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La Virgen de Guadalupe llora por el asesinato de Debanhi y de tantas mujeres en México

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Jaime Septién - publicado el 24/04/22

Nueve o diez mujeres asesinadas cada día. Asesinatos sin resolver. Impunidad total. Familias rotas, desechas.

Fue a una fiesta con sus amigas. Salió tarde. Mandaron un taxi por ella. Aparentemente, el taxista trató de abusar de la joven de 18 años que en vida se llamó Debanhi Susana Escobar Bazaldúa. Algo ocurrió. La última foto fue la de la muchacha que estudiaba Criminología de pie sobre una mediana, esperando a alguien que le llevara a su casa.

Habrá llegado un monstruo. Debanhi –quien se ha convertido en un ícono en México—o fue perseguida o fue tomada por la fuerza. Lo cierto es que después de 13 días de haber “desaparecido”, de una intensa búsqueda por parte de sus padres y de sus amigos de la Universidad de Nuevo León, de gente de Monterrey, voluntarios indignados con lo que sucede en México, su cuerpo apareció en el fondo de una cisterna.

A cinco metros de profundidad. Donde el país en el que se quedó la Virgen de Guadalupe esconde a sus mujeres asesinadas, desgarradas, ultrajadas. Nueve o diez de ellas cada día. Asesinatos sin resolver. Impunidad total. Familias rotas, desechas.

Y las autoridades encargadas de investigar, de procurar justicia, de mantener el bien en las calles, viven alejadas de esta matanza oscura, de este derramamiento de sangre que no parece tener un fin en México.

Un crucifijo fue como la reconocieron

Los padres de Debanhi habían mantenido la fe en que su hija estaba viva. Montaron un pequeño altar en su casa en el Estado de Nuevo León, al norte de México. Había una veladora, una escultura de madera del “Cristo Roto” que inmortalizó al padre Cué y una Virgen de Guadalupe. Pidieron a los que sabían dónde estaba Debanhi que se las devolvieran.

Hubo cadenas de oración. Ruegos, súplicas. Nada pudo contra el horror de un país que asesina sistemáticamente a sus mujeres, las portadoras de la vida, las que, según el Papa Francisco, “son la reserva de la humanidad”. Si esto es así, México, el segundo país en número de católicos del mundo, se está quedando sin reservas. Se está quedando sin humanidad. Se está quedando sin nada.

Cuando las autoridades encontraron el cuerpo desgarrado de Debanhi, a 300 metros de donde había sido fotografiada por última vez, tras de casi dos semanas de “acuciosa” búsqueda, la reconocieron por el crucifijo que llevaba puesto.

Su padre ha dicho que hay evidencias de que primero la abusaron. Después la mataron. Y, por último, “la sembraron” para hacer creer que la muchacha cayó en una cisterna tratando de evadir a quien la perseguía.

Ella descansa en paz, las mujeres tiemblan en México

El entierro, después de una Misa de cuerpo presente, se realizó entre una lluvia de lágrimas y de coraje en Laguna de Labradores, Municipio de Galeana (Nuevo León), de donde es originaria su madre. Tanto la madre de Debanhi como su padre han dado muestras de una enorme esperanza cristiana. Derrotados por la violencia que en México se ha cobrado, de enero a marzo de este año, 215 asesinatos de mujeres.

Se les llama “feminicidios”. Y es verdad. Son asesinatos de mujeres por el hecho de que son mujeres. País machista hasta la médula, todavía existen en México los dichos estúpidos de que “ellas se lo buscan”. ¿Cómo alguien que lleva en sí el don divino de la vida va a buscar la muerte? ¿Qué es “ponerse en ocasión”?

El resumen de tanto dolor es el de Mario Escobar, padre de Debanhi: “Mi hija está muerta y no sé qué hacer, estoy molesto porque me equivoqué, creí en la Fiscalía, y nunca me pasaron los tomos (de la investigación), les pedía copias, es mi derecho como víctima, nunca los tuve en mi poder, porque ellos no hicieron su trabajo”.

Nadie hace su trabajo. Las mujeres, lo mejor de México, ya no pueden salir a la calle seguras.

En un área pequeña, muchas mujeres asesinadas

Algo que ha quedado fijo es que Nuevo León, el país en su conjunto, es un gran cementerio. Un gran cementerio bajo la luna, como decía el escritor francés Georges Bernanos en la España de la Guerra Civil. Aquí no hay una guerra declarada entre bandos contrarios. Lo que es peor, es una guerra de todos contra todos. Y que se ceba en las mujeres.

Nada más durante las pesquisas en el terreno para encontrar a Debanhi, las autoridades de Nuevo León hallaron los cuerpos de otras cinco mujeres dadas como desaparecidas en el mismo perímetro donde se buscaba a esta muchacha. Según datos oficiales, en Nuevo León se reportaron en lo que va del año 322 denuncias de desapariciones de mujeres, de las cuales 26 siguen sin desenlace.

Desde el 2015 y hasta enero de este 2022 se han registrado 5,790 víctimas de feminicidio en México, la expresión más grave de violencia contras las mujeres, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Y todavía no se ve en el horizonte –Debanhi Escobar es una señal muy clara—algo o alguien que la detenga. Solo Dios y su Madre, en la advocación de Guadalupe.

Que el crucifijo que llevaba Debanhi cuando fue asesinada y con el cual la reconocieron, haya sido su escalera al cielo. Que Descanse en paz. Y sus padres encuentren en Guadalupe el consuelo de quien les dejó dicho a los mexicanos: “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?”

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