“La fe me ha sostenido en todo momento. No tenía miedo de lo que pudiera pasarme, sabía que Dios me apoyaba, que toda la Iglesia, mis hermanas y el mundo entero rezaban por mí”, dijo la hermana Gloria Cecilia Narváez que estuvo casi cinco años secuestrada en Mali y fue liberada por sus captores el 9 de octubre pasado, gracias a un esfuerzo combinado de gobiernos y la oración sostenida de miles de fieles en el mundo.
“Con los grupos de secuestradores, mi relación era de gran respeto, de oración por cada uno de ellos, de obediencia cuando veía que podía obedecer en las cosas correctas. Tuve una buena relación humana con ellos”, contó la religiosa colombiana, miembro de la congregación de las Franciscanas de María Inmaculada a Vatican News (25.10.2021).
La experiencia del secuestro
La religiosa fue tomada como rehén en 2017 mientras trabajaba como misionera en Koutiala, una comunidad ubicada al este de Bamako, la capital de Malí. Fue liberada el 9 de octubre.
Explicó que sus captores, militantes fundamentalistas islámicos, no aceptaban su fe: “Me discriminaron por ser una mujer religiosa. Yo era católico, no tenía su religión. Siempre dijeron que el Islam era la religión. Dejé que se expresaran con respeto, pero percibí que me rechazaban por ser católica y religiosa.
La hermana Gloria sostuvo que nunca tuvo miedo por su vida: “Cuando me llevaron estaba dispuesta a correr cualquier riesgo. Confié en Dios. Me dije: “Lo que será, será”. Porque estaba dispuesta a dar mi vida.”.
“Dios siempre estuvo conmigo”
La religiosa dice haber sentido la presencia de Dios durante los 4 años y 8 meses de su cautiverio: “Sí, sobre todo cuando recitaba los salmos, cuando podía caminar un poco por el desierto y contemplar la grandeza de la creación, el sol saliendo por la mañana, los camellos pasando por las montañas de arena. En todo momento sentí esa gran confianza en Dios”.
Asimismo, cuenta sobre el momento en el que supo que era libre finamente: “Cuando llegué a Bamako, fui a la casa del presidente y me reuní con el cardenal Zerbo, con el presidente de Malí, con el ministro de Cultura y Religión. En ese momento, supe que era libre!”.
¿Qué pensó en ese momento? “En primer lugar, agradecer a Dios de todo corazón. Siempre repetí: no hay Dios tan grande como nuestro Dios, hace lo que quiere en el cielo y en la tierra. Siempre repetía: el Señor es mi luz y mi salvación”.
Agradecimiento al Papa Francisco
“Estaba agradecida al Señor que había hecho posible mi libertad. Y mi más sincero agradecimiento a la Iglesia, al Papa Francisco, a las autoridades malienses, al gobierno italiano, a su inteligencia, y a todas las personas que trabajaron para que pudiera obtener mi libertad. La oración logra todo lo que uno se propone”, ha añadido.