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¿Cómo cultivar el espíritu misionero en un niño?

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Mathilde De Robien - publicado el 16/01/22 - actualizado el 15/01/23

Con motivo de la Jornada de la Infancia Misionera, evoquemos algunos caminos para que también los niños puedan participar, en su medida, en la misión de la evangelización y convertirse en discípulos misioneros.

Todo cristiano está llamado a convertirse en un “discípulo misionero”. Expresión querida por el Papa Francisco, en el corazón de su pontificado y de su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, invitando a todos los bautizados a dar testimonio del amor de Cristo. Una manera, como los primeros discípulos, la samaritana y san Pablo, de anunciar la Buena Noticia. 

Si todo cristiano “ha experimentado verdaderamente el amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para ir a anunciarlo”, asegura el Papa. Y los niños también están invitados a la misión, o al menos a preparar su corazón para ella. “Cada bautizado, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el nivel de educación de su fe, es sujeto activo de evangelización”. 

Los niños tienen su lugar en la proclamación del Evangelio. No se trata necesariamente de hablar todo el tiempo de Jesús en el patio de recreo, sino de aprender a abrir el corazón a los demás, y en particular a los más débiles.

Francisco, durante el Ángelus del 6 de enero de 2015, había declarado, hablando de la Jornada Mundial de la Infancia Misionera: “Es la fiesta de los niños que viven con alegría el don de la fe y oran para que la luz de Jesús llegue a todos los hijos del mundo. Animo a los educadores a cultivar el espíritu misionero en los pequeños. Que no sean niños y jóvenes cerrados, sino abiertos; que vean un gran horizonte, que sus corazones avancen hacia ese horizonte, para que nazcan entre ellos testigos de la ternura de Dios y heraldos del Evangelio. ¿Cómo cultivar el espíritu misionero en un niño?

1ENSÉÑALE A RECONOCER LOS DONES DE DIOS.

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Enséñale a descubrir que es Dios quien creó las plantas, los animales…

Para dar testimonio del amor de Cristo, es necesario, río arriba, experimentarlo. Sin embargo, es difícil para un niño aprehender el amor de Dios, esta persona que permanece invisible en su vida cotidiana. Para animarlo a reconocer el amor de Dios, simplemente hazle la pregunta: ¿cómo ves que Dios te ama? Algunas ideas para ayudarlo a responder: es Dios quien creó estos árboles que ofrecen un paisaje tan hermoso, estas frutas y verduras que nos permiten comer, esta agua que quita la sed. Es Dios quien está en el origen de la vida, del amor en la familia… Es de nuevo Dios quien envió a su Hijo Jesús a la tierra para salvar a todos los hombres… Una vez reconocidos los dones, anímalo a dar gracias a Dios. Un gesto de gratitud que ensancha su corazón.

2ANÍMALO A ESTAR ATENTO A LOS DEMÁS.

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La empatía es una gran virtud que podemos cultivar en ellos.

El discípulo-misionero está abierto al encuentro. En este ámbito, el ejemplo de los padres juega un papel importante. ¿Es tu hogar un lugar acogedor? ¿Cuál es su opinión sobre los más débiles? Un niño, desde muy pequeño, está en empatía. Cultiva esta cualidad, que le permitirá “ir a las periferias” y cuidar de los que le rodean.

3ENSÉÑALE A COMPARTIR.

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Aprender a compartir les pone en disposición de ser discípulos misioneros.

“Ayúdame a compartir mi tiempo, mi amistad y mi dinero”, pide la oración de los niños y jóvenes misioneros de las OMP. Vivir la fraternidad con el prójimo, donar el tiempo yendo a visitar a un enfermo o a un anciano, sacar del bolsillo dinero para donarlo a una asociación… Son todos modos de aprender a compartir, cualidad esencial del ¡futuro discípulo-misionero!

4MANTÉN TU ALEGRÍA.

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La alegría que vea en ti le ayudará a crecer como discípulo misionero.

“Hay cristianos que parecen tener un aire de Cuaresma sin Pascua”, lamenta el Papa en la Evangelii gaudium. Un discípulo-misionero no tiene cabeza sepulcral sino que irradia la alegría que procura el amor de Cristo. Un niño a menudo posee esta alegría sencilla. Cultivémosla regocijándonos con él. Porque “la alegría que resplandece en los que se sienten atraídos por Cristo y por su Espíritu, es la que puede hacer fecunda y fructífera toda iniciativa misionera”.

5ENSÉÑALE A REZAR.

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La amistad con Dios ayuda al niño a confiar plenamente en Él.

Para poder hablar personalmente de Dios que ama y salva, es necesario haberlo conocido, hablarle regularmente, considerarlo como una persona cercana y no lejana a uno mismo. Ahora es a través de la oración que esta intimidad crece. Por eso es necesario enseñarle a orar, mostrarle que puede crear y desarrollar una verdadera amistad con Dios.

Oración de alabanza, oración de petición, oración de acción de gracias… Inícialo también en la oración de intercesión: para convertirse en discípulo-misionero, es importante invitarlo a orar por los demás, a adoptar una forma de oración que no sea egocéntrica. No se trata de orar sólo por uno mismo, sino de llevar intenciones que conciernen al mundo y al prójimo. Esta oración extendida a toda la Iglesia abre el corazón del niño y le permite tomar su lugar en la gran familia de los bautizados. Como persona bautizada, es miembro de la Iglesia y puede orar por otros miembros menos afortunados o más afligidos que él.

Oración de los niños y jóvenes misioneros

Señor, por mi bautismo,
me hiciste entrar en la gran familia de tus hijos, la Iglesia.
Tú me conoces por mi nombre y me llamas a ser misionero.

Ayúdame a interesarme por los demás, amarlos y encontrarlos tal como son.
Ayúdame a compartir mi tiempo, mi amistad y mi dinero,
con todos mis hermanos y hermanas alrededor del mundo.

Enséñame a rezarte todos los días
y a confiar en Ti en todo.

Mira y bendice, Señor, a todos los niños del mundo.
Enséñame a ponerme al servicio del prójimo,
para que sea, en la alegría, testigo del Evangelio.

Amén

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