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7 películas para 7 sacramentos: El retorno del Jedi y la Unción de enfermos

STAR WARS

Lucasfilm

El Retorno del Jedi

Enrique Anrubia - publicado el 02/03/22

Un drama familiar intergeneracional de cuya conclusión depende el universo entero. Es, simple pero complejamente, una historia familiar

Adquiere sin duda tintes épicos del bien con el mal, de las fuerzas oscuras de este mundo contra la luz, de la libertad contra la esclavitud… pero todo ello se juega en una mesa de domingo reunida una familia que tiene francas y hondas desavenencias.

Conviene dejar aparcado todo el mundo sucedáneo de Star Wars para centrarse en las 2 películas que fraguaron ese universo inicialmente. Los midiclorianos, las idas y venidas de guion, las intrahistorias de la historia (Mandalorian, las guerras Clon, Boba Fet…). La primera y original película de Star Wars fue un divertimento de George Lucas y Steven Spielberg que fue a más. Tras su éxito Lucas empezó a gestar toda la historia que se desarrolla propiamente en “El imperio contraataca” y “El retorno del Jedi” y que, en el fondo, son dos películas que son una. Aun así, aquí nos fijaremos en la última, “El retorno del Jedi”.

Lo que Lucas consiguió no fue solo un universo lleno de imaginación y fantasía, de personajes icónicos, chistes y aventuras. Lo que consiguió fue también la invención del villano más famoso de la historia del cine de ciencia ficción: Darth Vader. Que el malo de la película sea tan protagonista como sus héroes dice mucho de la talla del guion.

Darth Vader es la caída de la bondad esperada. Es el jedi trasnochado que se ha vendido al lado oscuro que es, en palabras de Yoda, un lado “más rápido, más fácil, más seductor”. Es el lugar donde convive “el miedo, la ira y la destrucción”. Más todavía, el lugar donde se cree que “solo el odio puede destruir” el mal.

Pero frente a ello hay una espiritualidad. La frase “que la fuerza te acompañe” (May the force be with you”) es una licencia literaria de la oración judeocristiana “Que el Señor esté contigo” (May the Lord be with you”). Si bien es cierto que en las posteriores películas Lucas le quitará peso al sentido espiritual y se lo dará al “científico”, pero en las originales lo religioso está muy presente.

La historia entre Darth Vader y Luke Skywalker, entre padre e hijo, es una carrera a contracorriente del mundo. Todos, desde Yoda, Leia, el Emperador, Obi Wan Kenobi, creen que la única forma de acabar Vader es matándolo. Más: que le redención de Vader es que su propio hijo lo mate. Lo quiere Yoda y lo quiere, aunque con intenciones distintas, el oscuro Emperador.

Pero ni el Emperador, ni Yoda, saben que en la misma revelación de Vader cuando le dice a Luke “soy tu padre”, le ofrece gobernar juntos el universo. Vader no quiere matar a su hijo, quiere gobernar con él. De un modo aún por desvelar Vader ha dicho algo que sin él saberlo le cambiará la vida, como le cambia todo cristiano en la voz de un Nazareno en una cruz: “Tu destino va unido al mío”.

Es ese momento, aún tenue pero suficientemente claro, donde la redención de una vida de mal puede ser dada. Donde otro puede intuir y sanar lo que uno por sí mismo no es capaz de sanar. Luke lo ha visto, o, en palabras “jedi”, lo “ha intuido”. Luke sabe que puede “controlar su miedo”, que “Obi-Wan le ha instruido bien”, que la fuerza es intensa en él.

Pero controlar el miedo o todas las habilidades jedi no son suficientes para sanar un corazón herido.

Descubrir nuestra unión es poder ser rescatados por Otro, es poder adivinar lo que nos resistimos a afirmar: que aún hay esperanza incluso en el momento más delicado porque hay una unión previa a todo mal. Nadie como Jeremías lo dice tan bien: “Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, antes de que nacieras te había elegido” (Jr 1, 5).

