Cuando Isabelle, de Aviñón (Francia) descolgó el teléfono para contar su historia a Aleteia, su voz tan suave era interrumpida por pequeños momentos sin aliento:
Disculpe, pero en cualquier momento puedo dar a luz y a veces me cuesta respirar, ¡pero no pospongamos nuestra cita! Me gustaría contarles mi historia hoy. Habrá un vínculo simbólico entre el duelo por mi hijo, que murió a las pocas semanas de edad, y el inminente nacimiento de este bebé. (…) ¡Qué bendición recibir la vida, qué bendición la vida que se nos confía! (…) Sin duda no nos pertenece, y aun así, ¡qué regalo!
Isabelle tenía 36 años cuando, en mayo de 2018, dio a luz a gemelos prematuros, Gabriel y Augustin. Muy pronto, Gabriel contrajo una infección y tuvo que ser llevado de inmediato a cuidados intensivos. “Durante las próximas tres semanas, estuvo entre la vida y la muerte. Con mi marido, Philippe, nuestros hijos mayores –Raphaël (13 años), Madeleine y Elisabeth (gemelas, 10 años)– y nuestras familias, rezábamos día y noche. Sin embargo, a finales de junio, después de unas pocas semanas de vida, Gabriel nos dejó”, cuenta Isabelle.
Y continúa:
Murió en nuestros brazos. Sabíamos que no se podía hacer más. Mantenían vivo a Gabriel con respiradores y los médicos nos dijeron que dependía de nosotros elegir el día para despedirnos. Fue una experiencia terrible, pero rezamos mucho, muchísimo. Entonces, bautizamos a Gabriel. Luego, los médicos le quitaron los respiradores. Después estuvo en los brazos de su papá y en los míos. Y en ese mismo momento, cuando ya estaba muerto, empezó a respirar de nuevo, solo para decir adiós.
En el momento del funeral del bebé, Isabelle recibió una gran gracia de fe que nunca antes había sentido. “No sentía mi fe perturbada; por el contrario, la muerte de Gabriel me acercó más al Señor”, explica. Es esta gracia la que le permitió hacer el duelo y la inspiró para decorar la tumba de su hijo con mosaicos. Isabelle tiene un grado en Bellas Artes, así que se lanzó a la realización su obra, ayudada por un amigo mosaiquista. No es su primer mosaico, ya había hecho uno hace unos años para la tumba de su sobrina nieta.
Estableció su taller en el salón familiar mientras cuidaba de sus otros cuatro hijos. La obra tomó su tiempo. “No era neutral emocionalmente. De haber sido para cualquier otra persona, habría tardado 6 meses. En este caso, estaba tan implicada en este triple mosaico para mi bebé que tardé dos años”, admite. Sin embargo, este tiempo de trabajo como artista fue para ella un tiempo de oración. “Escuchaba las canciones de Chemin Neuf mientras trabajaba. Me permitían estar en alabanza constante, cerca de mi hijo que está cerca del Señor. Meditaba, pensaba en él y no estaba triste. Sentía como si estuviera tocando el Cielo un poquito gracias a Gabriel”, afirma.
Finalmente, este año, los padres de Gabriel pusieron el mosaico sobre su tumba. Dado que el nicho familiar está cerca de París, tener el mosaico allí permite a Isabelle, que vive en Aviñón, sentirse más cerca de su hijo. “También fue mi regalo para él”, añade la madre. Y la idea de hacer mosaicos para ayudar a otros en el duelo y para decorar las tumbas de sus seres queridos nació de forma inmediata y del todo natural.
Para más información sobre la elaboración de mosaicos de Isabelle: latelierdelisle@gmail.com
Hoy celebramos a...