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Consume, manda, sé más: así tienta el demonio

Hombre poderoso

FOTOGRIN | Shutterstock

Siempre hay un deseo de poder, de influir, en el corazón

Carlos Padilla Esteban - publicado el 07/03/22

Es tan frágil mi corazón, que se deja llevar por sus promesas de darme bienes inmediatos...

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Jesús es tentado por el demonio hasta en tres ocasiones.

«En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo».

Son las tres tentaciones más normales en nuestra vida.

1Tentación material

La primera tiene que ver con lo material, con el hambre que pretende saciar y calmar el vacío que tengo en el corazón:

«Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: – Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan. Jesús le contestó: – Está escrito: No sólo de pan vive el hombre».

Tengo hambre. En mi corazón siento un vacío inmenso, infinito. Y pretendo saciarlo con las cosas del mundo.

Quiero ser feliz intentando conseguir que el mundo me sonría. Cuando no lo hace pierdo la alegría y me siento vacío.

Consumismo

El demonio me tienta con darme pan cuando lo necesite. Basta con que lo pida. Así es el consumismo en el que vivo.

Cuando me falta algo lo consigo. No me cuestiono cuánta falta me hacen las cosas. Simplemente las busco y las persigo. Y en seguida llegan a mi poder.

Me lleno de cosas que no me hacen falta. La abundancia me aletarga. No siento nunca necesidad.

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Del pan a la Palabra

Me hace bien que me duela no tener ciertas cosas. Me permite desarrollar mi creatividad.

Puedo ser feliz con lo que tengo. No necesito lo que siento que ahora mismo me falta. La austeridad es esa capacidad para renunciar. No siempre que tengo hambre me detengo y como.

Cuando uno camina a Santiago sabe que tiene que llegar a un pueblo. En el camino no siempre encuentra lo que necesita.

El hambre duele y en ocasiones la sed. Ser capaz de caminar feliz con hambre y sed es una experiencia que me ayuda a madurar. Dejo de ser esa persona caprichosa que obtiene todo lo que necesita.

No sólo de pan vive el hombre. No sólo de aquello que necesito. Puedo vivir buscando la palabra de Dios que me da vida y esperanza.

Cuando desvío la mirada de aquello que me obsesiona comienzo a valorar más otras cosas. El hambre del mundo me preocupa. Hay mucha necesidad que no sé ver.

José Antonio Pagola comenta: «Hay que liberar a los pobres del hambre y miseria». Esa hambre es la que me duele.

La cuaresma me invita a desviar la mirada de mi hambre y pensar en los que de verdad sufren en su vida.

Mi renuncia a ese pan me abre el corazón. La tentación de lo material hoy toca mi corazón. Quiero ser más libre en esta Cuaresma.

2Poder

«Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: – Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mi, todo será tuyo. Jesús le contestó: – Está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto».

Poder para gobernar, para tener autoridad. Es lo que en ocasiones busco y temo perder. Quiero mandar, que me escuchen, que hagan mi voluntad, que me sigan y admiren.

Quiero vivir en el centro y que nada suceda sin mi permiso. Quiero mandar y que los demás me obedezcan. ¡Cuánta pobreza en mis pretensiones!

Siempre hay un deseo de poder en el corazón. El deseo de influir en los demás. El deseo de poder cambiar la realidad para que no sea como es.

El deseo de tener a muchos que me obedezcan y logren por mí lo que yo también deseo conquistar.

La gran tentación

El poder es tentador. Por eso hay tantas personas que abusan de su poder. Porque no hay un límite.

Quiero mandar sobre todos los reinos de este mundo. Sobre todas las personas. No quiero que alguien mande sobre mí.

El poder es la gran tentación en mi vida. Deseo imponer mi voluntad. Y me duele cuando otros deciden por mí y actúan sin tomarme en cuenta.

Es curioso cómo funciona el corazón humano. Nunca es bastante el poder. Puedo influir sobre algunos pero quiero más.

Servicio o abuso

El poder puede sacar lo mejor de mí cuando lo vivo como un servicio. Sé que lo importante es servir la vida ajena amando a los que Dios me confía.

Entender así el poder político sería increíble. Pero a menudo el poder sirve a mis intereses.

Quiero más, necesito más. Me comparo con los que más poder tienen y deseo influir como ellos influyen en la sociedad.

El poder es muy tentador. Vivir sometido al poder de otros es lo que no quiero. Y puede que me deje someter para obtener beneficios y ventajas.

Dejo de hacer aquello en lo que creo por tener el afecto de los poderosos. Me importa tener poder y ser amado por los que tienen poder.

El poder como servicio me vuelve creativo y generoso. El poder como medio para lograr mis fines saca lo peor de mí y puede acabar enfermándome.

Imponerse hasta la guerra

Así es el poder que no quiero. El que lleva a la guerra tratando de imponerse sobre los más débiles.

Ese que continuamente está en lucha con otros poderosos tratando de vencer e imponer sus normas y formas.

El poder puede acabar deformando mi mirada y llenando de ira y miedos mi propio corazón.

