Dando continuidad a una emblemática restauración ocurrida las últimas dos décadas, uno de los templos más antiguos de Buenos Aires, San Ignacio de Loyola, en el barrio de Montserrat, inauguró dos nuevos espacios que le agregan valor histórico, cultural, y turístico al propio templo y a la propia capital argentina.
Se trata de la puesta en condiciones y restauración del antiguo claustro del Viejo Colegio Grande de San Ignacio, y de un misterioso túnel subterráneo colonial de más de 40 metros de largo. Ambas inauguraciones ponen sobre la mesa el fundamental valor jesuítico a la historia de la ciudad, en el año en que se cumplen 360 años de la emblemática radicación jesuítica en la “Manzana de las luces”.
Hace apenas 15 años, cuando vigas de madera parecían sostener la fachada del templo sobre la calle Bolívar y múltiples estructuras resguardaban la posible caída de escombros ocultando a la vez el templo, parecía imposible pensar que esta iglesia, la más antigua de la ciudad, recuperaría su esplendor original.
Tras las obras encaradas estas décadas, promovidas inicialmente por el entonces Arzobispo de Buenos Aires cardenal Jorge Bergoglio, no sólo volvió a relucir en su exterior y en su interior, en cada capilla, en cada retablo, sino que además, ahora, continúa revelando espacios que parecían destinados al olvido, y recuerdan lo que significaba esta presencia jesuítica y la propia Iglesia en la historia de Buenos Aires.
Como rescata la Agencia AICA en diálogo con el párroco Francisco Baigorría, en el viejo colegio cuyo claustro se recupera se educaron y formaron los padres de la patria argentina, “próceres y grandes personalidades que inauguraron e iniciaron nuestra nación”. Las obras supusieron desarticular dependencias parroquiales que eran usadas con fines administrativos para con apoyo oficial e incluso privado como el del destacado ingeniero Jorge Fontán Balestra, quien se dedicó ad honorem a esta tarea, recuperar parte de aquel patio de profesores.
La otra gran recuperación inaugurada es un tramo de 40 metros de túnel subterráneo parte del gran entramado que en tiempos coloniales unía a los edificios más importantes de la vieja ciudad con fines de seguridad. Son, aclaró la historiadora Ana María Di Consoli a AICA, los únicos que la gente podrá recorrer en Buenos Aires.
¿Qué nos dice esta inauguración hoy?
El padre Baigorría, a quien Francisco le encargó poner impulsar la restauración en 2007, puso de manifiesto que las restauraciones hablan de una vieja ciudad, pero sobre todo, de cimientos de una nación: “Lo más contundente es el testimonio del importante y fundante papel que jugó la Iglesia en la construcción y bases de nuestra Nación. No solo en lo educativo sino también en lo político, en la organización de una Nación que daba sus primeros pasos y ponía sus fundamentos en la organización social y cultural. Este papel clave y estratégico en el mandato de instaurarlo todo en Cristo que la sociedad actual desconoce y niega”.
Las restauraciones pueden ser recorridas en unas visitas que llevan de una hora a una hora y media, y comprenden además el acceso a la torre norte de la iglesia y a la sur. Es una hora de viaje en el tiempo hacia mediados del siglo XVII, de cuando data el origen de este templo, y los vaivenes de la historia virreinal y argentina.
El costo de la entrada se destina a la restauración y mantenimiento del templo. Las visitas, al momento de edición original de esta nota, se realizan los martes y sábados a las 15. Se puede reservar lugar o escribir previamente a visitasguiadas@sanignaciodeloyola.org.ar
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