Si la Biblia es la Palabra de Dios, ¿cómo se puede meditar con ella? Convencido de que es mejor mostrar que contar, el joven monje benedictino Fray Ignacio Esparza Lezáun ofreció un inédito encuentro público en Internet para enseñar a rezar con los salmos.
A sus 27 años, el monje Gen Z accedió a participar en un evento en línea. Lo organizó la Fundación DeClausura y lo dirigió la periodista Blanca de Ugarte.
El religioso habló desde la cripta del Monasterio de San Salvador de Leyre, la cuna espiritual de Navarra.
En los gruesos muros de este monasterio resuenan las melodías gregorianas cantadas por sus 22 monjes.
Fray Ignacio escogió el Salmo 102 (o Salmo 103), “El himno a la misericordia de Dios”, como él lo define. Empieza con la famosa oración:
“Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios”.
Para este joven benedictino, que lleva seis años en el monasterio, se trata “de un salmo muy profundo, un salmo en el que se palpa la ternura de Dios”.
En pocas palabras, considera que “no hay mejor texto elegido para rezar todos juntos”.
El consagrado no hizo otra cosa que mostrar a quienes le seguían por YouTube y otras plataformas los pasos de la así llamada lectio divina, es decir, la lectura orante de la Palabra de Dios.
Iluminación
Comenzó pidiendo a Dios luz para el corazón:
“Ilumina nuestros corazones, Maestro amante del hombre, con la luz incorrupta de tu conocimiento, y abre los ojos de nuestra mente a la comprensión de tu Palabra”.
“Inculca también en nosotros el temor de tus santos mandamientos para que reprimiendo todo deseo carnal sigamos una vida espiritual pensando y obrando cuanto es de tu agrado, porque Tú eres el que iluminas las almas y los cuerpos”.
El libro de cabecera del cristiano
El monje recordó que para la Iglesia el libro de los Salmos es el libro de cabecera para rezar. Así era para el pueblo judío. Por lo tanto, también lo era para Jesús.
Ese es el motivo fundamental, por el cual nosotros rezamos con los salmos.
“Jesús en el Nuevo Testamento se nos muestra con mucha frecuencia como una persona orante. Y en los momentos clave de su vida reza muchas veces. Por ejemplo, en la hora de la Cruz utiliza el Salmo 21: ‘Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado’”.
Por este motivo, el joven advirtió que lo más importante de ese encuentro no sería lo que él podría decir, sino lo que revela el Samo 102.
“El Señor es bondadoso y compasivo -recitó el monje con el Salmo-, lento para enojarse y de gran misericordia; no acusa de manera inapelable, ni guarda rencor eternamente; no nos trata según nuestros pecados, ni nos paga conforme a nuestras culpas”.
Los cuatro pasos
Según la tradición de los monasterios Lectio Divina, esta oración con la Palabra de Dios, tiene cuatro pasos separados: leer, meditar, rezar, y contemplar.
Primero se lee un pasaje de las Escrituras, luego se reflexiona sobre su significado. A esto le sigue la oración y la contemplación de la Palabra de Dios.
El enfoque de la Lectio Divina no es un análisis teológico de los pasajes bíblicos, sino verlos con Cristo como la clave de su significado.
La práctica monástica de la Lectio Divina fue establecida por primera vez en el siglo VI por san Benito de Nursia.
En el siglo II, el monje cartujo Guigo II la formalizó como un proceso de cuatro pasos.
En el siglo XX, la constitución Dei verbum del Concilio Vaticano II recomendó la Lectio Divina a todos los cristianos. Y su importancia fue afirmada por los últimos papas.
Puede aprender a rezar con la Palabra de Dios gracias a la grabación del encuentro virtual ofrecido por Fray Ignacio Esparza Lezáun .
Aleteia, red global católica de información, en virtud de su misión fundacional, contribuye, en colaboración con la Fundación DeClausura, a comunicar la vida, espiritualidad y productos de los monasterios contemplativos.