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Dos Santiagos y una confusión de reliquias en Compostela

Santiago de Compostela Cathedral

Natursports | Shutterstock

Daniel Esparza - publicado el 11/11/21

Las muertes tan diferentes de los dos Santiago desempeñaron un papel clave en el intento científico más reciente de determinar si los restos conservados en la capilla de las Reliquias pertenecen a Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo, o al Menor, hijo de Alfeo

Los restos de Santiago el Mayor, uno de los doce Apóstoles de Jesús y santo patrón de España, quizás no descansen realmente bajo el altar mayor de la gran catedral de Compostela.

La catedral misma se construyó sobre el lugar donde la tradición nos cuenta que se descubrieron los restos de Santiago, y la peregrinación a Galicia, España, conocida como Camino de Santiago de Compostela, celebra los acontecimientos milagrosos que condujeron al descubrimiento de los restos del apóstol. 

Un estudio de publicación reciente sugiere que sus restos quizás sean los conservados en la legendaria capilla de las Reliquias, ubicada en la misma catedral, donde se pensaba que se conservaban los del otro Santiago, “el Menor”.

El estudio antropológico forense se realizó en la década de 1990, pero no se ha incluido hasta hace poco en la edición más reciente de la prestigiosa revista Forensic Anthropology, que publica la Universidad de Florida.

Según una antigua tradición ibérica, el segundo día de enero del año 40, la Virgen María se apareció a Santiago en el río Ebro en Caesaraugusta (la actual Zaragoza) mientras él predicaba el Evangelio en España. Tras el acontecimiento, Santiago regresó a Judea, donde fue decapitado por el rey Herodes Agripa I en el año 44. Durante sus años de misión en España, hizo siete discípulos principales (los notorios Siete Varones Apostólicos), que luego fueron ordenados en Roma por los santos Pedro y Pablo y devueltos a España para completar la misión de Santiago.

Estas tradiciones se compilaron más tarde, en el siglo XII, en la Historia Compostelana, una crónica anónima escrita durante el ejercicio de Diego Gemírez, el primer arzobispo de Compostela. La crónica incluye un minucioso resumen de la historia de Santiago tal y como se creía y contaba en Compostela en aquellos tiempos. Esta afirma claramente que Santiago predicaba el evangelio no solo en Tierra Santa, sino también (y sobre todo) en España y que, después de su martirio, sus discípulos llevaron su cuerpo por mar a Iberia (España). Desembarcaron en la costa norte de Galicia y llevaron el cuerpo al interior hasta enterrarlo finalmente en Compostela.

La última vez que las reliquias conservadas en la Catedral fueron estudiadas científicamente fue en 1878. En esa época, tres profesores de la Universidad de Santiago (los profesores Casares, Freire, y Sánchez Freire) declararon que los huesos encontrados enterrados bajo el altar mayor pertenecían a tres esqueletos incompletos diferentes. El hallazgo confirmó lo que la tradición siempre había asegurado: concretamente, que Santiago hijo de Zebedeo (es decir, Santiago “el Mayor”) había sido enterrado en España con dos de sus compañeros.

En su investigación arqueológica, Casares encontró también los restos de un antiguo mausoleo romano debajo de la catedral. Se cree que este mausoleo es uno de los posibles orígenes del nombre “Compostela”, ya que la palabra latina para cementerio es compositum. De hecho, este antiguo cementerio romano ha sido parte de la tradición compostelana desde el siglo IX, cuando empezaron las peregrinaciones al lugar. Y lo que es más importante, el nombre de uno de los discípulos de Santiago fue encontrado grabado en una de las piedras halladas en el mausoleo. Los investigadores concluyeron que era razonable que los huesos encontrados pertenecieran al Santo Apóstol y a dos de sus compañeros.

La tradición afirma que los discípulos de Santiago trajeron el cuerpo de vuelta a España desde Jerusalén, después de la decapitación ordenada por Herodes Agripa I en torno al año 44, y lo enterraron en este compositum. Sin embargo, hicieron falta 800 años y una lluvia milagrosa de estrellas para descubrir el lugar exacto: un ermitaño llamado Pelayo dijo haber visto una lluvia de estrellas (o cierto brillo en el cielo o a nivel del suelo, según otras versiones) en el bosque de Libredón. Esta sería otra explicación más para el nombre de Compostela: campus stellae, “campo de estrellas” en latín. Pelayo informó al obispo Teodomiro, que luego envió una comunicación al rey Alfonso II de Asturias y Galicia. El rey ordenó la construcción de una capilla en el lugar, que se convertiría de inmediato en un importante centro de peregrinación.

Y aquí es donde la historia se vuelve confusa. Los restos de otro Santiago se añadieron a la historia en 1108, cuando, según documentos históricos medievales, el obispo portugués Mauricio Burdino trajo la cabeza de Santiago, hijo de Alfeo (el apóstol al que los Evangelios se refieren como “hermano” de Jesús, Santiago “el Menor” o “el Joven”) de vuelta a Iberia con él. Entra en escena la reina Urraca.

