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Cuando monseñor Mario Poli fue convocado desde Santa Rosa, La Pampa, para asumir el Arzobispado de Buenos Aires en reemplazo de quien había sido electo pontífice, conocía a gran parte del clero. Había sido formador, párroco, y obispo auxiliar en Buenos Aires.
Poli conocía tanto las riquezas materiales de la diócesis primada, motivo de centenarias y nuevas herencias, como las espirituales, y también el estilo de austeridad absoluta que había propuesto su antecesor. Y lo siguió.
De allí que tras críticas en la opinión pública tras la filtración de las sugerencias de una visita de miembros de la Santa Sede que realizó observaciones en la gestión del patrimonio, una importante parte del clero, más de 250 sacerdotes, lo respaldaron espontáneamente con una afectiva misiva.
En la carta, firmada tanto por sacerdotes del clero como por otros incardinados en Buenos Aires, se lee:
“Querido Padre Mario: Ante algunas noticias que ponen en duda tu corazón de Pastor y tu honestidad, así como la de algunos hermanos nuestros sacerdotes, queremos hacerte llegar nuestra cercanía, afecto filial y oración. Los sacerdotes de Buenos Aires te conocemos desde siempre, como hermano, formador en el seminario y como Obispo y Pastor. Somos testigos de tu honestidad e integridad moral, como de tu humildad, sencillez y austeridad de vida. Muchos de nosotros tendríamos infinidad de anécdotas que así lo demuestran”.