En 2017 fue atropellada por un camión fuera de la escuela. Cuatro años después, Greta Riccardi vuelve al podio de la gimnasia rítmica contra todo pronóstico y arrastra a sus compañeras a la Serie B
La vida se parece a esa cinta que Greta tiene entre sus manos: te hipnotiza en su fluir armonioso y perfecto, en las volteretas suspendidas en el aire e incluso en esos cortes inesperados y en los repentinos cambios de dirección.
La cinta de la vida
Me conmovió el texto que esta gimnasta de diecinueve años escribió bajo una foto en su perfil de Instagram:
“La vida es un flujo continuo que nosotros intentamos parar… Pero dentro de nosotros, en aquello que nosotros llamamos alma, y que es la vida en nosotros, el fujo continúa,… por otros diques, dentro de los límites que le imponemos al construirnos una conciencia, al edificarnos una personalidad. En ciertos momentos tempestuosos, todas esas nuestras normas ficticias se hunden miserablemente».
En estas frases de Pirandello, Greta Riccardi debió haber visto realmente su historia.
Promesa de la gimnasia rítmica, en 2017, al salir de la escuela en Pavia, fue atropellada por un camión al atravesar la calle. El flujo armonioso de una vida hecha de sueños, entrenamientos y muchas metas alcanzadas con horas de gimnasio desde que tenía cinco años, parece interrumpirse.
Nunca me di por vencida
Las certezas se derrumban, pero Greta no pierde el control de esa cinta. La agarra con fuerza. No pierde la consciencia mientras los paramédicos la trasladan a terapia intensiva en el San Matteo donde la situación es grave por las lesiones en las piernas y la pelvis.
El pensamiento va de nuevo a esa cinta: ¿tal vez se acabó todo?
La gimnasta permanece en esa cama de hospital durante cinco meses, decidida a no soltar incluso ante la perspectiva de una larga y dolorosa rehabilitación.
“El dolor fue muchísimo, sentía como descargas desde la cadera al pie. Pero nunca me di por vencida. La disciplina y el rigor que siempre he puesto en el deporte me acompañaron también durante mi rehabilitación. Hacía fisioterapia dos veces al día con un equipo extraordinario que me ayudó a superar momentos realmente difíciles».
Cuerpo y equipo
Me imagino a esta chica, con sus mallas de lentejuelas y la cinta en la mano, quieta, en el suelo y es como si esto también fuera parte de una de sus coreografías.
La rítmica está hecha de cuerpo y equipo y todo está en la armonía con que estas dos partes se relacionan. En esta inmovilidad forzada por el dolor, el flujo dentro de esta muchacha nunca se detuvo. El alma de la que habla Pirandello sigue llena de tenacidad y de la misma determinación que la guiaron en tantos podios.
La vida se asemeja precisamente a la cinta que Greta tiene entre las manos: no la puedes controlar, puedes bailar con ella, crear maravillosas coreografías que se encajan perfectamente en ese flujo, incluso cuando esa cinta repentinamente se arruga. Podemos escribir en el aire una historia maravillosa.
En un instante todo fue atropellado por los eventos, por el miedo al final, por la vida que sigue allá fuera y se estrella frente a lo que no puedes (todavía) hacer. Greta acoge todo como un valioso estímulo:
“Veía a las demás atletas entrenarse, a nivel psicológico fue una salvación, porque entraba en mi mundo. Después de un año de trabajo estaba ágil y coordinaba mis movimientos, hacía splits y volteretas. Me subí a la plataforma y todos en la grada estaban ahí para mí, sin rivalidad ni fans, me abrazaron con un largo aplauso”.
Ayudar a otros
La capitana del equipo de rítmica no solo volvió, sino que arrastró a su equipo a la meta de la serie B.
También hay otro objetivo por alcanzar en septiembre: ingresar a la facultad de fisioterapia para “ayudar a otras personas en dificultad, algo que para mí fue determinante».
Y entonces el flujo se desborda nuevamente, como en la frase de Pirandello, pero esta vez es pura felicidad y gratitud.
