conocedor de las Sagradas Escrituras, estaba dotado de un ardiente espíritu misionero.
Supo penetrar con singular profundidad en los misterios de la redención obrada por Cristo para la humanidad.
Hombre de Dios, unía la oración constante con la acción apostólica. Se dedicó a la predicación y al incremento de la práctica de los sacramentos, concentrando sus esfuerzos en mejorar la formación de los candidatos al sacerdocio, de los religiosos y los laicos, con vistas a una fecunda reforma de la Iglesia.
Así es como presentó el papa Benedicto XVI al santo el 7 de octubre del 2012, cuando lo proclamó Doctor de la Iglesia junto a santa Hildegarda de Bingen.
Doctor de la Iglesia es el título que la Iglesia otorga de manera oficial a ciertos santos para reconocerlos como eminentes testimonios y maestros de la fe para los fieles.
Juan vivió una difícil época de reformas y debates conciliares dentro de la Iglesia, que ponía en crisis y llenaba de dudas el sacramento del sacerdocio y al mismo sacerdote.
En ese contexto, él supo mediante la oración, la acción apostólica y sobre todo con la predicación, aumentar la práctica de los sacramentos y formar en las virtudes cristianas a muchos sacerdotes y religiosos.
Patrono de los sacerdotes españoles
El 2 de julio de 1946, el papa Pío XII lo declara "principal patrono ante Dios del clero secular de España". Justamente por su santidad como sacerdote, dando ejemplo en primera persona de la importancia de asumir la imitación de Cristo en el ministerio sacerdotal.
Sus obras escritas están cargadas de grandes enseñanzas, que llegan a ser siempre actuales. De algunas de sus obras hemos extraído estas frases que nos ayudan a seguir mejor el camino de y con Cristo: