Tenemos dos oídos y una boca. Por eso, debemos escuchar el doble de lo que hablamos, dicen los guías espirituales. En el Evangelio de este domingo, Jesús cura a un hombre que tenía graves problemas para oír y hablar.
Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “¡Effetá!” (que quiere decir “¡ábrete!”). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.
En el griego original del Evangelio, está escrito que un hombre que “hablando con dificultad” (mogilalos) fue llevado a Jesús. Podemos sentir que este Evangelio se refiere también a nosotros que tenemos dificultad para hablar.
Jesús dirigió estas palabras no sólo a los oídos y a la boca, sino a toda la persona. Ábrete a la escucha de la Palabra de Dios, que está, entre otras, en las Sagradas Escrituras. La fe viene de la escucha, dice San Pablo. El más importante de los Apóstoles, antes de ser Papa, es decir, Pedro, la Roca, se llamaba Simón. Este nombre viene del verbo Shema - escuchar.
Además, un cristiano no sólo escucha, sino que tiene el valor de confesar su fe, de hablar de Dios. San Juan Pablo II destacó que la fe se fortalece cuando se transmite a los demás.
Jesús nos dice a cada uno de nosotros ¡Efatá! Abre tus oídos para escuchar la Palabra de Dios. Por eso, vale la pena preguntarme con qué atención escucho las lecturas bíblicas en la iglesia. ¿Qué recuerdo de ellas? ¿Qué me dice Dios a través de su palabra para la semana o para el día?
Muchas personas utilizan una aplicación en su teléfono para leer las lecturas de la misa diaria. Si alguien no tiene esa aplicación, vale la pena que la ponga en su teléfono, porque es una expresión concreta de nuestra apertura a la Palabra de Dios.