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Camino sinodal antídoto contra la exclusión de la mujer en la Iglesia

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©CTV Cristina Inogés Sanz (España)

Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 09/10/21

La meditación de una mujer laica teóloga española sorprende en el Aula del Sínodo, marco del discurso del Papa 

“Enseñadnos a ser mejores cristianos! ¡Enseñadnos a recuperar la esencia de la comunidad cristiana que es la comunión, no la exclusión!”. Cristina Inogés Sanz (España), anticipó el discurso del Papa Francisco en el Aula del Sínodo. 

El Sínodo sobre la Sinodalidad inició con detalles que no son del todo obvios. Cristina Inogés Sanz (España) fue la encargada de pronunciar una meditación antes de la alocución del papa Francisco.

Se trata de una mujer católica, que se formó en la Facultad de Teología Protestante de Madrid, SEUT, porque no obtuvo la autorización pertinente para estudiar teología en el seminario de su diócesis. 

Precisamente, en su mensaje, anterior al de la teóloga autora del libro “No quiero ser sacerdote,  mujeres al borde de la Iglesia” (2021, ed. PPC), el papa Francisco indicó que la Iglesia ha avanzado  en la participación del laicado en la Iglesia, pero, señaló, que todavía nos cuesta, y en particular señaló la exclusión “de las mujeres, que a menudo siguen quedando al margen. ¡La participación de todos es un compromiso eclesial irrenunciable!”.

“Estamos ante ti, Dios nuestro, como una Iglesia herida, profundamente herida. Hemos hecho mucho daño a muchas personas, y nos lo hemos hecho a nosotros mismos. Venimos desde hace siglos confiando más en nuestros egos que en tu Palabra”, meditó Cristina Inogés Sanz de frente al papa Francisco y ante 200 personas convocadas para participar en el momento de reflexión para el inicio del camino del Sínodo este sábado 9 de octubre de 2021. 

Sin miedo a cometer errores

“No tenemos que tener miedo a reconocer los errores cometidos. Pedro, sobre quién dijiste que edificarías la Iglesia, no comenzó bien su misión. Te negó tres veces; luego, fue al sepulcro, lo vio vacío, volvió con los demás, pero no anunció tu resurrección. Esto, que era fruto del miedo que sentía en esos momentos, se tornó decisión, fuerza y fe para cumplir el mandato que le habías dado cuando recibió la fuerza del Espíritu Santo”, ha añadido. 

La teóloga laica indicó que la fidelidad a la Iglesia exige cambiar. “La fidelidad al mandato misionero recibido del mismo Jesús, la fidelidad a nuestra Iglesia, exige que se viva un cambio y, ese cambio, puede suponer una revolución. A este respecto, conviene recordar las palabras del teólogo ortodoxo Olivier Clément, cuando decía que: “A lo largo de la historia las revoluciones que han resultado más creativas, son las que nacieron de la transformación del corazón”. 

Transformación del corazón

“A esta transformación del corazón estamos llamados en este Sínodo. Todo el pueblo de Dios está convocado, por primera vez, a participar en un Sínodo de los obispos. También están invitados a hacernos llegar su voz, su reflexión, sus preocupaciones, y su dolor, todos aquellos a los que un día no supimos escuchar y se fueron y no los echamos de menos. ¡Enseñadnos a ser mejores cristianos! ¡Enseñadnos a recuperar la esencia de la comunidad cristiana que es la comunión, no la exclusión!”, ha añadido. 

“Ese mismo Jesús que no nos dejó normas ni estructuras sobre cómo ser Iglesia, sí nos dejo una forma de vida con la que construir esa Iglesia llamada a ser refugio seguro para todos”, explicó en su meditación. 

Ella considera la Iglesia un “lugar de encuentro y diálogo intercultural, espacio de creatividad teológica y pastoral con la que afrontar los desafíos a los que nos enfrentamos. En definitiva ser la Iglesia-Hogar que todos añoramos”. 

