Este año 2022 se conmemoran los 100 años del bautismo de Edith Stein. Dentro de unos días de celebrará en Ávila un Congreso Mundial De Espiritualidad y Mística en Edith Stein.
Edith Stein sufrió en sus carnes la eclosión de uno de los ateísmos activos más fuertes y con más potencia terrorífica de la historia, de efectos terribles, como fue el régimen nazi. Fue consciente del peligro, de la burla, de la caricatura que se estaba haciendo con los judíos, que se haría después también con los cristianos, en definitiva, con todo el que no creyera en otra cosa que no fuesen los dioses nazis.
Por eso escribió a Pío XI, porque era muy consciente de lo que estaba sucediendo. Aquella carta la escribió apenas unos meses después de que Hitler llegara al poder, cuando nadie sabía muy bien todavía qué actitud adoptarían los nazis sobre muchas cosas. Edith Stein entendía perfectamente esa lógica del poder.
¿Y qué hizo? Hacerse monja carmelita.
La vocación carmelita que había manifestado desde el momento de su conversión, comienza a adquirir consistencia. Edith prepara su entrada en el Carmelo, y el anhelo tan largamente esperado -frenado al principio por el consejo de su guía espiritual (porque tenía que decirle todavía mucho al mundo y sabía hacerlo)- se hace realidad ante sus ojos, ante la resignada paciencia de sus familiares y el terrible dolor de su madre. El último día que pasó Edith en casa era el día de su cumpleaños, y acompañó a su madre a la sinagoga. Después, vuelven a casa paseando y dialogando: «Aquella noche ninguna de las dos encontró descanso».
Desde la libertad interior
Muchos de sus amigos esperaban otra cosa de ella, esperaban que siguiera su carrera académica, o que siguiera siendo tan activa en la defensa de los derechos de la mujer, porque era emprendedora y valiente. “¿Entonces por qué se escondía ahora?”, pensaban. Sin embargo, no fue algo repentino. Lo que hizo no fue huir, sino actuar de la manera más sensata, en esta y en cualquier otra circunstancia: dio su sí al Señor. Esto puede parecernos algo insignificante para el mundo de nuestros días pero es, quizás, el acto más revolucionario que cabe hacer, fruto de una libertad interior que nada ni nadie puede atreverse a juzgar.
Su entrada en el Carmelo de Colonia tiene lugar el 14 de octubre de 1933 y se prolonga hasta el 31 de diciembre de 1938, fecha en que la cruda realidad del nacionalsocialismo y la persecución nazi la llevan a desplazarse al Carmelo de Echt, en Holanda. Allí permanecerá hasta que, el 2 de agosto de 1942, Edith Stein y su hermana Rosa, recientemente conversa, son arrebatadas de la clausura y trasladadas por las SS a Auschwitz donde mueren en la cámara de gas el 9 de agosto 1942, junto con otros muchos judíos conversos.
Con ello, el nacionalsocialismo tomaba represalias contra la actitud mantenida por las autoridades eclesiásticas holandesas. Ante la invasión de las tropas alemanas en Holanda y la masiva persecución de la población judía holandesa, los obispos de Holanda dirigieron al comisario del Reich una protesta unánime contra la deportación de los judíos. Ante el silencio de las autoridades alemanas, la carta pastoral, enviada por telegrama el 11 de julio de 1942, fue leída el 26 de julio en todas las parroquias holandesas. De esta manera, la represalia no se haría esperar y todos los judíos católicos serían también deportados.
Su entrada en el Carmelo no supuso, aunque pudiera parecerlo, una ruptura respecto a su etapa anterior. En total convivencia dentro de la comunidad, mantuvo sus preocupaciones filosóficas en torno al tema de la persona, que compatibilizó con las actividades litúrgicas y domésticas y con sus deberes como novicia.
Buscando siempre la verdad, buscando a Dios
Teresa Benedicta de la Cruz, que así es como se hizo llamar en la toma de hábito en abril de 1934, “es un ejemplo visible de cómo se puede unir integralmente ciencia y fe, cuando el único objetivo de la existencia es la búsqueda de la verdad” (Félix Ochayta). La unidad de fe y cultura se traduce para ella en la fidelidad a la verdad, como una búsqueda que no tiene fin, ni por la razón ni por la fe, más que como encuentro con la verdad que es Dios: “Quien busca la verdad busca a Dios, sea consciente de ello o no lo sea", afirma Edith Stein. No hay verdad humana que nos sacie, no hay bien ni belleza que no encuentren en Cristo mismo su máximo cumplimiento a los deseos del corazón humano, a su hambre de verdad.
Con su sí, Edith Stein da plenitud de sentido a una vocación personal que comprende el alcance de la dignidad humana desde la perspectiva del Amor, del Amor a Cristo.
Precisamente es esa libertad interior, centro de todo su ser, lo que va a conducir a Edith Stein al martirio por el pueblo de Israel, al que se sentía más unida que nunca desde su conversión al cristianismo y no por sincretismo, sino por el reconocimiento de que en Cristo se cumplen las promesas hechas al pueblo elegido por Dios.
Declarada mártir, beatificada por el Papa Juan Pablo II el 1 de mayo de 1987, canonizada el 11 de octubre de 1998 y declarada copatrona de Europa el 1 de octubre de 1999 (Spes Aedificandi), Edith Stein es un ejemplo de vivir la solidaridad hasta la muerte, hasta el punto de pedir al Papa Pío XI una petición para que promoviera un proyecto de encíclica contra el racismo y el antisemitismo. La muerte del Papa Pío XI en 1939 impidió que se llevara a cabo.
Compartió con su pueblo judío el amargo final de una comunión entre cristianos y judíos, siendo este el sentido de su idea de expiación, la idea de un sufrimiento redentor por el que “el siervo doliente de Dios lleva a cuestas la culpa del mundo” (Christian Feldmann). Ello la convierten en una nueva Ester:
Signo de reconciliación
Edith Stein es una "síntesis dramática de nuestro siglo", como el Papa la caracterizó durante la homilía celebrada con ocasión de su beatificación. Su muerte constituye un signo de reconciliación entre el pueblo judío y el nuevo pueblo de Dios”, tal como recoge su testamento espiritual, ofrecido como testimonio de salvación no sólo del pueblo al que estuvo unida, sino de todos los hombres y por la paz verdadera.
Hoy que el conflicto de Ucrania nos vuelve a poner delante la necesidad de la paz y de la reconciliación, pidamos su intercesión, ciertos de que el tesoro de su santidad puede dar esperanza a una Europa mutilada en la que la vergüenza de la guerra y el estremecimiento de todos ante el horror, no tendrán la última palabra. Pidamos, por medio de santa Edith, la paz y el fin de la guerra. Pidamos al Señor en esta Pascua que haga nuevas todas las cosas.