Cuando Luke se entrega voluntariamente a Vader se lo dice: “Escucha tus sentimientos, padre. No puedes hacer esto. Siento el conflicto dentro de ti”. Y Vader responde con la desesperanza del ciego abatido por su propia ceguera, de quien ha vivido una vida en un mal que le ha sojuzgado hasta casi matar el amor por su hijo: “Es muy tarde para mí, hijo mío”.

¿Es posible la redención en un lugar de tanto mal y desesperanza? La total redención no puede provenir de un momento exclusivo en nuestra vida. El último suspiro no es último por ser posterior a otro sino porque tras él la libertad desfallece en toda su magnitud. De ahí que lo exclusivo sea el rescate de ese fallecimiento cuando ya no se ve. 

Se equivocan, con mentalidad infantil, quienes piensan que el arrepentimiento final en el momento final es propiedad de nuestro señorío. Se equivocan porque, por ser final, la fuerza de nuestra libertad adquiere conciencia de que nada puede hacer ni está en sus manos. ¿Acaso Vader no ha visto que ya no es aquel gran jedi y que incluso su hijo es más fuerte que él? Se equivocan quienes confían en sus propias fuerzas por que el rescate posible no versa sobre ese momento sino sobre el total de la vida a la cual nuestra muerte la cierra en su último capítulo y la permite entender como justamente totalidad: esa es mi vida, ese he sido yo. 

Así que aquello que de exclusivo tenga el rescate y su auxilio no proviene tanto de nuestra súplica cuánto de la mirada atenta sobre la que nosotros Alguien tiene. Uno es ahí mendigo necesitante de una misericordia pura similar a la de quien ya no tiene en sí el dominio sobre su destino. Más: de aquel que adquiere conciencia de que su destino final nunca ha estado totalmente solo en sus manos. Así que uno únicamente es colaborador protagónico de un plan más grande. 

El reclamo de la bondad se vuelve oscuro y solo otro puede decirnos “hay bien en ti, lo presiento”. Nosotros sólo podemos decir: hemos sido salvados, porque es la conciencia de que alguien vino de fuera a rescatarnos aún sin nuestro permiso. Cuando eso pasa, cuando se nos prepara para la muerte, cabe decir lo mismo que Vader le dice postrado en el regazo de su hijo:


“- Ayúdame a quitarme esta máscara.

Pero morirías…

Nada puede evitar eso ahora. Sólo por una vez, déjame verte con mis propios ojos. Ahora vete, hijo mío…déjame.

No, vendrás conmigo. No te dejaré aquí, debo salvarte.

Ya lo has hecho, Luke”.

“Ya lo has hecho”. Ese momento de lucidez desvela la luz frente a la oscuridad. Y ¿qué si no eso significa “lucidez”? Salir y sacar a la luz. “Es más una máquina” le había dicho Obi Wan a Luke. Ni la bondad más buena de este mundo alcanza los lugares y los momentos de ese final.

La muerte no se hace menos muerte ni menos definitiva para nosotros, pero ya no nos define como definitivos: hay alguien más no tanto después de la muerte, sino que ya estaba antes. Por eso, y frente aquella respuesta de Vader, redemir es poder decir “nunca es tarde”, o, mejor, “siempre es antes”.

Así, la unción de enfermos no es solo lo último, sino que es el “Antes de todos los tiempos” es lucidez pura: “luz de luz”. Estar antes del después. Eso es Dios. Esa es la confianza que se nos recuerda: que ya hemos sido salvados.

Por eso, el aceite de la unción también es recuerdo bendito de que fuimos señalados, ungidos. Marcados y contados. Elegidos antes de nuestra elección. Vader era el elegido, pero se equivocaron tanato el oscuro emperador como los caballeros jedi al pensar que lo era por su poder, Vader es el elegido porque es el cumplimiento redimido de que el amor por su hijo no puede ser arrebatado por ningún poder oscuro, de que incluso hay algo más fuerte que la propia fuerza jedi.

De ahí, solo cabe afirmar que hay una unión más fuerte que la muerte, o dicho de otra forma: que hay una comunión, como muestra la película y dicen los cristianos, de vivos y muertos.

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