Los datos que conocemos de san Eufronio lo sitúan en la segunda mitad del siglo V. Fue obispo de Autun, una ciudad de la Galia Lugdunense en tiempos del Imperio Romano, que hoy coincidiría con el norte de la actual Francia y tenía como capital la ciudad de Lyon.
San Eufronio quiso dotar a la Iglesia de templos dignos, en un momento de expansión de la fe al mismo tiempo que las herejías parecían hacer peligrar la fe de muchos cristianos.
Edificó una basílica en honor de san Simforiano sobre la tumba de este, quien había muerto mártir.
Simforiano era un joven de Autun que vivió en el siglo II. Era hijo del senador Fausto y de Augusta, un matrimonio santo, que formó una de las primeras familias cristianas de la zona en la época del emperador Marco Aurelio. Simforiano fue decapitado ante su madre por no renunciar a su fe. Santa Augusta, pese al dolor por verle sufrir, le animó a ser fuerte en la fe en sus últimos momentos.
San Eufronio también se encargó de enriquecer con mármol el sepulcro de san Martín de Tours, puesto que su fama de santidad había crecido enormemente.
Sabemos que era amigo de otro santo, san Lupo de Troyes. Trabajó intensamente para combatir la herejía del arrianismo (que negaba que Cristo tuviera naturaleza divina y solo aceptaba su naturaleza humana).
También tuvo que enfrentarse al pelagianismo, que niega el pecado original y considera que la gracia no es necesaria para la salvación.
San Eufronio falleció en el año 475.
Dios Todopoderoso y Eterno, que pusiste al obispo san Eufronio al frente de tu pueblo, para que con su ejemplo y su palabra lo ayudara a crecer en santidad, protege por su intercesión, a los pastores de la Iglesia y al rebaño que le has confiado, para que siempre caminen por las sendas de la salvación. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
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