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“Gloria para Dios…! ¡Solo eso…! ¡Lo demás no importa…!”

MADRE TRINIDAD

archisevilla.org

Miriam Esteban Benito - publicado el 13/09/21

La vida de Trinidad Sanchez Moreno queda resumida a la perfección en esta frase. Conoce a la fundadora de la Obra de la Iglesia

Trinidad nació en Dos Hermanas (Sevilla) el 10 de febrero de 1929 y falleció recientemente en Roma, el 28 de julio de 2021.

Con la corta edad de seis años casi quedó ciega a causa de una travesura infantil. A partir de entonces frecuentó el colegio sólo como oyente y, para asombro de estudiosos de teología, esta fue la única educación académica que recibió. Pues con catorce años ya estaba trabajando en un negocio de calzados propiedad de su familia.

La vida de la Madre Trinidad es una vida de sencillez, cruz y grandes gozos. Una vida que sin duda es testimonio del desbordante poderío divino.

Es una mujer de pueblo, natural, cargada de espontaneidad y expresión andaluza. Ella, a pesar de su limitación humana, ha cultivado una vivencia profunda de Dios y le ha sido regalado un derroche de sabiduría de los misterios más profundos de la Iglesia.

Experiencia mística

Con 17 años, en el año 1946, en la víspera de la fiesta de la Inmaculada, al sonar las campanas de la parroquia de su localidad, aconteció en su ser lo que ella muy bien describe «el surgir repentino de una pujante primavera que repletó mi vida de luz y puso un colorido nuevo en todo cuanto me rodeaba».

“El Amor Infinito se me puso delante, y como si me dijera: ¿Tienes necesidad de amar y de ser amada? ¡Yo soy el Amor Infinito! ¿Tu corazón está sediento de felicidad? ¡Yo soy la Felicidad, la Belleza, el Poderío, la Perfección eterna…!”.

Y, desde aquel día, mi alma vive en la llenura de todas sus apetencias, infinitamente desbordada en sus ansias de ser y de poseer». Al día siguiente, día de la Inmaculada prometió su entrega a Dios ante la imagen de la Virgen “seré tuya y para siempre”. Desde aquel momento pasó todo el tiempo que le fue posible junto a Jesús Eucaristía.

De esa preciosa relación con el Señor brotan todos los dones recibidos, sobrepasando toda pobreza humana y persiguiendo el Infinito que ansía el corazón humano.

«Dios me introdujo […] el 18 de marzo de 1959, de una manera profundísima e inimaginable en la hondura insondable del Misterio de su vida […] para que contemplara aquel Santa Santorum de la adorable Trinidad, velado y oculto […] y allí fui introducida sin poder comprender cómo pude entrar; y mucho menos cómo después de haber salido, he podido seguir viviendo todavía durante tantos años […] ¡Sólo para ayudar a la Iglesia! ¡sólo para eso […] A la cual mi pobrecita alma temblorosa, tenía que manifestar […] como el Eco tan sólo, diminuto, asustado y tartamudeante, del Pueblo de Dios».

La belleza de la Iglesia

Ella en varias ocasiones confiesa de sí misma que nunca ha pretendido escribir un libro, pero sin embargo cuenta con numerosas publicaciones en las que presenta a la Iglesia en toda su hermosura «como ánfora preciosa repleta y saturada de Divinidad».

En 1963 el Señor le pedirá: «Hazme la Obra de la Iglesia» «Con lo que te he dado ya sabes lo que tienes qué hacer» «Vete y dilo, esto es para todos».

Pero, para llegar a fundar la Obra de la Iglesia, son muchas las fatigas, sufrimientos e incomprensiones que tuvo que pasar la Madre Trinidad. A veces ante la cantidad de barreras y dificultades a las que se tuvo que enfrentar con lágrimas, se volvía al Señor para preguntarle: «¿Por qué a mí…? ¿Por qué tengo que ser yo, Señor…?»

Por respuesta una experiencia interior: «Porque no he encontrado otra criatura más desvalida y pobre que tú en la tierra».

La vocación de la Obra de la Iglesia se constituye dentro de la Iglesia como esa «legión de almas que puesta al lado del Papa y de los Obispos les ayuden a realizar la misión que el Señor les encomendó». Su vocación se inserta en la Iglesia y para la Iglesia avivando la conciencia de lo que somos por ser Iglesia.

Una vida de fidelidad

El decreto de aprobación pontificia dice así «su finalidad es vivir profundamente el misterio de la Iglesia, ser testimonio vivo de ella mediante la vida y la palabra, y suscitar en las almas el deseo de ayudar a los Obispos a realizar su misión».

La Obra de la Iglesia «está compuesta por tres ramas de vida consagrada: sacerdotal, laical masculina y femenina, en torno a las cuales se organizan las demás ramas de Adheridos, Militantes y Colaboradores».

La Madre Trinidad vivió siendo fiel a la misión a la que Dios pensó para su existencia. Una vocación que solamente Dios conoce en plenitud pero en la que ella fue eco, testigo y profeta de la gloria y el sufrimiento de la Iglesia.

«Yo nací para la Iglesia, sólo para eso. Dios me creó en su infinito designio para que fuera “El Eco de la Iglesia mía”, para que cantara su canción y manifestara sus riquezas.

Yo nací para ser Iglesia, para que fuera entre los hombres expresión viviente de su realidad profunda, de su canción infinita y de su tragedia desgarradora. […]». (Del tema “Yo nací para la Iglesia”).

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