La Iglesia un lugar de encuentro

Por último, meditó sobre una sinodalidad que significa “creer en el que es el primero y el último, en el que murió y, sobre todo, en el que resucitó, porque algunas veces se nos olvida que nosotros creemos en alguien que está vivo. ¡Vivo! Y camina a nuestro lado para aprender de Él y con Él a ser servidores unos de otros, porque servicio y sinodalidad van de la mano”. 

Caber recordar que la teologa española invitada al Sínodo, en su obra antes mencionaba, explicaba el miedo de los hombres –en este caso, de Iglesia– a las mujeres por tres cuestiones: miedo a lo desconocido, miedo a las propias reacciones y miedo a compartir espacios y lugares. “No todos los hombres de Iglesia tienen miedo, pero sí una gran mayoría”, sostiene Inogés.

A tal propósito, el Papa había indicado en su discurso de hoy: “Si falta una participación real de todo el Pueblo de Dios, los discursos sobre la comunión corren el riesgo de permanecer como intenciones piadosas”. 

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El cardenal Mario Grech secretario del Sínodo de los Obispos.

El Sínodo no se convierta en un parlamento

Por su parte, el cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos, advirtió que no se debe dar “a la votación un valor que corra el riesgo de convertir la asamblea sinodal en un parlamento”, en su discurso pronunciado en el lanzamiento del Sínodo sobre la sinodalidad.

El mismo Papa Francisco advirtió de este riesgo y pidió poner delante siempre al Espíritu Santo. Así, el cardenal Grech sugirió “buscar otras soluciones para verificar el consenso” dentro de la Iglesia. También ha propuesto reflexionar sobre una modificación del proceso de clausura del Sínodo, cuyas conclusiones podrían someterse a los católicos de todo el mundo antes de ser enviadas al Papa.

El cardenal Grech señaló la dificultad actual de “verificar el consenso” de los fieles católicos en los sínodos, pues no se trata de un sistema democrático convencional.

Actualmente, la votación se realiza durante las asambleas plenarias de los obispos reunidos en sínodo. Permite que las propuestas sean aprobadas por una mayoría de dos tercios, que luego se envían al Papa.

El Sínodo es un camino, no un votar puntos al orden del día

El Sínodo sobre la Sinodalidad, que se desarrolla en tres fases -local, continental y universal-, debe concluir en octubre de 2023 en Roma con una asamblea plenaria de obispos. Se espera que recurra, como es habitual, a un ejercicio de votación.

“Me pregunto, y se lo pregunto, si no deberíamos reflexionar sobre este punto, encontrar otras soluciones para verificar el consenso”, subrayó el entonces, exponiendo algunas ideas para resolver “un problema”, afirmó el cardenal Grech.

El 7 de septiembre, durante una conferencia de presentación del Sínodo sobre la sinodalidad, el cardenal Mario Grech, interrogado por los periodistas sobre la cuestión del voto -y en particular el de las mujeres- en la fase final “romana” del Sínodo, había indicado que no se debe prestar una “atención exclusiva” a este tema y recordó que el sínodo no debe abordarse “con una lógica de partidos y encuestas”.

Según el cardenal, a través de este nuevo proceso, todos los católicos, como Pueblo de Dios, podrían dar su aprobación al documento final. El Papa “recibiría un documento que mostraría al mismo tiempo el consentimiento del Pueblo de Dios y del Colegio de Obispos”, imagina, dejando a los participantes en libertad de acción.

“En este caso, el Obispo de Roma, principio de unidad de todos los bautizados y de todos los obispos, recibiría un documento que manifiesta al mismo tiempo el consenso del Pueblo de Dios y del Colegio de los Obispos: se trataría de un acto de manifestación del sensus omnium fidelium, que sería al mismo tiempo un acto de magisterio de los Obispos dispersos por el mundo en comunión con el Papa”.

En el Aula del Sínodo del Vaticano, ante los laicos, los delegados de las conferencias episcopales y los miembros de la Curia Romana, el cardenal secretario general del Sínodo de los Obispos intervino para clausurar la primera sesión de trabajo del Sínodo sobre la sinodalidad, un proceso de dos años cuya primera fase comienza en las diócesis de todo el mundo la próxima semana.

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