Lo sucedido el pasado miércoles 28 de septiembre en la Penitenciaría del Litoral, ubicada al noroeste de Guayaquil, aún sigue generando conmoción tanto en Ecuador como en el resto de la región. Es que según las últimas cifras ofrecidas desde ese país, la masacre carcelaria que aconteció ha dejado hasta el momento 118 reclusos fallecidos, además de unos 80 heridos.
Las cifras podrían seguir aumentando y la situación, calificada como la peor masacre carcelaria de la historia del país, ha generado, además de la declaración del estado de excepción, gran preocupación en el resto de la población.
Detrás de lo acontecido en esa cárcel de Ecuador aparece todo aquello que de alguna manera se replica en el resto de América Latina: la lucha por el control de las cárceles entre bandas delictivas, el narcotráfico, la corrupción, además de situaciones interpelantes como las condiciones de vida de los reclusos y el hacinamiento.
En este caso aparece también otra situación a veces un tanto escondida, aquella que tiene que ver con las familias de las víctimas, a veces con vínculo y responsabilidad con respecto a lo sucedido con quienes terminan en esos recintos. Pero también con ejemplos de familiares que sufren lo que en definitiva tiene que ver con el libre albedrío de hijos, hermanos, padres, etcétera. A ellos les toca lidiar con la angustia de saber qué sucedió qué sucedió y si están vivos o muertos.
“Estamos desde 0. Los cuerpos llegaron por grupos, hay algunos incinerados completamente, otros con quemaduras por partes. Acá recién estamos haciendo una base de datos, me dan nombres, información sobre el físico, datos de la familia para poder empezar con la búsqueda”, expresó a ese medio el coronel Henry Coral, director técnico científico de la Policía Judicial (s).
“Imagínese que les digamos venga a buscar a su ser querido, entre tantos cuerpos y en las condiciones que están, eso puede ser un shock para toda la vida, es imposible que se haga así de rápido como exigen los familiares, entendemos su angustia pero debemos hacer el trabajo con todos los protocolos”, agregó.
Hasta el momento, según trascendió, solo cuatro cuerpos fueron identificados y entregados a los familiares.
Lucrecia se enteró de la masacre carcelaria al aterrizar en Ecuador. Había llegado al país desde Italia con la ilusión de visitar a su hijo mayor, de nombre William, quien cumple una pena de cinco años. La mujer ha sido una de las tantas familiares que acudieron al laboratorio para tratar de reconocer a su hijo.
Entre lágrimas, reproduce El Universo, la mujer se enteró que en la celda donde estaba su hijo dos compañeros fueron calcinados. Esto de alguna manera representó un duro golpe a su esperanza. El padre de William también contó que en el pabellón donde estaba era considerado el más tranquilo, pues ahí estaba el ala de los cristianos.
No obstante, desde hace meses dos bandos se peleaban por el control de esa parte de la cárcel. Hasta aquí tan solo un ejemplo del drama de los familiares.
Según informó la Arquidiócesis de Guayaquil a través de un mensaje facilitado a Aleteia, este domingo 3 de octubre en la Catedral Metropolitana San Pedro Apóstol habrá una eucaristía por la paz y en memoria de los fallecidos en estos días.
Un buen momento para poner la mirada sobre un drama extendido. Se trata de un hecho que trasciende Ecuador, pero que también ofrece el anhelo de paz en medio de tanto dolor.