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¿Qué espera usted de este encuentro entre el papa Francisco y los pobres en Asís?
Estos últimos años, el contexto en la Iglesia católica ha cambiado mucho, sobre todo en Francia. Hace algunas semanas, descubrimos con espanto el contenido del informe de la Comisión independiente sobre los abusos sexuales en la Iglesia…
En este momento tan doloroso en el que estamos, con las víctimas, al pie de la Cruz, los pobres son nuestra puerta a la Salvación. Ellos son la esperanza de nuestra Iglesia y de nuestro Papa. En la actualidad, mientras se desmoronan muchas cosas y la Iglesia se vuelve en cierto sentido inaudible, creemos que hay una persona a la que aferrarnos: Cristo. Sin embargo, Jesús nos dice que se oculta a través de los pobres.
Este año, estoy muy emocionado y muy feliz de desplazarnos en masa a Asís, con muchas personas frágiles. No habrá solo personas sin hogar, sino una gran variedad de fragilidades, como, por ejemplo, niños con graves discapacidades. Es una gran bendición podernos reunir en este periodo.
¿Qué le inspira la ciudad de Asís que ha sido elegida para acoger este encuentro?
Es increíble decir que el Papa de los pobres se dirige a la ciudad de “el Poverello” para reunirse con pobres del mundo entero. Fui junto con Alix Montagne [confundadora de Fratello, NDLR] a la tumba de san Francisco hace un rato. Es un lugar conmovedor. Es muy fuerte ser recibido por un hombre que fue extremadamente espiritual al mismo tiempo que estuvo cerca de los pequeños y de los pobres, llegando incluso a besar a los leprosos.
Con demasiada frecuencia, observamos una separación entre quienes dan preferencia a una vida espiritual y quienes se enfocan en lo social, con la desafortunada tendencia de oponer las dos dimensiones. San Francisco nos pone la cabeza en el cielo y los pies en la tierra. Nos enseña a amar a Jesús y a los pobres.
El papa Francisco fue elegido en 2013 para girar la Iglesia hacia la periferia. ¿Queda aún camino por hacer?
Sí, y el camino que queda por hacer es en realidad el que se encuentra entre la cabeza y el corazón de cada uno. El Papa da un impulso, una dirección. Pero lo más importante es que cada uno se convierta. A menudo, no acogemos a los pobres porque nos da miedo hacerlo. Porque es como si, inconscientemente, nos dijéramos: “si toco a un pobre me volveré pobre”. De hecho, no aceptamos nuestro límite.
No hay que equivocarse: la Jornada Mundial de los Pobres es para todo el mundo. Mientras pensemos que es para otros, que no somos realmente pobres, seguiremos en el error de creernos “llenos de nosotros mismos”. Sin embargo, el pobre es aquel que es dependiente, dependiente de Dios, dependiente de sus hermanos y hermanas. Y si yo soy dependiente de los demás y de Dios, entonces Él puede venir a colmar mi corazón.
¿El riesgo de esta Jornada Mundial de los Pobres no es ver que cada uno retome una vida ordinaria los demás días del año?
Para evitar ese tropiezo, hay que comprender que los pobres no deben estar en la puerta de nuestras iglesias como los vemos a menudo, sino que deben estar en el corazón de la iglesia. No podemos ser cristianos “tranquilos”, satisfechos con las acciones caritativas del día anterior. Cada día, debemos ser capaces de acoger al pobre de al lado. Y solamente lo lograremos cuando seamos capaces de aceptar cada día nuestra propia pobreza. En caso contrario, nos enamoraremos de una imagen de nosotros que no existe; fantasearemos y meteremos la pata.
¿Qué soluciones ve usted?
Creo que hay que volver a estas tres palabras: adoración, compasión y evangelización. Adorando al Señor podemos pedirle que venga a visitar nuestras fragilidades y a darnos un corazón de compasión. Con ese corazón, nos volveremos misioneros por naturaleza motivados para anunciar al buen Dios, dando al pobre de al lado aquello que necesita, empezando por el pan.
Así que la clave está en la conversión personal. Y no somos nosotros quienes nos convertimos. Nos dejamos convertir, todos los días. No sabemos cómo hacerlo, pero podemos llamar al Espíritu Santo para que venga a hacer el trabajo duro en nosotros.
Entrevista realizada por Hugues Lefèvre