Los santos vienen de todo tipo de familias, desde paganas hasta pías, desde las que cuentan
con padres felizmente unidos en matrimonio hasta padres divorciados o no casados.
Aun así, aquellos cuyos padres nunca se casaron pueden sentirse atípicos; los padres que educan a sus hijos fuera del matrimonio quizá necesiten un recordatorio de que no hay solo un camino hacia la santidad.
De esta forma, los santos que nacieron con padres no casados nos recuerdan que es totalmente posible alcanzar la santidad, independientemente de nuestros progenitores.
Beata Eustoquia de Padua (1444-1469)
Nació en medio de un escándalo: su madre no solo era soltera, sino que también era monja.
Criada por su padre y su abusiva madrastra, Eustoquio empezó a mostrar signos de posesiones demoníacas desde una temprana edad, por los cuales su padre la devolvió al convento donde había nacido.
Cuando el obispo intentó reformar el convento, todas las monjas licenciosas se fueron como forma de protesta.
Y llegaron otras monjas virtuosas. Aunque dudaban de vivir con la madre de Eustoquio, la abadesa la dejó quedarse.
Eustoquia lidió contra el demonio durante cuatro años más (e incluso llegó a ser acusada
de brujería).
Se piensa que también pudo estar sufriendo trastornos mentales. Tenía cierta inclinación a las autolesiones, cortándose con cuchillos o agujas, aunque a veces era capaz de resistir la tentación.
Finalmente, Estoquia fue liberada de toda esta situación y pudo vivir el resto de su corta vida en paz.
San Martín de Porres (1579-1639)
Nació de padres no casados en Perú: su padre era blanco y su madre era negra.
Se formó como barbero (que incluía también aprender medicina) e intentó entrar a la orden Dominica, pero lo rechazaron debido a que era ilegal que un hombre negro hiciera votos.
En vez de eso, entró como voluntario y su virtuoso comportamiento llevó a que su superior se saltara la ley y le dejara convertirse en hermano lego.
Trabajó en la cocina y en la enfermería el resto de su vida, y fue un curandero y trabajador milagroso que bilocó por todo el mundo.
Santa Luisa de Marillac (1591-1660)
Era la hija ilegítima de una viuda aristocrática francesa. Su madre murió poco tiempo después de dar a luz.
Y creció en la casa de su padre hasta que su siguiente mujer la envió a un internado cuando tenía solo 4 años.
Cuando Luisa cumplió los 12, su padre murió y su madrastra se negó a seguir pagando su matrícula; la hija del noble tuvo que defenderse por sí sola desde ese momento.
A pesar de que discernió una vocación a la vida religiosa, no tenía dote. En vez de eso, Luisa se casó con un hombre del cual fue enfermera a lo largo de una enfermedad crónica hasta su pronta muerte.
Ya viuda, fundó las “Hijas de la Caridad” para servir a los pobres.
Beata Columba Kang Wan-suk (1761-1801)
Nació fuera del matrimonio en una familia noble coreana. Después de convertirse en esposa, y madrastra del beato Philip Hong Pil-ju, se convirtió al catolicismo y llevó a su hijastro y suegra hacia Cristo, juntamente con su hija.
Cuando su esposo la dejó por una concubina, Columba hizo de su casa un centro para la iglesia clandestina.
Pasó el resto de su vida como evangelizadora y catequista, y como protectora del único sacerdote de Corea (que era perseguido). También fue el corazón de su comunidad, antes de morir mártir.
San José Mukasa Balikuddembe (1860-1885)
Nació en lo que ahora conocemos como Uganda, fruto de una aventura entre su madre y el primo de su esposo.
El padre biológico de Mukasa fue obligado a huir y él fue criado por su madre y su marido.
A los 14 se convirtió en paje de la corte real, donde escuchó el Evangelio de los misioneros y donde también recibió el bautismo.
Fue elegido como líder de la comunidad católica y se dedicó a proteger a los pajes jóvenes de las depredaciones del rey hasta ser sentenciado a muerte por objetar contra una ejecución injusta.
Beato Francisco de Paula Victor (1827-1905)
Nació en la esclavitud brasileña, y su padre es desconocido. Cuando discernió una vocación sacerdotal, tuvo que luchar contra el racismo y el impedimento canónico de su nacimiento por parte de padres no casados.
Afortunadamente, su obispo quiso abogar por él en ambos aspectos, y finalmente Roma le dejó convertirse en sacerdote.
Aunque soportó el racismo de sus feligreses, perseveró y se convirtió en un amado (y santo)
pastor.
Beata Ulrika Franziska Nisch (1882-1913)
Nació en una pareja alemana que esperaba casarse pero no pudo por culpa de su pobreza.
A pesar de ello, cuando se quedaron embarazados, finalizó toda objeción contra su matrimonio y acabaron teniendo 10 hijos más.
Su tía y su abuela criaron a Franziska hasta cumplir los 7 años. En ese punto la devolvieron a sus padres para poder ser útil en su casa, entonces ya llena de niños.
Fue incapaz de ajustarse a su familia y la devolvieron a su tía. Empezó a trabajar a los 12 y más tarde se convirtió en Hermana.
Allí trabajó en la cocina; las otras hermanas no pensaban mucho en ella (a pesar de sus
visiones místicas) porque no era de mucho uso.
Beato Lojze Grozde (1923-1943)
Nació fuera de matrimonio en una familia eslovaca. Rechazado por sus padres, lo criaron sus abuelos maternos y su tía.
Cuando la madre de Lojze se casó, su padrastro lo ahuyentaba regularmente. Los comunistas lo torturaron y martirizaron.