Michaela Community School es una escuela londinense de educación secundaria que está rompiendo moldes. Desde el punto de vista organizativo es, desde su fundación en 2014, una free school, es decir, una escuela sostenida con fondos públicos con libertad para desarrollar su propio currículo y sus propios métodos de enseñanza.
Por ejemplo, defiende la enseñanza de la religión. Es un colegio que apuesta decididamente por la instrucción meticulosa y razonada y por la formación ética siempre sobre la base de unas altas expectativas depositadas en cada estudiante. Uno de sus lemas, presente en el logotipo, es el “conocimiento es poder”.
Y en este caso se trata de empoderar estudiantes de origen humilde. Michaela es un colegio que cree en su propio modelo y que valora la tenacidad y la perseverancia sobre la base de un clima de respeto y gratitud: “trabaja duro y sé amable”. Y así es conocida, como la escuela más estricta de Gran Bretaña.
Para Michaela la autoridad importa en el aprendizaje. Para muchos de sus detractores, que los tiene y en abundancia, esta calificación es un estigma: Michaela, una escuela demasiado estricta. Las reglas son claras y deben ser cumplidas y en caso contrario existe un conjunto de sanciones conocidas por todos.
Sin embargo, la escuela, en su defensa, señala que los estudiantes se sienten orgullosos de un sistema que abre muchas perspectivas. Familias y estudiantes además saben, a día de hoy, que se han enrolado en una apuesta pedagógica que se va a convertir en un auténtico ascensor social. De hecho, los datos señalan que sus alumnos ingresan en las mejores universidades británicas.
Una escuela joven y clásica en sus métodos de enseñanza
Michaela es una escuela, de reciente fundación (2014), que está apostando por recuperar, tal como venimos señalando, elementos de las escuelas clásicas. Podría haber dicho de las escuelas “tradicionales”, pero prefiero pensar que quizá existe una escuela clásica en el sentido más esencial del término.
Y que Michaela apunta en esa dirección, recuperando elementos que se remontan a escuelas de tiempos pasados ajenos a la novedad por la novedad. Entiendo por escuela clásica a aquella que ha tocado las teclas precisas para perdurar, que cuenta con características que la hacen capaz de integrar a alumnos y familias y, sobre todo, que desempeñan la característica más importante: que cumple su fin primordial.
Y este fin primordial es transmitir conocimiento, educar, ser una vía para facilitar que sus alumnos lleguen a ser quienes están llamados a ser y, de ese modo, promover la movilidad social. Una escuela que despliega la excelencia de cada alumno y cada profesor y que, por extensión, invita a las familias a sumarse a este modelo colaborando con el proyecto desde el hogar.
Está claro que implícitamente Michaela quiere recuperar elementos de las escuelas clásicas, pero ¿es una escuela clásica ya, hoy mismo? No me atrevería a responder afirmativamente. Habrá que aclarar algunos puntos.
Como funciona esta escuela en su día a día
“Porque sin una excelente disciplina, el aprendizaje no puede tener lugar”, de este modo directo se autodefine Michaela. Pero la disciplina tiene dos caras: ¿estamos ante una regulación exterior de los estudiantes que se impone por refuerzo y castigo?, o quizá, ¿estamos ante una auto-regulación orgullosamente aceptada pues ofrece la posibilidad a los estudiantes de pertenecer a un proyecto entusiasmante que les va a conducir a cada uno hasta su propia excelencia?
Michaela sabe que es una escuela estricta y no se esconde: es más, se enorgullece. Y los profesores imparten las asignaturas delante de sus estudiantes. Explican, argumentan, dirigen el trabajo que es frecuentemente individual.
El trabajo colaborativo no es la norma ni mucho menos. Ni un atisbo del profesor facilitador que ha puesto en manos de sus alumnos la elección de los contenidos o les ha confiado la construcción de su propio aprendizaje. Ni la Nueva Pedagogía ni muchas metodologías educativas novedosas calan en esta escuela.
El aprendizaje de los contenidos de memoria no es rechazado sino fomentado. Y también es promovida la contante práctica de la lectura y la escritura en la Michaela Community School. Ahí cabe, también, aprenderse poemas de memoria y a su vez cabe la lectura atenta de varias obras de Shakespeare y otros clásicos.
En esa dirección cobra importancia la práctica de una esmerada escritura de ensayos reflexivos sobre los contenidos aprendidos. Este estudio concienzudo coincide con el cultivo del silencio y con un clima escolar lleno de urbanidad.
