El “Padre Botella” tiene ya su calle. Un merecido homenaje para quien consiguió recoger fondos para la construcción de viviendas para familias inmigrantes y sin recursos del barrio. La calle que ha sido inaugurada en la pedanía valenciana de Benimámet sirve, explica la archidiócesis de Valencia, “para reconocer su “gran labor pastoral y social a favor de la caridad, la educación y el acceso a la vivienda digna en unos momentos de gran necesidad”
La vida de Joaquín Sancho Albesa, más conocido en Valencia como el “Padre Botella” es digna de ser llevada al cine. Una vida humilde y sencilla que muestra cómo con pequeños detalles se puede cambiar la vida de muchas personas.
Nació el 24 de abril de 1930 en Valdealgorfa (Teruel) pero su familia se trasladó a Valencia siendo niño. Tras su formación en el Seminario Metropolitano de Moncada, fue ordenado sacerdote en 1953 comenzando su ministerio sacerdotal como capellán del Colegio San Francisco Javier y en 1954 fue nombrado coadjutor de la parroquia de San Miguel de Burjassot.
Un año después fue destinado como párroco de la Natividad de Nuestra Señora de Canterería y encargado de la parroquia de Beniferri. Allí se encontraría con una situación de pobreza económica y asistencial. La mayoría de las familias a las que su parroquia asistía vivían en cuevas.
Joaquín Sancho Albesa se rebeló contra esa situación y comenzó a hacer pequeños actos para intentar paliarlo. Lo primero la educación y el cuidado de niños y adultos: repartió leche, queso, y alimentos y creó una guardería para niños y una escuela de taller para adultos para que aprendieran oficios.
Junto a esta labor comenzaría una recogida de botellas para la construcción de unos bloques de edificios junto al actual parque de las Cuevas Camales de Benimàmet para las familias emigrantes y del barrio entre ellas las que habitaban en las cuevas. Su lema fue “cada botella un ladrillo”.
Esta es la razón por la que será recordado como “Padre Botella”. Su idea y su proyecto fue creciendo y finalmente las familias que vivían en las cuevas pudieron tener una vivienda digna. Las viviendas se acabaron de construir con la intervención y la ayuda económica del Arzobispado de Valencia ya que el padre Botella en 1961 pasó a la Cáritas Diocesana y contó con el apoyo del entonces arzobispo monseñor Olaechea.
Sus iniciativas no tenían fin. Por ejemplo se dedicaba a subastar botellas en los finales de etapa de la Vuelta Ciclista de España o buscaba instalarse en el incipiente mundo del futbol: “Hasta los estadios madrileños aceptaron que a las puertas se montara la recogida de botellas”, afirman los que le conocieran.
Gracias a todo ello: 107 viviendas y una guardería infantil. Lugares que todos conocen como “las fincas del Padre Botella”.