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Durante más de 300 años las maravillosas estatuas elaboradas en piedras gigantescas y diseminadas por una vasta región del departamento del Huila, permanecieron ocultas para la civilización. De ellas no dieron cuenta los conquistadores españoles llegados desde el Perú en el siglo XVI y que colonizaron esos territorios dominados por del río Magdalena, el más importante de Colombia.
Aunque se le atribuye el mérito de haberlas descubierto en 1797 a Francisco José de Caldas, un científico neogranadino conocido como “el Sabio”, estudios recientes indican que el primero ubicar y describir estas esculturas fue fray Juan de Santa Gertrudis, misionero franciscano que visitó la zona en 1756. No obstante, la visita en la que hizo su descubrimiento sólo se pudo conocer dos siglos después, cuando se publicó su libro Maravillas de la naturaleza, una obra que permaneció inédita en una biblioteca de Palma de Mallorca, España.
Tanto Caldas como Santa Gertrudis coincidieron en sus descripciones. El primero mencionaba “estatuas, columnas, adoratorios, mesas, animales y una imagen del sol desmesurada, todo de piedra, en un número prodigioso…” Por su parte, el religioso español, además de imprimirle su particular visión cristiana a “todos estos monumentos antiguos” que comparó con obispos y monjes franciscanos, concluye que “Solo Dios sabe quién allí los puso. Lo cierto es que ahí están”.
Ya en el siglo XX comenzaron los estudios a fondo de esta enigmática cultura que los antropólogos ubican 3.000 años antes de la era cristiana. Científicos alemanes, españoles y colombianos han escrito numerosas obras y generado un gran cantidad de análisis científicos en los que no hay evidencias certeras de quiénes fueron los escultores que elaboraron estas obras de arte y las ubicaron a más de 1.700 metros de altura sobre el nivel del mar.
Como lo señala Efraín Sánchez en su libro El mundo del arte en San Agustín, la estatuaria “es una arte como ningún otro, monumental, e imaginativo, y tan extraño que aun hoy predomina la incertidumbre en cuanto a sus contenidos y lenguaje”. Esto explica por qué las hipótesis son múltiples: un templo de adoración, una gran necrópolis en las cumbres andinas, un punto de encuentro de pueblos indígenas de lo que hoy son Perú y Colombia un lugar para prácticas chamánicas, una compleja galería artística en la que se fusionan hombres y animales.
El misterio es tal que a la gran cantidad de obras se les conoce como “cultura agustiniana”, “arte agustiniano”, “estatuaria del Alto Magdalena”, “esculturas del Macizo Colombiano”, “cultura Ullumbe”. En la mayoría de los casos, impera la denominación de San Agustín, un nombre que alude a un antiguo asentamiento indígena que fue rebautizado por los primeros evangelizadores de la Orden de San Agustín (agustinos o agustinianos) que llegaron a la región hacia 1690. El historiador Genaro Díaz Jordán lo confirma al decir que el caserío y la capilla parroquial fueron dedicados “al culto del gran doctor de la Iglesia”, es decir, a san Agustín de Hipona.
Patrimonio de la Humanidad
La región de San Agustín, que comprende el Parque Arqueológico existente en este municipio y otros lugares ubicados en el pueblo de San José de Isnos, fueron incluidos en la lista de los lugares que son considerados Patrimonio de la Humanidad.
En su declaración, este organismo señala que esta zona es “el mayor conjunto de monumentos religiosos y esculturas megalíticas de Sudamérica. Las representaciones de deidades y bestias mitológicas están ejecutadas con gran maestría en diferentes estilos, que van desde la abstracción al realismo. Estas obras de arte muestran la fuerza creadora e imaginativa de una cultura de la región andina septentrional que floreció entre los siglos I y VIII”.
San Agustín –distante de Bogotá a diez horas en automóvil y un poco más de una hora en avión– cuenta con una notable y cómoda infraestructura hotelera que incluye desde pequeñas pensiones, hoteles, hostales y hoteles cinco estrellas ubicados en medio de una exuberante vegetación. La zona también brinda el maravilloso espectáculo del cañón del río Magdalena y su paso más estrecho en una impresionante formación rocosa de poco más de un metro de ancho. Para los expertos en viajes y turismo, San Agustín es un viaje fascinante que mezcla en un solo territorio elementos tan diversos como historia, arte, cultura y naturaleza.
La siguiente galería fotográfica preparada por Aleteia es apenas una pequeña muestra de este lugar que es visitado anualmente por miles de turistas extranjeros, especialmente, de Alemania, Francia, Suiza, Italia, Japón, Estados Unidos y, por supuesto, gran cantidad de colombianos.