El hombre es religioso por naturaleza, siempre ha sentido que había un “alguien” poderoso al que levantar la mirada, especialmente cuando las cosas no iban bien.
Pero como G. K. Chesterton recuerda en su obra El hombre eterno, la percepción era que ese ente creador estaba arriba, lejos del alcance del hombre.
Por eso había que realizar sacrificios y actos de adoración, en todas las religiones, era el hombre que buscaba volver a conectarse con lo divino. Como un perrito abandonado en la carretera que busca a su dueño fiándose de su instinto.
Las religiones naturales sí tienen espíritus y entes, buenos y malos, que intervienen en la vida de los hombres, pero son de rango menor. Con ellos aún podríamos entendernos. Pero Él, el Creador se ha retirado de la escena. Brahma está durmiendo.
Es así como muchas personas aún hoy sienten su relación con lo divino. Sí, quizás Dios existe, pero esta allá arriba y no le interesan mis asuntos.
Y Dios se hizo un selfie
Pero el Dios que aparece en la Biblia, el Dios de la fe cristiana, es bien distinto. Es un Dios que “baja” de sus alturas para darse a conocer al hombre. En el lenguaje de hoy, diríamos que se hizo una selfie para mostrarse.
Así vemos una verdad de la fe cristiana totalmente novedosa, una psicología religiosa muy distinta a la de las religiones naturales anteriormente presentes en la historia.
Esta novedad es clave para entender la fe cristiana: es una forma nueva de relacionarse con Dios sin precedentes para la humanidad.
Sin esta premisa -la de que la religión cristiana procede de una iniciativa de Dios y no del hombre- es difícil entender todo lo demás.
Y esto es lo que explica precisamente el primer capítulo del Catecismo de la Iglesia Católica.
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Hoy celebramos a...