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¿Tu matrimonio fracasó? Dios sigue confiando en ti

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 01/10/21

¿Es posible una felicidad diferente a la soñada en un principio? Siempre se puede volver a comenzar, y Dios no se baja de mi barca

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La vida matrimonial es el reflejo del amor de Dios. El amor que Dios me tiene y que se hace carne.

Las dinámicas del amor que he vivido en mi familia son las que luego reflejo en mi vida personal.

Por eso son tan importantes esos años de niñez y adolescencia donde aprendo a amar.

Hay muchas personas inmaduras en su forma de amar. Viven mendigando amor y confrontándose con los demás, en una lucha permanente.

No ser capaz de amar de forma madura lleva al fracaso en mis relaciones personales.

Cuando compito por ser más. Cuando busco que me reconozcan siempre. cuando pretendo imponer mi voluntad en todo lo que hago. Cuando exijo comportamientos y actitudes que el otro no puede realizar.

¿Existe el amor para siempre?

Jesús me pide que ame para siempre, que no me canse de amar, que no me ponga límites:

«Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».

¿Es posible amar para siempre y en todo lugar a una misma persona? ¡Hay tantos matrimonios que fracasan!

Hay muchos amores que comenzaron bien y con el paso del tiempo languidecieron y murieron.

¿De quién es la culpa? Mejor no buscar culpables. Simplemente no fue todo como uno esperaba.

Lo ideal es el amor eterno

El fracaso del amor es una experiencia dolorosa que marca para siempre. Todo amor lleva en su interior el deseo de la plenitud y la eternidad.

Uno sueña con un amor perfecto. Y piensa que va a ser capaz de vivirlo. Luego la vida es dura. Las personas cambian. Las circunstancias son adversas y las cruces jalonan el camino. Comenta el papa Francisco en la exhortación Amoris Laetitia:

«Las familias alcanzan poco a poco, con la gracia del Espíritu Santo, su santidad a través de la vida matrimonial, participando también en el misterio de la cruz de Cristo, que transforma las dificultades y sufrimientos en una ofrenda de amor«.

La cruz de Cristo transforma mi amor y lo hace santo. Lo eleva por encima del barro y me permite tocar el cielo.

La importancia del perdón

Creo que el amor matrimonial no se mantiene sin el perdón. ¿Es posible perdonar siempre?

¿Cómo puedo pedir perdón una y otra vez sin que parezca que no le doy valor a ese gesto? Quiero pedir perdón y perdonar. Es el único camino, la reconciliación. Comenta el papa Francisco:

«La experiencia muestra que, con una ayuda adecuada y con la acción de reconciliación de la gracia, un gran porcentaje de crisis matrimoniales se superan de manera satisfactoria«.

Tendré que pedir ayuda si no sé perdonar, si no sé pasar por alto las debilidades de mi cónyuge, si no sé amar hasta el extremo sin importarme las renuncias.

Sin perdón el amor no dura siempre y el rencor debilita el amor. Me pone en guardia y me aleja de la persona amada. También me hace desconfiar y dejo de creer en que las cosas pueden cambiar.

Perdonarme a mí mismo y perdonar las ofensas y creer en la bondad del otro, en sus buenas intenciones.

El amor es frágil. Es como esa flor que se abre en un ambiente sano y bueno y cuando se introduce la desconfianza se cierra por temor. La desconfianza echa a perder el amor.

Volver a empezar

Quiero creer en el amor para siempre. Pero también entiendo que haya matrimonios que fracasan y no siguen adelante.

¿Qué pasa entonces con mi vida cuando creía que esa aventura iba a durar eternamente? Volver a comenzar, rehacer la propia vida, es una tarea inmensa.

El corazón se siente frágil para caminar en soledad cuando ese no era el sueño primero.

Muchas veces el final del sueño no lo busqué yo, me vino impuesto. ¿Cómo puedo llegar a perdonar el fracaso, la culpa propia o del otro?

¿Es posible una felicidad diferente a la soñada en un principio? Siempre se puede volver a comenzar. Y Dios no se baja de mi barca por muy doloroso que todo sea.

Cuesta asumir el fracaso y entender que las razones son dolorosas. Volver a creer en el amor después de haber vivido la desilusión es un camino para el resto de mi vida.

Dios siempre estará contigo

Pero es posible mirar a Dios y pensar que Él sí cree en mí. Aun cuando sienta que he tenido mucho que ver en el fracaso vivido. En la experiencia dolorosa de la separación.

Acepto las cosas como son, no trato de fingir que no tengo ninguna responsabilidad. Asumo mi inmadurez y descubro lo que he aprendido.

Puedo volver a amar. No me juzgan los hombres, sólo Dios. La vida es larga y las experiencias dolorosas se guardan para siempre.

Porque Dios quiso que mi amor fuera eterno. Y yo con mi debilidad trunqué su sueño, mi propio sueño. Por eso al comenzar pedí tanto su protección:

«Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. Esta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga. Que veas a los hijos de tus hijos».

Es la bendición que siempre pido. Muchas veces el pecado y la debilidad marcan mi vida. Y no es posible todo lo soñado. Pero Dios no deja de bendecir mis pasos y confiar en mí.

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