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“Lo dejo.”
Se trata de una frase que se ha escuchado este año más que nunca en Estados Unidos. En la continuación de la década que nos trajo una nueva palabra (la del coronavirus) que todos desearíamos no haber escuchado nunca, algo curioso sucedió en la primavera de este año, y que no provenía precisamente de la exótica selva olímpica.
Abril marcó un récord en la historia de Estados Unidos respecto a la cantidad de personas que renunciaron a su trabajo. Pero esto no fue más que el principio para los trabajadores, ya que estas cifras récord se vieron incluso superadas en los meses siguientes. Aunque algunos predicen que esta "Gran Renuncia" está por llegar pronto a su fin, lo cierto es que en los últimos 6 meses o más hemos visto una marcada tendencia muy diferente de lo que hasta ahora habíamos conocido. Sólo en agosto, un 7% de los empleados en servicios de alimentación y alojamiento dejaron su trabajo.
Existen varias teorías sobre este fenómeno, que incluyen los inevitables declives en ciertos sectores como el turismo, o temores relacionados con la COVID, o incluso el aumento de experiencias negativas con los clientes y consumidores, tales como faltas graves de educación y respeto en aerolíneas o restaurantes. Sin embargo, independientemente de las causas de esta renuncia masiva, está claro que los trabajadores están dejando atrás a sus colegas e industrias en una situación muy precaria.
Al igual que con cualquier otra tendencia, para poder tener una comprensión completa, tenemos que mirar hacia atrás, antes de que los números empezasen a dispararse. Durante las últimas dos décadas, ha ido quedando claro que los trabajadores reclaman algo más que un sueldo decente y un trabajo estable.
Qué quieren los trabajadores
Las encuestas nos indican que los trabajadores quieren sentirse valorados y respetados en su trabajo, y que el trabajo que hacen tenga un mayor impacto incluso más allá de su sector inmediato. Si bien la idea de las generaciones anteriores de trabajar cuatro décadas en una misma misma empresa para jubilarse con una pensión en mano ha sido un tanto exagerada, la realidad es que los empleados más jóvenes exigen cada vez más de sus carreras, algo más que "sólo un trabajo".
Recientemente, Anthony Klotz, profesor asociado de Texas A & M, a quien se le atribuye el término "La Gran Renuncia", señaló que existen cuatro factores principales asociados con este fenómeno. Entre estas razones destacan el agotamiento (especialmente en los sectores donde la pandemia ha provocado un mayor estrés) y la aversión a regresar a la oficina después de pasar un año en casa debido a la COVID.
También indicó que la pandemia inicialmente retrasó la renuncia de un gran número de trabajadores que pensaban hacerlo antes de este período tan frágil. Pero la causa más interesante es sin duda "el cambio de identidad o las epifanías pandémicas que muchas personas han tenido en este tiempo y los cambios importantes que han decidido llevar a cabo en su vida durante la pandemia".
Lo cual nos lleva de vuelta a esas encuestas de trabajo de las que hemos oído hablar durante un tiempo. Para muchos trabajadores, parece que este momento único en la historia les ha generado una crisis existencial.
En pocas palabras, ¿por qué voy a aguantar sentirme invisible y minusvalorado en el trabajo, cuando puedo buscar otras oportunidades por mi cuenta o en una organización que promete mucho más? Se vean o no cumplidas estas promesas de "pastos mejores", no es nada raro que la psique humana opte por opciones más prometedoras en tiempos de dificultad.
Encontrar significado en lo que hacemos
Junto a la idea de sentirse valorado, está también la de encontrar significado en lo que uno hace. El Dr. Viktor Frankl, superviviente del Holocausto y creador de la logoterapia, descubrió que los seres humanos luchan regularmente con las "neurosis noógenas", pero no siempre reconoce que éste sea el caso.
A diferencia de otras condiciones estrictamente psicológicas, tales como un miedo atroz a los perros, una neurosis noogénica se basa en la impresión de que lo que uno está haciendo carece de sentido. En muchos sentidos, la persona experimenta una crisis existencial. Así, mientras que pueden expresar su frustración por los bajos salarios, horarios abusivos o incluso una falta del respeto percibido, Frankl argumenta que algunos de estos trabajadores simplemente no encuentran significado y propósito en lo que están haciendo.
Si éste es el caso, entonces sólo hay dos mecanismos posibles para una mayor felicidad: un cambio significativo en la perspectiva (es decir, encontrar significado en lo que antes se podía percibir como mundano) o un cambio en el trabajo mismo.
La realidad es que la insatisfacción con el trabajo no es un fenómeno nada nuevo, se viene produciendo desde los principios de la humanidad. Pero a medida que los trabajos y las carreras han ido diversificándose, se han disparado la asistencia gubernamental y las opciones de crédito durante el siglo pasado, y los medios y la tecnología han facilitado un "foro abierto" sobre las condiciones de los trabajadores sin precedentes, los empleados de hoy viven en una olla a presión de opiniones y reflexiones por lo que se refiere a sus trabajos. Incluso en las mejores situaciones laborales, los empleados no pueden evitar pensar que podría haber algo mejor esperándoles en otro sitio.
Bryan Kelly, quien podría decirse que tenía el trabajo deportivo más codiciado de la nación, recientemente dejó su equipo Notre Dame por un acuerdo bastante lucrativo con la Universidad Estatal de Louisiana, a pesar de haberse convertido en la temporada pasada en el entrenador de fútbol americano con más victorias en toda la historia del equipo, recibiendo una suma nada desdeñable por su trabajo.
Pase lo que pase en última instancia con la Gran Renuncia, una cosa parece clara. Para bien o para mal, nunca ha habido una fuerza laboral tan comprometida psicológicamente como la que existe hoy en día. Algunos argumentan que esta renuncia masiva y las demandas generales de los trabajadores servirán para mejorar el panorama laboral en las próximas décadas.
Otros, por otra parte, postulan que una fuerza laboral fluctuante y expectativas poco razonables significarán la ruina de la economía. Dondequiera que esté la realidad, los trabajadores de hoy están haciendo toda una una declaración. Hace poco más de 100 años, la Ley Antimonopolio Clayton (de 1914) otorgó a los trabajadores el derecho de huelga y de boicotear a sus empleadores.
Un siglo después, los empleados están tomando las calles de una manera completamente nueva. Sin embargo, ya sea con un cartel en la calle o una simple nota de renuncia, los trabajadores continúan haciendo oír su voz. La pregunta es si todo esto conducirá a algo más, y no sólo más dinero.