Tengo un lugar en el mundo que habito. Una tierra santa que es mía y en ella echo raíces. Un hogar, un oasis, un mar propio, una barca, una casa, un corazón, un espacio sagrado, un paisaje, un camino.
Tengo una tierra con sus montañas, sus árboles y jardines, sus ríos y sus tormentas, su calor y su viento.
Un espacio con su gente que es mi gente. Diferente y tan igual. Los mismos miedos, las mismas alegrías. Corazones grandes y nobles.
Miradas llenas de esperanza, a veces de incertidumbre. Voces altas o silenciosas, tranquilas o agitadas, malsonantes o educadas.
Manos ágiles o torpes, rápidas o lentas, manos que abrazan y sostienen o dejan abandonado el amor.
Es ese lugar allí donde me muevo y entrego, donde soy feliz viviendo la vida que Dios me regala, en presente siempre.
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