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¿Quieres acabar con el desánimo? Solo cree esto

Levantarse pronto para rezar lo primero es un poderoso modo de emprender el día con energía.

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 18/01/22
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Me alegra mirar a Dios y ver todo lo que ha logrado en mi vida, necesito verlo y saber agradecer

Hay días que amanecen vestidos de gris. Entre el frío y las nubes que ocultan el sol. Para que el alma no sienta el calor de Dios. O simplemente el frío se instale dentro de los huesos. Y tiemble por dentro sintiendo que no soy dueño de mí mismo. Que una soledad fría se me pegue a la piel. Y sonrío al escuchar la palabra de Dios:

Es posible volver a creer. Romper los cielos grises. Levantar la mano y detener los vientos.

Acabar con el desánimo. Espantar el miedo y la ira que amenaza con erradicar la paz del alma. Soy elegido, soy preferido, soy amado.

¡Dios me ama!

Esa noticia de Dios vuelve a hacerse carne en mi alma. Es posible ser amado de una forma nueva.

Así me siento hoy al escuchar a Dios dentro de mí. Sonrío. Dios acaba con mis pesares, termina con mis vientos.

Y consigue que confíe en mí, en Él, en su poder, en sus milagros. Tierra desposada con Dios es lo que soy.

Una doncella amada por su amado. Un alma encandilada, segura de un amor infinito. Y por eso me animo a cantar un canto lleno de esperanza:

Ver lo bueno y agradecerlo

¿Nos aburriremos en el cielo?

Quiero proclamar que Dios es grande, que me quiere y hace maravillas en mí. Me alegra mirar a Dios y ver todo lo que ha logrado en mi vida.

Quiero saber agradecer por todo lo que me ha permitido lograr en mi camino. En ocasiones me fijo sólo en lo que me falta. Veo el vaso medio vacío.

No valoro las victorias del pasado. Miro en menos el alcance de mi vida al compararme con otros.

Minimizo mi generosidad al ver la entrega de muchos. Infravaloro mi belleza al contemplar otras obras de arte. Y no doy gracias porque siempre la vida podría ser mejor.

Cuando cuesta descubrir el sol tras las nubes

Veo el color gris de los cielos y no veo el sol agazapado en las nubes. Miro la oscuridad de la noche y paso por alto el brillo de las estrellas.

Veo el dolor en el mundo y no logro agradecer por las almas que apaciguan el dolor del que llora.

No veo el bien que hago ante el mal que realizo. ¿Cómo se vence el mal a golpes de actos buenos?

Es como querer contener el mar para que no choque con las rocas del acantilado. Es como ponerle un freno al viento para que no sople en mi cara.

Es tan poco lo que puedo hacer en este lapso de tiempo que disfruto en mis pasos... Tan poco lo que consigo escribir entre miles de palabras calladas...

Es tanto el silencio que cubren las palabras no inventadas, nunca oídas, no soñadas. Es tan vasta la mies y tan pocos los que luchan por amar, por hacer el bien, por soñar...

Es tan cruel el final de esta vida breve, que me duele el alma. Y siento dentro de mí toda la intensidad de la impotencia.

Dios es mi Padre

Pero me levanto en este día gris y rompo con mis manos la oscuridad que me turba. La lanzo lejos de mí para que no nuble mi ánimo.

Soy capaz de alabar a Dios por su grandeza. Soy esposo de ese Dios que me ama, soy su hijo, soy su amado.

Elegido sin méritos. Escogido entre muchos. Perseguido cuando huyo. Sostenido antes de caer.

Así me gusta ver a ese Dios que me mira con ojos llenos de misericordia. Me hace sentir que me prefiere por encima de todos.

Tengo una misión única

Hay diversidad de caminos en medio de la vida, diversidad de dones, eso me salva:

Llevo dentro de mí el don que Dios me regala. La fuerza del Espíritu dentro de mi vida. Tengo una misión, una tarea.

No me comparo para que mis días no se enturbien. No vivo comparando talentos porque todos valen lo mismo.

Tiene un sentido vivir entregando la vida y sabiendo que lo que haga repercute en el cielo.

El poder es de Dios

Me gusta mirar la paz de los niños. Y contemplar los gritos de los que piden justicia. Me gusta sentir que el mundo está en llamas.

Y sólo Dios podrá calmarlo con miradas llenas de ternura y esperanza. Y envía a sus obreros en medio de la vida.

A cada uno le da un talento, un don, una misión concreta.

Y sabe que no podrán llegar lejos. Sólo podrán alivianar los dolores, calmar las ansias, detener temporalmente las lluvias y lograr que el mal arrecie con menos fuerza.

Lo pueden hacer los que dicen que sí con alegría a la misión confiada, sea grande o pequeña, poco importa.

A mí sólo me queda levantarme convencido de que lo que hago es obra de Dios, no mérito mío.

Que lo que consigo es don suyo y no ganancia. Que lo que escribo es sólo su voz en torpes palabras.

Y me dejo hacer en sus manos, como el barro, sostener como el viento, amansar como el fuego. Es su poder en mí el que hace milagros. Se calman todos mis miedos.

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