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Por qué hacer lo que hacen todos enferma

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 09/05/22

¿Cuál es la opinión que realmente importa?

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En una ocasión un rebaño de ovejas quedó atrapado en un vado rodeado por las aguas del río que se había desbordado. Había llovido mucho los días anteriores.

Los pastores estaban desesperados tratando de salvar a las ovejas que se encontraban atrapadas.

En un momento dado una de las ovejas, la primera, decidió emprender la aventura y se lanzó al agua dispuesta a cruzar el río. Lamentablemente las aguas corrían con mucha fuerza y la arrastraron.

Lo terrible fue que las que iban detrás hicieron lo mismo, siguieron a la primera y murieron más de cien ovejas.

Cuando me contaron la historia me quedé impresionado. Ninguna de las ovejas del grupo se detuvo al ver lo que le pasaba a la que iba justo delante.

No lo vio, no lo entendió y siguió sus pasos. Quizás creyó que a ella no le pasaría lo mismo.

Ser gregario es más fácil

Pienso que en la vida a menudo me siento oveja. Puede que no me lleven las aguas de ningún río. Pero sí siento que me llevan por delante las corrientes de pensamiento que se imponen a mi alrededor.

Si alguien critica a otro acabo haciendo mía esa misma crítica. Me dejo llevar por lo que ven las mayorías.

No me gusta destacarme o pensar diferente. Prefiero ser gregario, parte de un grupo y pasar desapercibido.

Si hacen críticas a una persona de mi entorno y se ríen de ella me sumo, no la defiendo, no me pongo a su lado para protegerla.

Me sumo a la condena porque defender al atacado es más complicado, exige más fuerza por mi parte y que sea capaz de saltar una barrera complicada.

Si lo hacen con él también lo acabarán haciendo conmigo. Si todos piensan de una determinada manera sobre un tema no seré yo quien salte con discrepancias.

¿Quién soy en realidad?

Si todos van en una dirección no querré yo cambiar el rumbo. Aunque parezca que se adentran en las aguas veloces de un río. Aunque corra peligro su vida.

Me defiendo, me escondo, prefiero pasar desapercibido. Decía Marcos Abollado Rego:

«¿Quiénes somos? Tenemos distintas caretas. Cuando no las tengo soy borde. Nos hace ser distintos y esconder lo que somos».

No quiero ser diferente a la masa. No quiero llamar la atención. ¿Quién soy yo en realidad? Me gustaría ser capaz de ser yo mismo sin pretender gustar a todos.

No quiero parecerme a los demás, todos ocultos bajo una misma apariencia. Quiero ser original y no tener miedo de manifestar mis creencias, mis puntos de vista, mis experiencias que me han hecho de una determinada manera.

Actuar me enferma

Soy libre para darme desde mi originalidad. ¿Sé quién soy, me conozco? ¿O me he ido conformando con la masa y soy una pieza más de un gran organismo?

Me gustaría ser más auténtico, más verdadero. Me da miedo que los demás no me acepten, no me quieran.

Lo increíble es que puede pasarme incluso con la persona a la que más amo. No lo digo lo que pienso sino lo que ella quiere oír.

No me comporto de forma natural sino que actúo para ser aceptado, para que me mire bien, para que me quiera más.

Eso acaba enfermándome porque renuncio a mi identidad. Oculto lo que de verdad pienso.

«Todos lo hacen»

O pienso lo que otros piensan renunciando a lo que hay en mí que es irrenunciable. Dejo a un lado mi capacidad de decidir y actuar.

Me dejo llevar, y como esas ovejas pongo la responsabilidad en el que va delante de mí, en el que se lanza al agua antes que yo.

No me cuestiono su comportamiento. No decido qué quiero hacer yo con mi vida. Hago lo que otros hacen.

Si otros mienten, yo miento. Si otros engañan, yo también engaño. Si otros tratan mal a los débiles, yo también me ensaño con ellos. Si otros son groseros y crueles, yo adopto ese mismo comportamiento.

El miedo a desentonar, a salir de la masa…

¿Cómo conservar la autenticidad?

Algo fundamental en este mundo en el que vivo es ser capaz de formar una personalidad fuerte, capaz de tomar decisiones con libertad, capaz de ser uno mismo en cualquier circunstancia.

No voy a adaptarme a los ambientes para pasar desapercibido. Prefiero ser yo mismo, ser auténtico, ser capaz de vivir con la cabeza alta. No porque otros lo hagan o lo piensen yo voy a ir detrás.

Para eso necesito hacer introspección, buscar en mi mundo interior y decidirme a ser yo mismo en cualquier circunstancia.

No me voy a dejar llevar por la corriente, lo tengo claro. Mis raíces tienen que ser profundas para que las aguas no me lleven.

El ambiente en el que vivo influye, las personas que me aman influyen en mí, el amor asemeja.

Ser más libre

El problema real es cuando no sé realmente quién soy, cuáles son mis valores, mis fuerzas, mis puntos de vista.

El problema es cuando no tengo opinión propia sobre nada y voy cambiando de opinión dependiendo de con quién me encuentre.

Por eso a veces busco a la masa para protegerme, para que me protejan y defiendan otros, para que no me sienta expuesto a las críticas y juicios de los demás.

Creo que necesito pensar más, leer más, formarme más, saber más. Necesito ser más libre y no buscar la aprobación en todo lo que hago.

Saber que las críticas no me hacen peor de lo que son. Y los halagos tampoco me mejoran.

La opinión más importante es la que Dios tiene sobre mí. Y esa opinión no cambia, es inmutable haga lo que haga.

Aunque sea el peor de los pecadores, Dios no va a dejar nunca de amarme. Eso me salva y me calma porque sé que la opinión de los hombres es muy volátil. No me da paz. Me quita la seguridad. 

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