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Monja de clausura sorprende: «No he dejado el mundo, estoy mucho más en él»

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Fundación De Clausura - publicado el 03/02/22
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Sor María Gracia, jerónima del Monasterio de Santa Marta en Córdoba (España), desvela los misterios de la vida contemplativa

Con nuestras agendas cuadradas al milímetro, las prisas, continuos desplazamientos y la presión de llegar a cumplir con todos los objetivos marcados, es fácil imaginar los monasterios de clausura como oasis que nada tienen que ver con nuestro mundo de locos.

Y es difícil de imaginar lo que piensan y viven las monjas que buscan en ellos lo esencial. Una de ellas, Sor María Gracia, ha querido compartirlo.

Y realmente sorprende descubrir la profunda conexión espiritual que traspasa los muros de su monasterio de Santa Marta, en Córdoba (España) y llega hasta lo profundo de cada corazón con una invitación ineludible: entrar dentro de ti y descubrir ahí a Dios.

«Dentro de mí encuentro a Dios y a los hermanos»

«La vida contemplativa es un misterio y es un milagro. Para mí ha sido muy importante y muy gozoso el ser llamada a esta forma de vida.

Yo no me lo había imaginado nunca, pero se presentó de pronto la llamada. Dios prepara mucho, y yo procuré ser consciente de esta llamada y ser fiel a ella.

Dios me ayudó a ir dejándolo todo. Todo aquello que me entretenía lo dejé libremente.

Después de que yo entré en el monasterio y vi lo que iba a ser mi vida, lo importante es la búsqueda de Dios y colocarme dentro de mí misma. Y es ahí donde encuentro a Dios y donde encuentro a los hermanos. Y es ahí es donde Dios me va conduciendo.

He procurado ser fiel al Dios que me llamaba, al Dios que me ama y que me lleva por sus caminos.

Estoy en el mundo porque Dios está en él

Para mí el mundo es algo tan importante como yo. El mundo es algo mío y yo soy del mundo.

No por ser monja lo he dejado, sino que estoy mucho más en él, desde mi silencio monástico, desde mi vida, desde mi oración, estoy en el mundo. Porque Dios está en el mundo también.

La vida se expande, salta los muros

Para mí es muy importante vivir en profundidad en plan anchura en altura. Estoy segura de que si yo vivo, estoy generando vida para los demás, porque la vida es dinámica y se expande.

Aunque nadie me conozca, aunque nadie sepa de mí ni yo conozca a nadie, esta vida no se queda en el monasterio, salta los muros. Va a parar a los hermanos. Estoy muy segura.

Esto me da a mí felicidad. También yo recibo de los hermanos aquí, aunque no se conozca. Porque la vida que tenemos dentro la estamos expandiendo a todos.

Sean conscientes de que están vivos

Me gustaría gritar a los hermanos que sean conscientes de que están vivos y de que la vida no queda en ellos.

Y que esto es una fuente muy grande de felicidad, un manantial que brota como un torrente en crecida.

Esta vida que está corriendo nos atrae unos a otros. Como hay tantos problemas en el  mundo, yo los siento en mí.

Y esto lo pienso mucho, lo oro mucho, lo trabajo mucho, para que llegue a los hermanos y se acerquen.

Ya Dios lo hará de alguna forma. Porque lo mío es estar aquí, vivir el silencio en profundidad.

Cuando uno entra dentro… es pura vida

A mí me gusta mucho estar abierta a lo que Dios va diciendo. Escucho mucho la vida, la vivo mucho en profundidad, la palpo, la huelo, la miro…

Todo esto para mí es muy importante, es mi lectio, es mi oración, es mi vivir para los hermanos, desde el Dios que tengo dentro.

La oración es esto: esta vida, este contacto con Dios, esta llamada de Dios. Cuando uno entra dentro, siente esta llamada, es pura vida».

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