El trato de los alumnos entre ellos y hacia el profesor debe estar cargado de respeto. Pero una pregunta nos ronda una y otra vez de distintas maneras: ¿la autoridad del profesor es ganada dado su prestigio docente y personal (auctoritas)?, o más bien es ¿una autoridad impuesta en función de las reglas pactadas (potestas)?
En cualquier caso, nadie queda atrás. Se acepta que existen distintos ritmos de aprendizaje, pero aquellos que avanzan más lentamente nunca son arrinconados sino aupados con la misma calidad y dedicación de los profesores en comparación con los estudiantes que avanzan sin problemas.
Buenas maneras, vida familiar y respeto
Una de las bases de esta escuela es lo que podríamos llamar pacto familiar. Las familias se comprometen a acompañar la tarea de la escuela reflejando en casa el estilo Michaela. Y la escuela proporciona a los estudiantes una Cultura con mayúscula que por lo menos debe ser respetada por los padres. Pero también importa la cultura de una vida laboriosa, detallista, aplicada y también llena de gratitud.
En esta dirección la escuela se compromete a formar a los estudiantes en el cumplimiento de las normas que incluye las tareas que deberían aplicarse también en familia. Este cultivo de las normas familiares de convivencia se ve reflejado en la comida escolar al que denomina almuerzo familiar.
No hay barra de autoservicio, sino que los estudiantes de Michaela se sirven unos a otro en mesas de seis para reproducir el clima del hogar. Son mesas que siempre cuentan con un invitado adulto que espolea para que los temas de conversación sean bastante académicos y relacionados con los contenidos aprendidos esa jornada.
Y de la misma forma que se sirven los platos luego se limpia la mesa. En general, en la vida escolar, la gratitud, la sencillez en el trato, y el buen humor son las constantes. Quienes conocen Michaela por dentro señalan que es así. Los estudiantes sonríen, esa es la realidad.
Procedencia social y resultados académicos
Estamos hablando de una escuela donde se cursa la educación secundaria (entre los 11 y los 18-19 años) y que está situada en un barrio humilde de Londres (Wembley). Michaela cuenta con un alumnado frecuentemente no blanco y formado por los hijos de familias migrantes de minorías étnicas de segunda, tercera o cuarta generación.
Pero la insistencia en un identitarismo racial está ausente. El centro no es la utopía, ni una militancia casi política sino el conocimiento y la cultura. Michaela se aleja de la batalla cultural.
Consecuentemente la primera pregunta que nos asalta es ¿qué tal van las calificaciones a este singular centro escolar? La inspección educativa británica, en el plano académico y formativo, a tenor de los informes que emitió la institución dedicada a este menester en 2017 y cuyo nombre es Ofsted (Office for Standards in Education, Children's Services and Skills), señala que Michaela Community School cuenta con resultados de excelente en todos los ítems evaluados:
Asimismo, el Certificado General de Educación Secundaria (en inglés: General Certificate of Secondary Education, GCSE) que es un grupo de títulos británicos obtenidos a través de exámenes que llevan a cabo estudiantes de entre 15 y 16 años en las escuelas secundarias de Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte ofrece unos excelentes resultados.
Michaela se presentó por primera vez a estos exámenes (que vienen a ser una reválida externa que otorga el título de secundaria) en 2019. El 50% de los estudiantes de Michaela que tomaron parte en estos exámenes obtuvieron una calificación (una nota) de 7 sobre 9 o superior en al menos cinco asignaturas. Asimismo, casi un 25% de los estudiantes de Michaela obtuvo una nota de 7 sobre 9 o superior (7, 8 y 9) en todas sus materias. El 18% del total de las calificaciones de Michaela fue de 9, que es la nota máxima. Por su parte a nivel nacional (excluida Escocia) el 9 fue una nota obtenida por el 4,5% de las calificaciones del resto de las escuelas.
Los resultados son muy interesantes. E invitan a pensar que el modelo Michaela funciona en el plano académico.
¿Funciona también en el plano humano? ¿Estamos hablando de alumnos que libremente eligen la excelencia, desean progresar, saber, instruirse para alcanzar metas altas?, o quizá ¿son estudiantes adiestrados para triunfar en el sentido más negativo del término? ¿Jóvenes que entrarán en las mejores universidades pero a los que solo les mueve el éxito y el poder? Por ahora, lo mejor que podemos hacer es escuchar a su fundadora y directora Katharine Birbalsingh y colaboradores.
Ella es la inspiradora de la escuela Michaela y la promotora de un libro en el que se habla en profundidad de estos temas: Michaela: The Power of Culture: The Michaela Way (2020). Hoy por hoy, la voz de Birbalsingh es muy escuchada en el mundo educativo del Reino Unido.