Aunque me duela muy dentro siento que están algo más vivos cuando pienso en mis seres queridos que fallecieron...
Me cuesta el color de la muerte, el olor de la ausencia, la frialdad de la pérdida.Tiene la muerte más noche que amanecer. Más oscuridad que luz. Más silencio que palabras.
Me asusta su paz sin vida, su soledad sin compañía. Me intimida el vacío que deja el partir la persona amada.
No se cómo se hace para superar su partida. Nada reemplaza su ausencia, nada llena lo que ahora me falta.
No sé cómo se hace para estar alegre sin sentirme culpable por haber perdido lo que tanto amaba. Por no haber tenido esa conversación esperada. Por haber demorado mis muestras de afecto.
Por no haberle dicho lo más importante, por haber herido, por haber fallado, por haber sido infiel al amor recibido.
Llega la muerte y se lleva la oportunidad de enmendar mis pasos. Y surge la culpa.
O simplemente la ausencia duele muy dentro porque el amor toca, abraza, habla, sonríe. Y la ausencia de todo eso trastoca mis pasos.
Me dicen que el tiempo todo lo cura. Pero yo no lo veo tan claro. Ojalá así fuera, y ojalá no hiciera falta tanto tiempo.
Un mes, un año, una década. Puede que el tiempo amortigüe el dolor que ahora siento. Como un pañuelo que seca las lágrimas.
Puede que nuevas melodías acallen el grito de mi alma que suplica presencia. Puede ser que el nuevo día me permita ver el sol dejando atrás las tinieblas.
Y puede que mientras espero a que llegue el cielo mirando a las alturas sienta paz en mi alma. Todo puede ser.
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