Urraca era sin duda una mujer excepcional (y aterradora y formidable). Fue nada menos que la primera monarca reinante en la historia de Europa. Gobernó sobre Castilla, León y Galicia y reclamó los títulos tanto de Emperadora de toda España como Emperadora de toda Galicia. Sin embargo, y quizás lo más importante, durante su matrimonio con Raimundo de Borgoña, se presentó a sí misma como la “gobernante de la Tierra de Santiago”. Logró hacerse con la reliquia del portugués Burdino y se la entregó al entonces arzobispo de Compostela, Diego Gelmírez, que la depositó en un cofre de oro. Corría el año 1116, siete años desde el inicio de su reinado.

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El martirio de Santiago el Menor – Public Domain | Wikipedia

Podría haber sido el caso que Urraca intentara ganar aún más influencia política al declarar haber traído a casa finalmente los restos perdidos de Santiago el Mayor, incluso si eso contradecía la tradición ya establecida durante dos siglos e iniciada por el rey Alfonso II en el 813. Después de todo, sabemos por el Libro de los Hechos (cf Hechos 12,1-2) que Santiago fue decapitado, así que traer a casa su cabeza podría haber tenido algo de sentido, como si la reina la reuniera con los restos que los discípulos lograron traer, asumiendo que la cabeza siguiera perdida. También es posible que surgiera cierta confusión tras la llegada de la reliquia y que el pueblo (que naturalmente ya estaba más familiarizado con el hijo de Zebedeo que con el hijo de Alfeo) simplemente asumiera que la cabeza pertenecía a Santiago el Mayor. Después de todo, el Mayor había sido decapitado, mientras que Santiago el Menor fue apaleado hasta morir.

Aunque algunas tradiciones afirman que el Menor murió crucificado en Egipto, la versión aceptada ampliamente explica que permaneció en Jerusalén durante más de 30 años. Su ministerio allí terminó por encontrar una fuerte oposición de otras facciones religiosas de la ciudad y, en torno al año 62, fue arrojado desde lo alto del Templo a una turba furiosa. Como sobrevivió a la caída, fue apedreado y aporreado con palos hasta la muerte. En jerga forense científica, murió por una lesión cerebral traumática. Esto sugiere que su cráneo no podría haber sido el virtualmente intacto que trajo Burdino consigo desde Tierra Santa.

Un siglo después de los estudios liderados por Casares, Freire, y Sánchez Freire, la Catedral decidió que ya era hora de determinar no la identidad de los restos del hijo de Zebedeo, sino la de los del hijo de Alfeo. Por muchas razones diferentes, el equipo liderado por Fernando Serrulla necesitó más de 30 años para concluir el nuevo estudio. Y sus descubrimientos, aunque no concluyentes, no son necesariamente del todo clarificadores. En resumen, podría ser el caso que la cabeza que se creía era del hijo de Alfeo (la que trajo Burdino) fuera en realidad la del hijo de Zebedeo, que podría haber estado descolocada dentro de la mismísima catedral.

Las muertes tan diferentes de los dos Santiago desempeñaron un papel clave en el intento de Serrulla de resolver este enigma relicario. Los pocos restos preservados que pudieron ser analizados sí confirman una muerte violenta, pero no necesariamente una congruente con lo que sabemos del martirio de De Alfeo. La reconstrucción forense de Serrulla determinó que la víctima sufrió dos heridas principales: una en la parte frontal del cráneo y otra en la zona parietal. El estudio explica luego que esos dos golpes al cráneo podrían apuntar a que esta ejecución fue un caso de la conocida como “muerte por tres golpes”.

La infame “muerte por tres golpes” (una forma común de pena capital romana) implicaba que la persona convicta recibiera el primer golpe en la parte frontal o lateral de la cabeza con un arma pesada, a menudo una espada, pero sin usar el lado afilado. Este primer golpe solamente dejaría a la víctima inconsciente. El segundo golpe, dirigido a la nuca cuando el cuerpo ya estuviera en el suelo, pretendía matar a la persona. Finalmente, llegaba la decapitación para asegurar que el prisionero estaba realmente muerto.

Los restos encontrados en Compostela solamente pueden confirmar que la víctima recibió los dos primeros golpes, ya que no se ha conservado ni una sola vértebra; el tercer golpe solamente puede inferirse a partir de los dos primeros claramente visibles en el cráneo. El cráneo no muestra ninguna herida que pueda atribuirse al tipo de muerte sufrida por el Menor. Los restos sí son congruentes con una muerte por decapitación. Serrulla concluye que los restos óseos encontrados en el relicario de Santiago, hijo de Alfeo, pueden no pertenecer a este santo. Por el contrario, sí podrían pertenecer a Santiago, hijo de Zebedeo.

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