No aferrarse, entregarlo a Dios

Quiero entregarle a Dios el poder que tengo. La autoridad que me ha conferido. Quiero que esté Él en todo lo que hago.

Que Él me ayude a liberarme de mi poder, a no aferrarme a lo que me da seguridad.

Y que no abuse del poder que tengo. Ni explote a nadie ni haga mal a otros para obtener yo un beneficio. Me hace bien tocar la debilidad. Comenta el Papa Francisco:

«El Señor no nos quita todas las debilidades, sino que nos ayuda a caminar con las debilidades, tomándonos de la mano. Toma de la mano nuestras debilidades y se pone cerca de nosotros. Y esto es la ternura. La experiencia de la ternura consiste en ver el poder de Dios pasar precisamente a través de lo que nos hace más frágiles; siempre y cuando nos convirtamos de la mirada del Maligno».

En la debilidad, desprovisto de poder, toco la ternura y el amor de Dios en mi vida.

Cuando dejo caer las cadenas de mi orgullo y me muestro indefenso, Dios puede entrar por mis puertas abiertas.

Me siento en paz y descubro que la vanidad y el orgullo matan la vida de mi alma.

3Soberbia

La tercera tentación tiene que ver con la soberbia. Con el deseo de que me sigan y hagan todo lo que yo deseo:

«Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: – Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: – Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y también: – Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras. Jesús le contestó: – Está mandado: – No tentarás al Señor, tu Dios. Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión».

Ya no se trata de poseer todos los reinos sino de tener un poder que me salve en toda necesidad. La tentación de ser el mejor, el primero, el exitoso.

Busco en esta vida que todo me resulte bien. y quisiera que el mundo se plegara a mis deseos.

Soy hijo, pobre

Se me olvida quién soy. Soy hijo, soy niño, soy pobre. Dios puede hacer conmigo una obra nueva, una nueva creatura solo si me dejo transformar por su amor.

Pero si me vuelvo rígido y me quedo atado a mis deseos nada nuevo podrá ocurrir en mi interior. Me gusta la promesa que Dios me hace:

«Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones. Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré».

Dios es el que me cuida. Pero no lo tiento. No lo pongo a prueba.

Tentar a Dios

Con frecuencia pongo a prueba a Dios y le digo:

«Si realmente me quieres haz esto por mí, sácame de esta enfermedad maldita. Salva a mi hermano, a mi padre, a mi esposo. Salva a los que amo. Porque yo te quiero y me lo has prometido. Y si no lo haces me estarás mostrando que tu amor no es tan grande».

Tiento a Dios y su poder. Si me quiere tanto como dice hacerlo, tendrá que hacer realidad todo lo que le pido.

Hará posible lo que ahora no veo ante mí. Superará mis miedos y vencerá en medio de mi camino. La promesa es que me librará de mis aflicciones.

Pero yo creo que si hago el bien, me porto como Dios espera y digo amarle, todo va a ir bien.

Sin embargo no es así. Dios no cumple mis deseos al pie de la letra, y en los tiempos que yo exijo.

No es así ese Dios al que amo, quien me ama. Su poder no es ese que yo busco y deseo en este mundo.

Bienes inmediatos

SOCIAL

El demonio me tienta y me dice que si lo sigo a él me va a ir mejor. Que si lo adoro a él voy a ser más feliz y voy a ver satisfechas mis necesidades.

Y así a veces me dejo llevar por la tentación. No soy como Jesús que resiste en medio del desierto, con hambre y sed.

Yo, en cuanto paso necesidad miro al demonio y sigo sus pasos. Me vuelvo su servidor y esclavo.

Es tan frágil mi corazón, que se deja llevar por sus insinuaciones. Porque lo que me promete el demonio al tentarme son bienes inmediatos.

Quiere que me pase a ese lado en el que reina la oscuridad. Me promete que Él me va a dar todo lo que deseo, pero es imposible.

Solo Dios hace feliz

JESUS

Dios es todopoderoso, el demonio es impotente, es una creatura. Y está llena de maldad y egoísmo. No me va a hacer feliz, no va a hacer plena mi vida.

Voy a ser un menesteroso siempre si permanezco a su lado. Voy a quedarme solo si busco al diablo como mi abogado y defensor.

Sólo Dios ensancha mi corazón, el demonio me lleva a pensar que los demás son mis enemigos, el infierno en esta vida.

Me insinúa que tengo que construir mi camino sin contar con nadie, sin amar a nadie. El demonio me hace pensar que siempre los demás están equivocados y yo tengo la razón, porque soy mejor que ellos. Y me tienen envidia porque soy más capaz.

El demonio me aísla y hace que no quiera ayudar a nadie ni dejarme ayudar. Vivo en mi mundo feliz, no los necesito.

El demonio me recuerda que seré feliz si disfruto cada día sin necesidad de renunciar ni sacrificar nada por amor. En el amor salgo perdiendo.

Así actúa el demonio cuando me tienta prometiéndome una felicidad que no me puede dar.

Dios sí puede, y Él me da fuerzas para resistir estas tentaciones que me hablan de una felicidad caduca que no llena el corazón.

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