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Misionero venezolano en Ucrania: “En este momento, ayudar es una obligación”

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Ramón Antonio Pérez - Aleteia Venezuela - publicado el 21/03/22
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El seminarista motiva la esperanza y solidaridad en la parroquia san Juan Pablo II de Leópolis, donde han acogido cientos de desplazados de la guerra generada por la invasión de Rusia a Ucrania

Se llama José Jesús Pacheco Ordaz y tiene 31 años de edad. Desde hace 10 años, es seminarista del Redemptoris Máter de Kiev, Ucrania, adonde llegó desde Carúpano, estado Sucre, Venezuela. Antes de optar por la vida sacerdotal estudiaba ingeniería en petróleo, en la Universidad de Oriente (UDO) en la que estuvo a punto de graduarse.

Un día José Jesús se preguntó cuál era la voluntad de Dios en su vida y su lugar en la iglesia. Desde entonces decidió “comenzar esta aventura” para hacerse sacerdote.

Junto a varios jóvenes vinculados a las comunidades del Camino Neocatecumenal, fue invitado a una convivencia vocacional en Italia. “Al culminar ese retiro hubo un sorteo, pero pidieron nuestra disponibilidad para poder viajar a cualquier parte del mundo”.

Pacheco Ordaz aseguró que en un primer momento estudiaría en el seminario Santa Rosa de Lima en Caracas. “Pero la misericordia de Dios tenía otros planes. Me enviaron para Ucrania”, narra con la fe intensa de quien se abandona solo en Dios.

En su conversación con Aleteia, José Jesús dijo que es el hijo menor de Mario Javier Pacheco Morales y Lourdes Margarita Ordaz de Pacheco. Sus hermanos mayores son Mario Javier y Juan Pablo. Es de la parroquia Santa Catalina de Siena de Carúpano.

Testigo de excepción de lo vivido en Ucrania

Desde su llegada a Kiev el 4 de abril de 2013, José Jesús es testigo de excepción de lo que ocurre en Ucrania, a pesar de que al principio no se sentía cómodo con el idioma. “Pero nuevamente, la misericordia de Dios se impuso en mi vida y aprendí no solo el ucraniano, también el polaco y hasta hablo un poco en ruso”, detalla con seguridad.

Reconoce que ha fortalecido su vocación en medio de las situaciones de guerra que ha vivido de cerca en ese país. Un caso fue en febrero de 2014, cuando Rusia invadió y anexó la península de Crimea y parte del país ubicado en Europa Oriental Ucrania.

Luego, meses más tarde, cuando rebeldes prorrusos se levantaron en el este del país, formando las repúblicas de Donetsk y Luhansk. Es parte de la guerra que aún persiste.

Dice que a su llegada conoció lo que se vivió en la plaza Maidán de Kiev, entre 2013 y 2014, cuando se generaron protestas y luego llegó la represión. Ahora vive la guerra que, desde fines de febrero de 2022, se generó con la nueva invasión de Rusia a Ucrania.

Misionero entre los desplazados de la guerra

Hace poco menos de un año, tras culminar sus estudios, fue enviado como misionero a una comunidad indígena en el oriente de Venezuela. Allí se fortaleció durante cinco meses, para retornar a Ucrania y servir en la parroquia San Juan Pablo II de Leópolis.

Se trata de una ciudad donde la guerra no tiene la misma intensidad de otros sitios; sin embargo, el día de esta conversación con Aleteia, dijo sentir a lo lejos, los bombardeos rusos. Era la destrucción del aeropuerto de Leópolis, según informaron los medios.

“Con la guerra la parroquia San Juan Pablo II se ha convertido en un refugio inmenso para esas personas que vienen desesperadas, desconsoladas desde ciudades cercanas”, comentó. Indicó que el padre Gregorio Draus, con su gran corazón ha dispuesto las instalaciones de la parroquia para acoger a los desplazados.

Subraya que desde el inicio de los ataques han acogido en san Juan Pablo II, a más de 2.000 personas, mayormente mujeres y niños. Actualmente alojan a 163 refugiados.

Yo aquí lo que estoy es siendo obediente al párroco, ayudando y aportando lo que puedo y lo que he aprendido en estos diez años de formación en el seminario”, dice con humildad el venezolano. “Creo que no realizo una labor extraordinaria”, insiste.

“Solo estoy donado y entregado al servicio del necesitado. Específicamente damos techo y alimento a aquellos que lo han perdido todo a causa de la guerra. Damos la ayuda humanitaria que recibimos desde otros países, cerciorándonos de que llegue a todos”. 

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Sembrando el amor en medio de la guerra

En esta comunidad parroquial participa junto a un grupo de 35 voluntarios.

El trabajo de todos nos permite ver que todavía hay esperanzas para la humanidad. Igualmente, algunos refugiados que no se quieren ir del país, se suman al voluntariado”.

“Es una labor hermosa de la que soy testigo todos los días. Nuestra misión como iglesia es servir a nuestros hermanos y que se conozca que Dios ama a sus hijos tal cual como son y los ama en medio del dolor. Este es el misterio al cual estamos llamados a anunciar”.

“Entre mis tareas está conversar con los refugiados y sembrar en ellos la semilla del amor, porque una guerra lo que trae es mucho odio”, indica en el mensaje de voz. “Jamás me imaginé estar en una situación de guerra como la que estoy viviendo hoy”.

Sin embargo, dice sentirse feliz al “donarme a las demás personas”. Enfatiza que es una oportunidad para “ayudar a todos los refugiados que están en la parroquia”. Pero reconoce que genera “un cansancio mental que supera muchas veces el cansancio físico”.  

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La enseñanza: ayudar al prójimo en todo momento

José Jesús Pacheco Ordaz, dice sacar de todo esto una gran enseñanza: “No hay que esperar un momento de tragedia, de desesperación y de dolor para estar al servicio de las demás personas”. Está plenamente convencido de la opción de vida que ha asumido.

Entiende que Dios, durante toda la historia, da a las personas momentos para hacer el bien y ayudar al prójimo. “Claro, en este momento de guerra, ayudar al prójimo es más que un servicio, es una obligación”, concluye. En un video alienta el trabajo de Aleteia.

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